•the beginning

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A Ivy no le molestaba ser una semidiosa. Amaba a su padre y su padre la amaba a ella. Lo único que detestaba era que cada vez que ponía un pie fuera del campamento mestizo debía enfrentar demasiados monstruos.

Tenía una vida feliz. Tenía a sus amigos, su familia y al campamento.

Ese día no era muy distinto a los demás: había sol, no hacía calor pero tampoco frío y ella estaba caminando hacia su lugar favorito del campamento con su cuaderno y lapicera en mano.

Se sentó a varios pasos del campo de entrenamiento (lo suficientemente lejos cono para no estorbar), donde varios campistas la saludaron.

Colocó los audífonos que su padre le había regalado, estos no necesitaban de un dispositivo para poder reproducir música y, al ser inalámbricos, eran bastante cómodos, y comenzó a escribir.

Así pasó su mañana escuchando música y escribiendo poesía, acompañada de los campistas que estaban entrenando.

En la tarde se dedicó a entrenar con una de sus tres personas favoritas: Luke.

—¿Estás lista para quedar en el suelo? —provocó su hermano de corazón apuntándole con la espada de madera.

La menor fingió pensarlo mientras prendía su parlante y reproducía su lista de música para entrenar.

—No lo sé. Hoy traigo mis pantalones de entrenar favoritos, no quiero que se ensucien de tierra —quedó unos segundos en silencio y sonrió divertida mirando al chico. —La respuesta es no —y dio el primer golpe.

Su amigo rió y esquivó la espada de la niña, esa será una pelea divertida.

—☆—

Estaba harta. La mayoría de las noches tenía pesadillas que no la dejaban dormir. Se desvelaba en el bosque mirando las estrellas hasta que amanecía.

Esa noche no era la excepción.

Se sentó apoyándo su espalda en un árbol. No se había dado cuenta de que había caminado tanto hasta que vio el árbol que separaba el campamento de todos los peligros.

Pensó en Grover, su mejor amigo se había ido a buscar (y a llevar al campamento) a un niño que también era un semidiós. Sabía que el sátiro le había dicho el nombre del chico, pero no lo recordaba.

El rugido de un minotauro la asustó.

—¡Mamá! —ese gritó también la desconcertó.

¿Qué está pasando?

Se levantó y corrió hacia la frontera mientras volvía a escuchar el grito de un chico llamándo a su madre. Luego de unos metros logró distinguir la figura del minotauro con la poca claridad que la noche y la lluvia brindaban.

—¿Ivy? —el sátiro llamó la atención de la niña, quien lo ayudó a pararse al verlo en el suelo. —¿Qué haces aquí?

—Grover, ¿qué está pasando? —el pequeño sonido de una vibración y el diminuto destello lejano dorado obligó a los amigos a mirar al chico que estaba parado a unos pasos más adelante que ellos.

El niño tenía una espada, de ahí el destello, y comenzó a correr hacia el minotauro, alertando a su protector y a la semidiosa.

Grover le gritó que no lo hiciera, que era peligroso, pero el chico solo lo ignoró.

Autumn se preocupó al ver al niño chocar contra el piso y perder su espada, así que decidió ayudarlo.

Estiró la mano que no sujetaba a su amigo y sacó sus poderes a relucir. Un aura de color dorado envolvió su mano y la roca que tenía el monstruo, arrebatándosela. El chico se confundió al no saber que había pasado, pero aprovechó la distracción del minotauro para rodar sobre el suelo y subirse a su espalda.

La chica Gebin se sorprendió al ver como el chico mataba al minotauro con el cuerno del propio y caía al suelo luego de que el monstruo se evaporizara en el aire.

Al ver que Grover no podía caminar por si solo, que el chico desconocido estaba desmayado y que estaba sola como para cargarlos a los dos, alzó al chico en el aire con su poder, abrazó de costado a su mejor amigo y mandó a Sunny, un pequeño destello dorado conocido por todo el campamento, a la oficina de Quirón. Ella sabía que Sunny le explicaría que necesitaba ayuda.

Al llegar al campamento Ivy suspiró al ver la cara que Quirón le estaba dando: —Dígame su sermón más tarde, ahora solo quiero mi café —se excusó para luego dejar al chico en una camilla que habían llevado y comenzó a caminar.

—Ivy —llamó el centauro frenando a la niña, quien lo miró. —Con Sunny me mostraste lo que pasó —explicó mandando el destello dorado de vuelta con su dueña, el cual se escondió entre la ropa y el cuello de la chica. —Dime, ¿por qué lo ayudaste?

Ivy se quedó callada unos segundos mirando hacia el suelo: —No hubiera dejado que pasara otra vez. No me lo perdonaría, no si yo estaba ahí y podía hacer algo.

El centauro asintió con la cabeza y dejó que la semidiosa se fuera a su cabaña.


Editado.

Golden // Percy Jackson seriesWhere stories live. Discover now