Capítulo 16

102 23 55
                                    

A Suni apenas le da tiempo a observar el amplio vestíbulo mientras sigue a Djeric por un corredor repleto de ventanas semicirculares. ¿Un secuestro? Sabe que Ilgarar no es tan civilizado como Ioral, pero ¿un secuestro nada más llegar?

Cuando Djeric atraviesa una puerta doble abierta de par en par, Suni mengua el paso. Se asoma a una sala amplia de paredes revestidas de madera blanca, donde un pequeño grupo de personas se mueven nerviosas y discuten en tonos dispares. Suni se aproxima con sigilo a la ventana más cercana, muy alta, arcada, con cortinas pesadas color terroso.

—¿Usted es señorrita Firrelips?

Suni se vuelve al escuchar la voz del hombre de ojos saltones. Asiente de forma automática.

—Soy mayorrdomo familia Lexer —se inclina ante ella y continúa chapurreando el iora—. Mi nombrre Ansar. Mi placer servirrla.

Suni vuelve a asentir, con la mirada atenta a las personas de su alrededor. Al fondo, junto a una enorme chimenea de piedra clara, está Djeric abrazando a una mujer alta, con un moño de cabellos blancos que se deshace en bucles que caen por su espalda. Al lado, hay un hombre de la misma altura y complexión que Djeric, de pelo rubio desordenado, barba poblada y expresión cansada que habla con dos hombres con sombrero y gabardinas a cuadros, uno de ellos tomando notas. En los sofás y sillas tapizadas que rodean la chimenea, se encuentran dos chicas.

—¿Puedes traducirme lo que dicen? ¿Y decirme quién es quién?

—Por supruesto, señorrita. El señor Oto Lexer es barrba rubia, dice a su hijo que la señorrita Dagny, quinta hija de los Lexer, no estaba en su habitación. Oyerron ruidos, grito. Nadie en la habitación. Los señorres de gabarrdina son investigador.

—¿Detectives?

—Sí, señorrita. Llegarron minutos antes que usted y el señor. La señorra Carin Lexer es pelo blanco, está con el joven Djeric.

Oto Lexer comienza a bramar y a revolverse el cabello. Luce desaliñado con todo desabrochado: la chaqueta, el chaleco, incluso los primeros botones de la camisa. Carin coloca una mano en su brazo. Ese gesto parece tranquilizarlo, moderando el tono de su voz. A diferencia de su esposo, Carin permanece impoluta con su largo vestido de sedas sin una sola arruga. Similar a Djeric, todo abotonado y el sombrero aún puesto.

El sonido de la cerámica haciéndose añicos silencia la sala un par de segundos. Una chica rubia se levanta del sofá farfullando algo.

—La señorrita Aine ayuda con té, ella es la cuarta hija de los Lexer, dieciséis años —explica el mayordomo al tiempo que hace señas a una mujer de falda ancha con delantal, que corre a recoger los restos de la taza rota—. La señorrita Elsta, la joven sentada de pelo blanco, tercera hija de los Lexer: veinte años.

Djeric se acerca a su hermana Aine, que sigue farfullando, y la abraza. Suni observa como él parece susurrarle algo al oído y ella se relaja. Con el mismo mimo con el que se coloca su ropa, Djeric seca las lágrimas perdidas por el rostro de su hermana. Elsta se levanta de la silla, sujetándose la falda, y aparta a Aine de Djeric tomándola del brazo; sin saludar a su hermano, regresa al sofá mientras la sirvienta de delantal blanco les sirve una taza humeante.

—Si la señorrita desea, puedo anunciarrla. Los Lexer aguarrdaban con ansias su llegada, es lamentable este recibimiento...

—No, no, así está bien —Suni se oculta un poco más entre las cortinas—. De hecho, ¿podrías llevarme a mi habitación? Tendré una para mí sola, ¿verdad?

—Desde luego, señorrita, pero no puedo llevarrla hasta que los señorres den permiso.

Suni suspira con resignación. Entonces ve a Djeric alejarse de sus padres con un papel en la mano. Los detectives le dicen algo y él se va a un rincón donde hay un objeto que Suni solo ha visto en fotografías antiguas, películas o dibujos: un teléfono de disco. Es grande, con el disco rojo y el auricular negro. Suni acaricia con añoranza su braz, inútil en esta tierra primitiva.

Choque: Alas Encadenadas #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora