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Hoy era dieciocho de marzo, aunque no por mucho más tiempo. Faltaban cinco minutos para la medianoche.

Kukuriczka estaba concentrado en su notebook, quería adelantar trabajo para estar libre y sin preocupaciones el día siguiente. Su espalda dolía un poco y su vista ya estaba levemente cansada, así que se sacó los anteojos que usaba cuando estaba trabajando en la computadora y talló sus párpados para aliviar un poco el picor que sintió al parpadear.

Escuchó la puerta ser abierta de par en par y unos brazos lo envolvieron enseguida, acompañados de un "¡Feliz cumpleaños!" totalmente emocionado. Devolvió el abrazo y su corazón se invadió de calidez mientras sus fosas nasales se llenaban del suave olor característico de Romero.

Unos segundos después se separaron y Esteban pudo ver que por la puerta ingresaba Rafael con una torta recubierta de crema y frutillas en sus manos. Las velas con el número veintiséis ya estaban encendidas, esperando ansiosas por ser sopladas por el cumpleañero que tenía una sonrisa gigante y genuina plantada en el rostro.

El primo más joven llegó junto a los otros dos sonriendo, se sentó en la cama frente a ellos y apoyó la bandeja en las piernas del castaño para después acercarse a darle un beso en la mejilla con un "Feliz cumple hermano".

–¡Pedí los tres deseos!– soltó Fran emocionado.

La realidad es que hace bastante que Esteban había dejado de pedir deseos en sus cumpleaños, ¿Cómo va a ser real que por ser tu fecha de nacimiento se te van a cumplir tres deseos? Algo medio Ilógico para él, pero ver la y escuchar la emoción de Romero hizo que crea un poquito que tal vez si se cumpliría lo que pidiera, como si aquel chico hiciera que todo parezca posible, así que sin dudarlo pidió dos deseos, obviamente no en voz alta, y se quedó pensando el tercero.

–Dale boludo, se van a derretir las velas– se rió Rafael.

–Ay Rafa, dejalo, que si pide así nomás no tiene sentido– lo retó su novio mientras negaba y se mordía el labio inferior indignado –pensá tranqui Kuku– le sonrió ahora al otro.

Después de unos segundos la pareja vió al otro soplar las pequeñas llamas que quedaban en las velas, aplaudiendo automáticamente y volviendo a saludar al cumpleañero.

Se quedaron "festejando" media hora más y luego fueron a dormir, después de todo Rafael tenía que ir a trabajar ese día y Kukuriczka tenía planes desde temprano, así que los más chicos abandonaron la habitación del castaño y dejando lo que quedaba de torta en la heladera también fueron a descansar.

...

Eran las once y media de la noche cuando Fran escuchó como golpeaban la puerta, dejó el libro que leía y caminó hasta ella.

Cuando abrió se encontró exactamente con lo sabia se encontraría. Del otro lado de la puerta estaba Esteban, oliendo a alcohol puro y sosteniendo su propio cuerpo a duras penas gracias a su agarre en la pared. Kukuriczka había salido a festejar desde temprano con sus amigos, gente que no veía hacia rato, personas que lo hicieron pasar bebida tras bebida sin parar. Él no se había quejado en ningún momento, hace rato que no salía sin importarle mucho la futura resaca, pero en esta circunstancia sentía que necesitaba tomar hasta olvidarse un par de cosas.

Fran se hizo ha un lado para dejar pasar al otro –¿La pasaste bien?– le sonrió, divertido por como el otro se tambaleaba con cada paso.

–Sí...de...diez– arrastró las palabras y el rubio pudo olfatearle el olor a vodka en la boca.

Al dar mal un paso perdió el equilibrio y casi se cae, pero Romero llegó a agarrarlo justo a tiempo, pasó un brazo por su cintura e hizo que Esteban pasará uno de los suyos por su cuello, para poder estabilizarlo.

Lo miró, teniéndolo a solo centímetros –Que bueno– después de aquello cerró la puerta con llave.

Se dirigió hasta el sillón en la sala de estar y dejó al mayor en el, que rápidamente se desparramó con total cansancio por las pequeñas vueltas que le daba la cabeza, y él desapareció por la cocina.

Kuku miró el techo desde su posición, con la mente en blanco y a la vez totalmente ocupada en pensamiento al azar. Se giró al escuchar pasos y se encontró con lo que su mente le gritaba era un ángel. Este traía un vaso con agua y lo que parecía ser una pequeña pastilla en las manos.

–Tomá, así mañana no te duele la cabeza– la dulce voz llegó a oídos de Esteban, que acató la orden de inmediato.

Agarró el vaso y la pastilla, pasándolos fácilmente por su garganta. Dejó el vaso en la mesita ratona que había cerca suyo y dejando a su cuerpo ser manejado por aquella parte de su cerebro totalmente alcoholizada, tomó las manos de Francisco, acercándose a él y dejando un casto beso en ambas, le sonrió.

–Gracias, lindo ángel– soltó el castaño que veía una aureola sobre el cabello rubio.

Las mejillas de Francisco estaban hirviendo, no podía creer lo que Esteban pasado de copas le estaba diciendo. Negó divertido y avergonzado, para después intentar soltar lentamente sus manos, cosa que Kukuriczka no permitió y al contrario, tomándolo con más fuerza, tiró de él haciendo que se sentara en sus piernas.

–Sabés...tu cara...s-se me hace conocida– dijo mirándolo con ojos entrecerrados, producto del sueño y el pequeño análisis que estaba haciendo su cerebro para reconocer al otro.

Fran rió divertido por el estado totalmente fuera de sí en el que se encontraba Esteban –Mirá vos–.

El castaño observó el rostro angelical, conmocionado por la belleza que lo hipnotizaba en su estado divagante, cautivado por aquel ser de luz en sus piernas sintió su cuerpo moverse sin anticiparlo demasiado, otra vez, y se encontró con sus dos manos en aquella pálida piel. Acarició lentamente, viendo cómo el rostro cambiaba su expresión risueña por un semblante totalmente relajado, también persivi, aún en su estado, como los músculos contrarios se soltaban de a poco. Su mano paseó por la mejilla del ojiverde de forma tierna, como adorando cada centímetro de piel, enviando una inexplicable paz a través de cada fibra en el cuerpo de Francisco.

Pasaron segundos, minutos u horas, no lo sabía realmente, cuando se sobresaltó al dejar de sentir las manos pasearse por su rostro para en cambio sentir un peso sobre su pecho y unos brazos rodeando su cintura. Bajó su vista, encontrándose a Kuku con los ojos cerrados, pensó que tal vez estaría con sueño e intentaba dormir, hasta que su voz llegó hasta sus oídos.

–Tu corazón...late en un ritmo lindo– el rubio no evitó que una sonrisa apareciera en sus labios –¿Ustedes tienen un solo cor-corazón cómo nosotros?– el tono de voz delataba que la pregunta realmente iba en serio.

–¿Ustedes?¿Quiénes Kuku?– la diversión se escapó en sus palabras.

–Los ángeles– susurró en un tono tan bajo contra su pecho que Fran casi no llegó a escucharlo, pero lo hizo.



















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Voten que sino no actualizo niaca.

Like an angel | Esteban kukuriczka x Francisco RomeroWhere stories live. Discover now