En un mundo donde la luz y la oscuridad libran una eterna batalla, un ser divino despierta de su largo letargo. Lucifer, el ángel caído, anhela recuperar el amor perdido de Isobel Azrael, la antigua Starlight. Manipulado en el pasado, ahora busca re...
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sweet Ángel
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— ¿Décima ronda? —dijo con lujuria y Isobel rogó a Dios que alguien la salvará de tan divino castigo, ya era la novena ronda y le dolian las caderas.
Isobel miró con cariño significativo a su Ángel, tomándolo de las mejillas para darle un beso en los labios antes de empujarlo juguetonamente a un lado y levantarse de la cama con esfuerzo.
— ¿Puedes caminar? —preguntó con picardía el Ángel caído al verla soltar inaudibles quejidos al caminar.
— Tengo poderes de recuperación, aunque igualmente siempre me duelen las piernas después de estas cosas —se quejó mientras se dirigía al baño, y Lucifer la siguió rápidamente—. ¿A dónde crees que vas?
— ¿No vamos a ducharnos juntos? —preguntó él con una sonrisa inocente.
— Eres muy confianzudo si crees que te dejaré ducharte conmigo —dijo ella mirándolo desafiante.
Lucifer le sonrió inocente antes de entrar al baño como si nada, seguido por una divertida Isobel.
— Qué descarado eres...
Lo que Isobel no esperaba era que, después de jugar entre risas con la espuma y patitos de goma que él había creado, Lucifer la empujara contra la pared mientras la penetraba con firmeza y pasión, creando un delicioso vaivén que la hizo delirar antes incluso de que pudiera quejarse por su atrevimiento. Sus ojos soltaron lágrimas de puro placer al sentirlo entrar y salir con fuerza en su interior.
— ¿No tuviste suficiente? —preguntó ella, para luego gemir extasiada al sentirlo presionar su punto más sensible.
— Nunca tendré suficiente de ti —respondió él entre suspiros sin dejar de penetrarla.
Isobel continuó gimiendo, pronunciando con dificultad el nombre de su amante, sumergiéndose en un mar de goce y satisfacción.
Isobel reflexionó que una ducha de agua fría podría calmar la intensidad del momento con el rey del inframundo, pero se equivocó. Ahora se encontraba recostada en la cama, en una posición comprometedora, mientras era poseída con determinación por un demonio insaciable que no se saciaba fácilmente. Sus gemidos se ahogaban contra las sábanas al sentir las manos del Ángel caído presionar sus caderas, adentrándose más profundamente en su ser con cada embestida.
