Capítulo 4.

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Unas de las cosas que más emocionaban a Martin eran los cumpleaños. Bueno, no. Emocionar es poco para lo que él siente cuando llega el cumpleaños de alguno de los que le rodean. Le llenan de euforia, agitación, entusiasmo... De sentimientos enormes, vaya.

Se vuelve un niño cuando le toca comprar el regalo, o hacer la tarta, o preparar la fiesta, ¡O muchas, muchas cosas más!

Y es que daba igual la cantidad de problemas sin resolver que tuviese, porque si alguien cumplía años Martin iba a vivirlo al completo. Desde el lunes de la semana del cumpleaños de Lucas, Martin había invertido sus horas de descanso asegurándose de que la calidad de la celebración se acercase a la perfección lo máximo posible.

El tema de conversación con Ruslana en el piso mientras desayunaban, comían y cenaban había sido relacionado únicamente con el once de enero, el cumpleaños de Lucas.

Y por mucho que Ruslana quisiera poder alternar de tópicos, ver a su amigo con los ojos brillantes por primera vez en un periodo demasiado largo le había permitido tomar un respiro. Porque Martin había hablado y sonreído el triple de veces en aquella semana, que en lo que llevaba en Madrid.

Llevaba una semana dando saltos, chillando y muriéndose de ganas de que el día llegase, por lo que cuando Álvaro le dijo que Lucas había invitado a un par de amigos (sin avisar a Martin) mientras terminaba de colocar toda la comida, Martin se sintió un poco pequeño.

Obviamente, no tenía ningún problema con que su amigo invitase a más amigos a la fiesta, porque era plenamente consciente de que era su día y él tomaba las decisiones. Pero Martin había organizado ese cumpleaños con el pensamiento de que solo estarían los siete de siempre: Ruslana, Omar, Lucas, Alvaro, Bea, Chiara y él.

Así que por mucho que Alvaro le asegurase que, "Esta noche se van a comer más coños que pizzas, amor" a Martin le pareció un disparate que no hubiese comida para todos, y decidió caminar al supermercado más cercano que hubiese (estaba a 15 minutos a pie).

Volvió con las manos llenas de bolsas, el pecho con un sentimiento de alivio y una sonrisita en la boca. Se le estaba complicando meter la llave en la cerradura sin tener que dejar las bolsas en el suelo, por lo que cuando alguien le abrió la puerta lo agradeció.

Pero la decepción que se llevó cuando vio la sonrisa de Lucas al otro lado de la puerta. ¡Se había perdido la parte sorpresa de la fiesta-sorpresa!

-Lucas, ¿Tú qué haces aquí?- Comenzó a escuchar la música que se oía desde el interior del piso y frunció el ceño, se había perdido la primera de las mejores partes del cumpleaños.

-¿Es mi cumpleaños?- Lucas obvió, dándole un beso en la mejilla y quitándole las bolsas de las manos llevándolas sin ningún esfuerzo.

Martin le persiguió a la cocina, porque tenía que demostrar el desacuerdo que sentía con su puntualidad.

-¿Cómo me he perdido tu reacción de sorpresa? Era lo que más alusión me hacía.- Se cruzó de brazos, y se apoyó en la encimera.

-Martin, esta fiesta era de todo menos sorpresa. ¡Ruslana mandó la foto del pastel al grupo!- Se rio y lo abrazó, pero Martin le pegó en el pecho porque Lucas estaba mintiendo. Se había esforzado porque la fiesta fuese sorpresa, y él no sabe guardar secretos como estos.

-¡La ha borrado al segundo! Además, habías jurado no haberla visto.- Se alejó del abrazo y antes de que Lucas pudiese hablar le mandó a callar, sujetando la palma abierta frente a su cara. Le dio la espalda y empezó a sacar las cosas de la bolsa.

-¿No vas a felicitarme?- Martin dio un salto, acababa de caer en que era SU cumpleaños. Corrió a abrazarlo y le pidió perdón un millón de veces. ¿Cómo se le había pasado ese detalle?

Don't you know that I am right here?Where stories live. Discover now