infancia

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Las risas infantiles recorrían los pasillos de la modesta residencia. Aquellas paredes de madera habían sido testigo de muchas generaciones que habían pasaron antes que ellos. Un niño y una niña corrían pues ambos regresaban de los jardines de la casa luego de jugar un poco antes de que alguno de los sirvientes se enterara que habían saltado sus respetivos deberes solo para pasar un momento juntos.

Ambos niños que no pasaban de los siete años, disfrutaban de la compañía de su par, aun cuando ambos sabían que estarían en serios problemas si son descubiertos, pero no les importaba, su padre no regresaría a la residencia dentro de tres días, por lo que aprovecharían el tiempo para estar juntos antes de ser separados nuevamente. 

—vamos Yoriishi, vamos más rápido.—dice la pequeña niña de ojos infantiles a su compañero que lo seguía de cerca.—madre me regalo un libro de cuentos, quiero que lo veas y tal vez podamos leerlo juntos esta noche.

Su acompañante no dijo nada, pero a ella no le importó, sabía que su hermano aceptaría por lo que ella dijera. Estaba por girar en una esquina cuando escucharon un fuerte grito desde el otro lado del pasillo. Ambos niños se detuvieron con miedo, aquella vibra armoniosa cambio a la acostumbrada tensión que siempre estaba cuando el señor de la residencia estaba en casa. Se escucharon pasos hacia ellos y aunque era por obligación mantener la cabeza en alto, ninguno de los niños lo quería hacer.

—padre, yo...

El golpe fue tan duro que derribó a Michiko contra el suelo, su labio fue reventado y mejilla lentamente cambiaba de color. La pequeña niña no se atrevió a levantar la cabeza, no quería recibir otro golpe de su padre aun cuando su acompañante la motivaba a levantarse.

—Sera mejor que te calles, ese no es el comportamiento de una dama Tsugikuni, Michiko. 

—Lo siento padre.—pero su progenitor ignoró su disculpa y presto atención a su segundo hijo.

—Se puede esperar esta clase de comportamientos de una mujer, pero tu Yoriishi, será mejor que regreses a tus obligaciones si no quieres recibir un castigo.

El mencionado, nuevamente, no dijo nada, solo pudo alejarse de su hermana y ponerse a un lado de progenitor, Michiko sabía que estaba en serios problemas, por lo que busco rápidamente corregir su error.

—Padre yo...

—Deja de distraer a tu hermano, será mejor que regreses a tus habitaciones.

Michiko vio como su padre se llevó consigo a su hermano, la dejaron en el pasillo y sin otra opción, regresó a sus habitaciones a cambiarse antes de que su nana la recriminara por el estado que estaba. Ella era una señorita de la respetable casa Tsugikuni, no podía tener esa clase de comportamiento tan vulgar. Cambio aquellos pantalones y camisa sencilla por los incomodos vestidos que limitaban sus movimientos.

No importaba como se comportara, siempre era así, desde que tenía memoria, su padre siempre se había negado a mirarla, solo tenía ojos hacia su hermano gemelo, sin importar que ella fuera su primogénita, solo porque su hermano había nacido hombre y ella mujer. 

Las puertas de su habitación se abrieron, esperaba encontrarse con la imponente presencia de su progenitor que seguiría castigándola por su falta de obediencia, pero aquella imagen fue sustituida por la de su madre acompañada por una doncella que traía consigo una charola con varias cosas encima.

—Lady madre.

 —mi niña.—La señora de la casa se acercó y toco con su pálida mano la mejilla de su hija.—pero mira como esta tu mejilla, esperemos que esto no te deje marca.

Llevó a su hija a que tomara asiente y ella personalmente comenzó a curar la zona lastimada. La  infante dejo que su madre le limpiara la sangre de su piel y pusiera un poco de ungüento para evitar posibles marcas en el rostro. 

—Mucho mejor.—exclama satisfecha la mujer mayor.—Será mejor que se apures y vayas con tus tutores, tienes clase de bordado y sabes que a  madame Aiko no le gusta los retrasos.

Michiko no puede evitar hacer un gesto de disgusto, detesta hacer los deberes que le corresponde como mujer de una familia importante.

—¿Por que tengo que hacerlo?—pregunta molesta, aunque ya se imaginaba la posible respuesta.

—porque ese es nuestro debes a la casa, el legado Tsugikuni, como mujeres nuestra obligación es ser buenas damas para que alguna casa importante este interesada en contraer nupcias contigo, y tengas fuertes y hermosos hijos. 

—No quiero hacer eso madre, ¿porque no puede tener clases como Yoriishi, yo también quiero saber lo que Yoriishi aprende.

—Lamentablemente naciste como mujer—dice la madre de Michiko.— Las mujeres no podemos ser cabezas de las casas, nuestra obligación son con los herederos.

Michiko oculta su furia, maldice a los dioses por haberla hecho mujer y no el tan deseado varón que su padre había rezado a los dioses.



El camino de la desafortunada lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora