CAPÍTULO 3

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Su llegada corrió como polvo en el viento. Alarmó de una forma aterradora a los reinos vecino y sembró el caos entre las personas.

Por más que Grecia intentó convencer a los reinos de que no había peligro para llegar a tal extremo, no funcionó. La noticia de una declaración de guerra por traición siguió su curso hasta ver como se formaban los ejércitos en las colinas y valle.

El reino del sur ya no era considerado aliado, sino un traidor.

—Mi señora —el sudor corre por la frente de Amadeo mezclándose con la sangre y su propio miedo —A este paso moriremos todos.

Grecia se niega a creer las considerables amenazas que recibe de parte de los reinos allegados. Los soldados que vuelven a palacio tan heridos y casi muertos la hacen temblar de rabia ante la ignorancia de los demás.

—Hay que encontrar una solución, no podemos simplemente ir a una guerra solo por los caprichos de un reí que no sabe nada.

—Tienen miedo.

—Eso lo se, Amadeo —Grecia quita el cinturón que lleva su espada entregándola a la sirvienta que la sigue en silencio —Ella no es una amenaza.

—Siento que esta segada por esa mujer...

Sus claras intensiones de abrir la habitación—que días atrás de su partida había designado para atender a los heridos, fue interrumpida por las palabras de su general atravesando su corazón como un puñal que se habría  pasa en la carne.

Lo miró, la gélida mirada de su reina hizo que Amadeo retrocediera dos pasos y mirara al suelo, sabiendo que sus palabras habían causado todo menos respeto hacia su reina.

—Deberías tener más cuidado cuando te dirías a tu reina, o pensaré a cuestionar tu lealtad hacia mí.

—Disculpe, alteza.

Grecia abrió las puertas con ímpetu abriéndose pasó dentro mientras un soldado anunciaba su llegada. Para su sorpresa no encontró personas convaleciente, mortalmente heridas como había visto llegar. Sus hombres se hallaban sentados en las mesas recibiendo atenciones de las sirvientas con comida y bebidas. Reían entre ellos y se daban palmadas de felicidad en el hombro.

Grecia reconoció a su soldado más joven entre todos ellos. Lo había visto volver con una mortal herida en su costado que no daba señal de poder recuperarse de aquello, pero ahí estaba con una venda en su costado y riendo entre todos esos soldados.

—Esto es alucinante —anuncia el médico acercándose a ella —El avance médico que posee es sin duda una maravilla.

—¿De que esta hablando?

—Hablo de Anira, sus conocimientos en medicina botánica son muchos más avanzados —eufórico continua: —Conoce muy bien las propiedades de las plantas y su trabajo como curandera es inigualable.

Frunció el ceño, y a pesar de los parloteo que seguía diciendo su médico sintió el olor a hierva buena, a mentol y algo de manzanilla una mezcla muy peculiar, pero agradable porque la reina empezó a sentirse relajada. Dio unos pasos dentro de la habitación saludando algunos de sus soldados.

—Sergio —llamó al muchacho que muy sonriente se acercó a ella —Te vez mucho mejor.

—Me siento mejor —afirma el joven —Si no fuese por la señorita creo que no estuviese aquí.

En los huesos Where stories live. Discover now