Capítulo 27

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Suni pasea por los jardines de la mansión Lexer junto a Carin y Elsta. Se encuentra de muy buen humor. Suni lo achaca a los efectos estimulantes de montar en napa el día anterior, y de burlarse del delka. Un dos por uno perfecto. Está tan contenta que los preparativos de la boda apenas la afectan.

Un equipo de jardineros recorre el jardín podando, cortando y regando; el aire huele a hierba y a flores. Los decoradores, con cintas métricas y listas en mano, coordinan la disposición de las mesas, las luces y los arreglos florales. En un rincón del jardín, un grupo de carpinteros construye un elegante arco floral.

Al mismo tiempo, Carin pide a Suni su opinión sobre las flores elegidas, su vestido de novia, la comida que se servirá... A lo que Suni responde con un encogimiento de hombros; es un gesto que está perfeccionando la mar de bien esta mañana.

—Después de la boda las salas volverán a estar llenas —expresa Carin mientras observa a todo el mundo trabajar; hay una energía febril en ella que la hace resplandecer—. Oto tendrá sus reuniones con la Orden de Caballeros Draaks, yo con mis Damas de la Seda Dorada, Elsta recibirá a sus pretendientes, haremos fiestas para que Aine encuentre candidatos. Las habitaciones de invitados se llenarán. Pronto habrá bebes...

El corazón de Suni le martillea en la garganta, como las alas en movimiento de un insecto atrapado bajo la piel. No quiere que el tema continúe por ahí.

—Djeric siempre es el héroe, o eso parece —dice Elsta con un toque de amargura que despierta el interés de Suni.

Carin dirige una mirada punzante a su hija; Elsta suspira y añade:

—Yo lo que más echo en falta es la música.

Ante esas palabras, el entusiasmo de Carin se apaga de un soplido. Suni observa a ambas mujeres sin comprenderlas.

—Dagny toca muy bien el piano —suelta para romper el frío que se ha instalado de repente entre ellas.

Es recompensada con una sonrisa amable por parte de Carin antes de ponerse a hablar con los decoradores. Suni aprovecha para ahondar en las palabras de Elsta.

—¿Qué has querido decir con eso de que Djeric parece un héroe? Ha sonado como si la realidad fuera otra.

Elsta acaricia unas plumosas flores de astilbe rojo con la mirada perdida.

—Para mí es fácil ver las sombras mientras el resto se ciega con su brillo.

El estómago de Suni baila de emoción al darse cuenta de que Elsta podría convertirse en una aliada. También aumenta su curiosidad.

—¿Y qué ves en él que nadie más ve?

Elsta le dirige una larga y seria mirada, hasta conseguir que Suni se incomode.

—Djeric es mi hermano menos favorito, pero es mi hermano. Tendrás que descubrirlo por ti misma.

Dicho eso, se da la vuelta y se aleja con pasos lentos. «Adiós posible aliada», piensa Suni con una punzada de decepción.

Con Carin ocupada con los decoradores y Elsta adentrándose en el jardín de astilbe, Suni se queda sin saber qué hacer. Hasta que ve a Aine corriendo hacia la mansión como si escapara de algo. La curiosidad de la chica se reaviva. La sigue.

Aine no se detiene hasta llegar al comedor, que tiene acceso al jardín. Sus jadeos guían a Suni hasta encontrarla en una esquina, apoyada contra la pared con la mirada en el techo.

—¿Entrenando para alguna maratón?

Aine da un gracioso bote al escuchar la voz de Suni, y se pone la mano en el corazón como para impedir que escape. Antes de que pueda hablar, Ansar aparece con una bandeja llena de vajilla negra mate y algo humeante.

Choque: Alas Encadenadas #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora