PROFECIA

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Dante:

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Dante:

Ojeo algunos archivos, tengo mucho papeleo de distintos casos por ordenar. La verdad es que no logro concentrarme, no puedo dejar de pensar en Adara, solo quiero terminar para irme al hotel y ver que este bien, mi teléfono comienza a sonar, lo reviso y veo que es Eunice.

—¿Qué sucede?

—¡Dante, tienes que venir, la chica está loca!

—¿Qué? ¿Qué le pasa?

—Se ha cortado las muñecas y ha dibujado una estrella en el suelo con su sangre, se puso de rodillas en medio y parece estar orando. Está sangrado mucho; es una demente religiosa, ven por ella o me largo de aquí.

—¿Qué? No, espera, voy para allá.

—Apúrate, me está asustando mucho.

Guardo todos los archivos con rapidez y salgo. Una vez afuera, me detengo, pienso en usar mi energía para ir más rápido, veo a todos lados y observo a la gente que transita con normalidad por las calles. Me había prometido no usar mi poder, así que, decido ir por la camioneta, subo y me dirijo al hotel. Al llegar a la puerta de la habitación toco y Eunice abre, entro y veo a Adara de rodillas, está inclinada con la frente en el suelo en medio de la pequeña sala, la escucho susurrar:

Su lengua es aguda, como de serpiente,
sus palabras son como veneno de víbora.
Señor, protégeme de las sombras que acechan mi camino, protégeme del poder de los demonios que caminan entre los hombres y de los que hacen planes para que yo caiga

—Adara —le llamo y me arrodillo frente a ella, la obligo a levantarse y me ve confundida.

—Tenía miedo de que los demonios vinieran por mí y tú no estabas —observo sus ojos llenos de terror.

—Tranquila ya estoy aquí. —Eunice se acerca y me da un pequeño botiquín, saco unas gasas y aprieto sus heridas.

—Deberíamos llevarla al hospital, tal vez necesite algunas puntadas —comenta mi amiga.

—No creo, la vigilaré. —Me levanto y le ayudo a ponerse de pie—. Vamos para que te des un baño.

—Le prepararé la regadera —dice Eunice.

La llevo al baño y me doy la vuelta para salir, antes de cerrar la puerta le dedico un último vistazo, ella me observa con preocupación.

—¿No te irás?

—No, tranquila. Esperaré afuera, llámame cuando estés lista. —Y solo asiente.

Me dirijo a la sala y tomo unas toallas de papel de la pequeña cocina y comienzo a limpiar la sangre en el suelo. Mi amiga toma algunas más y me ayuda, se detiene y siento sus ojos sobre mí.

—¿Qué? —pregunto sin dejar de limpiar.

—Dante, ¿qué estás haciendo?

—¿De qué hablas?

La Reencarnación De LilithWhere stories live. Discover now