4.- Mi realidad

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La luz matutina inundaba la habitación cuando Jungkook abrió los ojos

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La luz matutina inundaba la habitación cuando Jungkook abrió los ojos. Antes de que sonara la alarma, ya estaba despierto, como tantas otras mañanas. Siendo el presidente de un gran conglomerado empresarial, el estrés y la responsabilidad solían despertarlo antes del amanecer.

Se incorporó suavemente para no molestar a su esposa Amy, quien dormía plácidamente a su lado. Le dio un dulce beso en la frente antes de dirigirse al baño. El agua caliente reconfortó sus tensos músculos mientras se preparaba mentalmente para el día.

Al salir de la ducha, notó que Amy ya se había levantado. Sobre una silla estaba planchado prolijamente su habitual traje negro. Se vistió con parsimonia, abrochando cada botón de la camisa blanca hasta el cuello. De repente, el silencio matinal se vio interrumpido por unas risitas que se acercaban por el pasillo.

—¡Buenos días, mis niños! —sonrió Jungkook.

Sus hijos, Taeyang de 3 años y Hyejin de 2, entraron corriendo a la habitación con gran algarabía. Jungkook los levantó con sus fuertes brazos, sintiendo la calidez de sus sonrisas infantiles. Eran su mayor tesoro.

Con un niño en cada brazo, bajó las amplias escaleras hacia el comedor. Los dejó jugando un momento en la sala mientras se dirigía a la cocina, donde Amy preparaba animadamente el desayuno. La abrazó por la cintura y le dio un dulce beso en los labios.

—Buen día, mi amor. ¿Cómo amaneciste? —preguntó ella con una sonrisa.

Le indicó que se sentara mientras le servía una taza de café negro y un plato de frutas frescas. Jungkook empezó a desayunar tranquilamente. Pronto Amy fue a buscar a los niños y los cuatro se sentaron en familia. Con sus risas inocentes, Taeyang y Hyejin alegraban cada comida. Jungkook los miraba enternecido, agradeciendo en silencio por la maravillosa vida que tenía ahora.

Se despidió de su familia con un prolongado beso para Amy y se encaminó al trabajo. Mientras conducía su lujoso automóvil negro hacia la oficina, sus pensamientos divagaron inevitablemente hacia su tormentoso pasado. Odiaba la música mientras manejaba porque le evocaba recuerdos de aquella amistad tóxica que lo había lastimado profundamente.

Sin embargo, mirando el anillo de bodas en su dedo, recordó lo afortunado que era ahora. Tenía una esposa que lo amaba profundamente, dos hijos hermosos y sanos, y una vida familiar feliz. Las mañanas como esta le hacían apreciar cuánto había cambiado su realidad.

Llegó al gran edificio y se dirigió a la oficina, donde una gran pila de archivos lo esperaba. Suspiró de cansancio, consciente de que sería un largo día.

Eran las tres de la tarde cuando la puerta de la imponente oficina de Jungkook se abrió ruidosamente, interrumpiendo la concentración del presidente. Yoongi, su abogado de confianza, irrumpió con una expresión de asombro.

—¡Wow, te mereces ser el presidente! Al ver cómo trabajas, dan ganas de hacerlo también —exclamó Yoongi, tomando asiento frente al imponente escritorio.

EL MALODonde viven las historias. Descúbrelo ahora