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"... Un mundo nace,

cuando dos se besan..."



Pov San

Mientras conducia, durante todo el trayecto hasta casa fui mirándole de reojo y fijamente, exactamente como un depredador que asecha a su presa, esperando un mal movimiento para devorarlo mientras el jugueteaba enroscando un mechón de su cabello en su dedo formando un rizo.

La baba me escurría de la boca de solo imaginar su pequeño cuerpo retorciéndose debajo de mí, soltando fuertes gemidos con mi nombre.

Tenia hambre, un hambre voraz por amarlo con deseperación y empeño.

En cuanto cruzamos la puerta del departamento, me deshice de mis llaves y mi teléfono tirándolos sobre la mesada acercándome peligrosamente erguido y con la espalda bien recta haciéndolo verse muy pequeño frente a mi, empujándolo con suavidad con el cuerpo en cada paso, obligándole a caminar hacia atrás hasta llegar al sofá donde cayó recostado con una sonrisa mordiéndose el labio en anticipación.

Tenía el juicio totalmente nublado en aquel momento en el que todo mi cuerpo estaba recostado sobre él, y aquel olor a vainilla se extendía por todas las partículas de oxígeno que llegaban a mis pulmones, asfixiando, deseando ahogarme literalmente en aquellas feromonas dulces.

Volví a besarle con fiereza, como lo había hecho a lo largo de todo el día saboreando su lengua perdida dentro de mi boca, bajando a su cuello para que pudiera notar el hambre de su cuerpo que tenía.

Abrió las piernas colocándolas alrededor de mi cintura para darme más espacio y con poca suavidad tiró de mi camiseta hacia arriba, quitándomela, deslizando con suavidad la mano por mis pectorales, acariciando suavemente mis pezones que reaccionaron al instante a aquel toque haciéndome añicos mi poca estabilidad.

No me quedé atrás y arranqué prácticamente su camiseta, casi rompiéndola, le deseaba tanto que mi corazón dolía.

Fue en ese momento, cuando sostuve con fuerza sus manos juntas sobre su cabeza y mi lengua recorrió la línea de su pecho hasta bajar a su vientre, cuando lo sentí.

Pude percibir que estaba nervioso, pero sabia que no era ansiedad por lo que iba a pasar.

Él tenía miedo.

Volví a marcar aquel camino de besos de vuelta hasta llegar suavemente a su mandíbula y sus labios otra vez, mientras él me miraba fijo respirando entrecortado.

—¿Por qué te estás obligando a hacer esto?— pregunté mirándole con dulzura y besando su mejilla.

Evito el contacto visual avergonzado —Y-yo n-no— balbuceó sin saber muy bien qué decir.

—Bebé, tú no quieres hacer esto ahora y no debes hacer nada obligado, si te apetece jugar como hoy, lo haremos, a mí me encantó eso y no tiene por qué terminar en esto— le señale nuestros pechos desnudos tranquilizándole con caricias.

—Pero, yo quiero ser un buen omega para ti— confesó con lágrimas bañando sus preciosas mejillas y esa frase me destrozo dejándome mudo mientras mi lobo susurraba con tristeza "omega" bajando las orejas

—Bebé, ya eres el mejor omega, yo esperaré toda la vida si es necesario para que realmente estés listo, pero no quiero que hagas nada más por mí— afirmé secando sus lágrimas con mis dedos besando sus parpados y cada rincón de esa preciosa carita.

la marca Woosan  Sanwoo Where stories live. Discover now