21.- Caminos diferentes

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La luz se filtraba por las cortinas de la habitación, despertándolo de inmediato. Se dio cuenta de que no estaba en su cuarto habitual, en la cama que compartía con Hanni. El brazo que rodeaba su cintura no era el delicado y suave agarre que había sentido durante todos estos años. Este brazo era fuerte, pesado y lo sostenía con una posesividad que parecía temer que escapara. Jimin parpadeó varias veces hasta despertarse por completo. Los recuerdos del día anterior comenzaron a fluir: la conversación con el padre de Jungkook y luego el encuentro con  Jungkook en su viejo orfanato.
Habían terminado en el departamento del pelinegro.Volteó lentamente, dándose cuenta de lo desnudo que estaba, mientras lo abrazaban con  piernas tambien. Jungkook dormía plácidamente con una sonrisa en el rostro, al parecer tenía un sueño agradable. Jimin acarició el rostro de Jungkook con sus dedos, delineando delicadamente sus facciones. Se acercó lentamente hasta besar su boca entreabierta.

Tantos años, y el único hombre al que amaba estaba allí junto a él. Debería dejarlo todo e irse con él, abrazarlo y olvidar todo y a todos. Pero no podía hacerlo. Él estaba tan dañado, su corazón lleno de avaricia. ¿Acaso servía de algo este sentimiento si en el fondo sabía que no podría renunciar al dinero y al poder, ni siquiera por Jungkook? Además, estaba el asesinato de sus padres. Era obvio que jamás podrían estar juntos. Jimin acabaría con aquel hombre que le quitó a su familia y Jungkook lo odiaría. No había otra opción.Lentamente se deshizo del agarre y, sin hacer ruido, empezó a caminar hacia el baño para vestirse y después irse, como lo había hecho años atrás. Se vistió casi torpemente, mordiendo su labio para contener las lágrimas que corrían por su rostro.
—Demonios, eres más fuerte que esto —se dijo a sí mismo, tratando de calmarse.Al finalizar, miró su rostro en el espejo del baño: sus ojos rojos y llenos de lágrimas, su cuello lleno de marcas. Debería cubrirlas o la gente podría hablar. No, no lo haría. Era el recuerdo de la noche que pasó, quizás la última noche.
Suspiró y lentamente abrió la puerta, tratando de no despertar al hombre en la cama. Pero para su sorpresa, él ya no estaba. Apresurado, salió al salón con la esperanza de salir desapercibido, pero cuando estaba a punto de abrir la puerta y huir, una voz lo detuvo.
—¿Otra vez huyendo? —dijo Jungkook detrás suyo.Jimin se quedó en silencio, con la mano en el pomo de la puerta. Lentamente volteó y miró fijamente al hombre que tenía enfrente. Jungkook llevaba apenas unos boxers. Sin saber qué decir, Jimin nuevamente intentó abrir la puerta, pero su sorpresa fue grande al notar que no abría. Estaba cerrada por dentro.
—Si ya te cansaste de jugar a la novia fugitiva, ven a desayunar —dijo el pelinegro, yéndose al comedor.
—Ábreme, tengo que irme —exigió Jimin, acercándose a la mesa.
—Desayuna —respondió Jungkook, sin hacerle caso.
—No quiero desayunar, necesito irme. Mi esposa me espera y tengo que trabajar.
—Dudo que tu esposa no sepa que pasaste la noche aquí.
—¿Qué estás diciendo? —preguntó Jimin, incrédulo.
—Hace días tu esposa vino a mi casa a ofrecerme una cantidad ridículamente grande por alejarme de ti.
—¿Qué?
—Lo que oyes, Jimin. Pero se llevó una gran sorpresa.
—¿De qué hablas?Jungkook se levantó y se acercó a Jimin, mientras este retrocedía hasta quedar pegado a la pared.
—¿Qué haces? —dijo Jimin, nervioso.
—¿Qué qué hago? Por favor, Jimin. Ambos sabemos que no podemos estar separados. Anoche me lo demostraste y esta vez no te dejaré ir.
—Lo de anoche fue un error —respondió Jimin, girando su rostro nervioso.
—¿Un error? —rió Jungkook—. Pues este error te oyó gemir su nombre toda la noche.
—Cállate.
—No me callaré, Jimin. Te lo dije, nunca más te dejaré ir. Te amo. Hace años te me escapaste, pero no volverá a pasar. No dejaré que pase.
—No podemos —dijo Jimin, con los labios rozando los de Jungkook.
—Mira cómo sí podemos —susurró Jungkook, para luego besarlo.

Fue un beso apasionado. Jimin colocó sus manos en el cabello del pelinegro, y este lo levantó de sus muslos y lo llevó a la mesa. Allí desabotonó la camisa blanca del rubio, dejando besos morados en su cuello blanco.
—Te amo —le dijo antes de bajar sus pantalones junto con los boxers.Y allí, en la mesa, nuevamente se entregaron el uno al otro, como la noche anterior.

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⏰ Última actualización: Jun 17 ⏰

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