CAPÍTULO 1

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—Aquí esta su premio, alteza.

Los hombres se inclinan con respeto hacia su reina después de dejar frente al trono lo que parece ser un costal de papas. Pero su contenido es muy distinto de lo que se presume. El cuerpo atado y amordazado de Anira se encuentra en su interior. Inmóvil y aún inconsciente del fuerte golpe que recibió en su cabeza al ser atrapada.

Sucia y desprolija.

Eso fue lo que describió Grecia al ver su interior después de desgarrar el fiambre, un cuerpo encogido por el frío y el dolor.

Una persona, una persona de carne y hueso, una persona con la sangre del mismo color que la suya y con el mismo corazón palpitando en su pecho. Esperó algo distinto, algo como un ogro, una persona de color verde, algo con cuernos deforme y distinto, pero para sorpresa de Grecia que lo había visto todo aquello no tenía nada que ver con las historias que le contaron de niña.

Un humano.

Completamente igual a ella.

Los pies descalzos de Anira están cubiertos de barro al igual que sus prendas desgastadas y desgarradas. La existencia de algo limpio se desvaneció en el bosque al igual que su cabello ahora amarillento por la humedad, cubría su rostro el cual permanecía oculto de la mirada de Grecia.

La reina se inclinó con curiosidad apartando el cabello de la chica para encontrar solo piel manchada bajo un trozo de tela cubriendo sus ojos y boca.

Ese palpitar en su pecho desconocido y ardiente se adueñó de su ser. El sentimiento la hace sentir eufórica mientras sus ojos descienden hacia las cadenas que apresan el cuello, las muñecas y tobillos de aquella persona.

¿Por qué le escocía la piel? ¿Qué hay en esas cadenas que le causan tanto daño?

La escuchó gruñir y removerse bajo su tacto, por lo que se vio obligada a retroceder un poco.

Cuando fue niña se escucharon muchos rumores entre los pasillos del palacio sobre la existencia de seres mágicos con capacidades extraordinarias, igual que los cuentos de hadas que su padre le contaba. Seres místicos que no podían soportar el contacto del hierro sobre su piel. Braza caliente, ácido para marcar las reces, los debilitaba hasta el punto de dejarlos vulnerables frente a otras personas.

Sin duda algo que nunca pensó ver hasta ahora... porque sólo eran cuentos de niños.

—Tardaron mucho en volver-se levanta para ver a sus hombres —¿Qué les tomó tanto tiempo?

Amadeo no pierde tiempo, se inclina tomando con fuerza el cabello de la chica haciendo que ésta de forma violenta quede de rodillas frente a la reina. La brusca sacudida hace que Anira gruña con dolor mientras la sangre mezclada con su propia saliva se escapa de su boca, manchando la tela y su barbilla.

Se había roto el labio.

—Mató a cinco de mis hombres y dos de mis mejores lobos.

Gracia mira lo que hace su general. Es evidente el enojo que siente. Siempre ha sido consiente de lo bruto que puede llegar a ser, y no tuvo queja de esa salvajidad en batalla, pero ahora mismo no deseaba eso.

No necesita armar más líos.

Se vuelve a inclinar frente a la mujer advirtiéndole a su general con sus penetrantes ojos avellana que se aparte.

Los ojos de su reina le causan escalofrío.

Amadeo, sin decir nada, obedece.

—No puedo creer que sólo una joven les haya causado tantos problemas.

En los huesos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora