Trauma

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Atrás se había quedado los años de su infancia, a la edad de 16 años, ella nunca más se había vuelto a quedar encinta, sin importar cuantas veces su marido la llame y la monte como una yegua de crianza. 

Todas las noches le susurraba que su semilla aun podía dar el tan deseado heredero pero Michiko tenía otra cosa en mente 

Siempre que estaba con él, rememoraba cuando tenía  la edad de 13 años y ya estaba por parir a su primer y único hijo.

Los sirvientes cercanos a ella solo podían expresar lastima por como una niña delgada y pequeña se le resaltaba lo abultado de su vientre, como su esposo casi siempre ebrio, sin importar el delicado estado que se encontraba, la llamaba para satisfacer los deseos del heredero de la familia Kibutsuyi. 

Rememoraba como solo una vez, le suplicó que esa noche no la montara, y recibió la paliza de su vida. Casi la mataba si no fuera porque sus gritos se escucharon a través de las paredes, y su suegro y cuñado lo detuvieron,  el padre de él lo golpeo mientras su cuñado la colocaba en cama y llamaba un doctor. Los doctores tuvieron que apresurarse de salvar a la vida de la chica y lo lograron.  Tuvo una semana en cama, misma donde recibió la noticia de que fue un milagro que su cuerpo aun conservara la pequeña vida en su vientre. 

La salud de la madre y la criatura se volvió primordial para la casa Kibutsuyi, su cuñado le ayudaba a cumplir las necesidades básicas mientras el resto de la familia procuraba los máximos cuidado de la futura madre, por su parte, a pesar de las prohibiciones de su padre, el marido de Michiko seguía exigiendo sus labores de cama a la futura madre. Durante esos meses, así como había sucedido cuando contrajo nupcias con la familia , su familia siguió en contacto, especialmente su hermano, Yoriishi, quien siempre mandaba una carta a la semana para saber su condición y estado de animo, ella a veces mentía sin revelar su verdadera realidad. 

Le habló de su estado y de la próxima llegaba de un sobrino o sobrina, Yoriishi le escribió que estaría con ella cuando sea necesario, incluso le hablaría al señor Kibutsuyi pedir permiso para estar algunos días antes de que diera luz con tal de cuidar su salud. Michiko le expresó que no era necesario, tenía responsabilidades con sus tierra y casa, además de que ella ya no era un Tsugikuni sino una Kibutsuyi.

Aunque Michiko podía jurar por los dioses que Yoriishi se haría de oídos sordo y viajaría hasta la residencia con tal de estar con ella, solo podía desear que las acciones de su hermano no causaran mayores problemas de los que ya se podía imaginar. 

A pocos días de cumplir nueve meses, los dolores se presentaron en la madrugada, llamó a las sirvientas y estas se apresuraron a buscar a las parteras de la familia. Tuvo un día de dolores y las parteras y sirvientas tenían muchos problemas por la inmadurez del cuerpo de Michiko. Michiko grito de dolor mientras expulsaba el cuerpo del tan deseado heredero. Finalmente, luego de muchas horas de trabajo, la joven sintió como algo salía de su interior trayéndole una enorme paz y sus ojos comenzaron a cerrarse. Ignoró por completo los gritos a su alrededor que rápidamente observaban que algo estaba saliendo mal en el alumbramiento.      

La hemorragia había puesto en peligro su vida, las sabanas quedaron completamente teñidas con su propia sangre por lo que eran inservibles, pero todos estaban al pendiente de encontrar las razones por la que el recién nacido no respiraba. La vida de Michiko se esfumaba en esos instantes, la sangre no parara y lentamente iba cambiando de color el rostro de la madre primeriza.

Todo el personal de la habitación hablaban entre sí sin percatarse del estado mortal que estaba la niña, todos ellos tenían sus propias precauciones hasta que las puertas de la habitación de Michiko azotaron contra la pared y alguien nuevo ingresaba. El recién llegado recorrió con la mirada la habitación buscando algo, finalmente lo encontró. 

El camino de la desafortunada lunaWhere stories live. Discover now