En un mundo donde la luz y la oscuridad libran una eterna batalla, un ser divino despierta de su largo letargo. Lucifer, el ángel caído, anhela recuperar el amor perdido de Isobel Azrael, la antigua Starlight. Manipulado en el pasado, ahora busca re...
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El sol brillaba con su reconfortante luz, iluminando a un ángel que se encontraba sentada en el verde pasto. Sus alas y cabellos dorados destacaban en una gloria divina, mientras concentraba su mirada en sus manos, creando una nueva criatura para el jardín del Edén. Cuando aceptó el nuevo cargo que le otorgó su padre, no imaginó lo difícil que sería al ver la lista de los tipos de animales que debía crear, de todos los tamaños y colores posibles. En ese momento, decidió ser creativa y creó su propia criatura. Tomó un poco de la esponjosidad de las nubes para darle forma, moldeándola pacientemente hasta quedar satisfecha con el resultado. Con un toque final de un poco de pétalos de flores y césped, sopló la forma revelando un esponjoso animal que abría sus ojos por primera vez, acostumbrándose a la luz del sol. La divinidad sintió su corazón conmoverse al ver cómo la adorable criatura movía su nariz. Satisfecha con el resultado, la elevó a la altura de su rostro pensando en un nombre.
— Te llamarás Conejo —declaró con una sonrisa, dándole un beso en la cabeza antes de dejarlo en el frondoso césped, liberándolo.
Dispuesta a continuar con su trabajo, sintió dos pequeñas manos cubrir suavemente sus ojos.
— ¿Quién eres? —Canturreó con alegría una dulce voz.
— ¿Y yo qué dije? —se cuestionó el contrario, confundido.
Starlight contuvo una risa antes de darse vuelta y contemplar cómo su pequeña pareja la observaba con amor en sus ojos, algo que siempre le encantaba ver: su reflejo en aquellos ojos tan azules como el cielo mismo.
— ¿Qué haces aquí, Lucero?
— ¿No puedo visitarte acaso? —habló con drama fingido.