CAPÍTULO 10.

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•JOSEPHINE ASTLEY•

—Cariño... —fue todo lo que dijo, pero solo escucharlo decir aquello calmó y rompió mi corazón hasta hacerlo pedazos imposibles de ignorar.

Sus brazos me envolvieron con fuerza y deseé que nunca más volviera a soltarme. Solo necesitaba quedarme ahí, con él, sentir que tenía un refugio y un hogar al cual volver. Sabía que estaba mal, muy mal, pero podía ocultar este pecado en la oscuridad por ahora.

Sus labios depositaron un suave beso, tan ligero sobre mi mejilla que por un momento creí que había sido producto de mi imaginación, pero era real, él era tan real y estaba ahí.

Entonces lloré. Lloré porque ya no estaba más sola, porque a pesar se estar lejos de aquello que llamaba hogar él y las personas en Minsk habían hecho demasiado por mí.

Lloré. Y seguí llorando porque lo necesitaba y era lo único que podía hacer después de todo.

Sus brazos me rodearon durante mucho tiempo, demasiado. Las lágrimas se perdieron una vez más y tuve que volver a la realidad, porque llorar no iba a solucionar nada, nunca lo harían, aunque siempre aliviaban una parte frágil de mí.

—Josephine, cariño, ¿estás bien? — preguntó en voz suave junto a mi oído, asentí despacio.

Una suave risa escapó de sus labios y ese fue el mejor sonido que pude haber escuchado en mi vida y por mucho mas tiempo. 

Me alejó un poco de sus  brazos, aunque realmente yo solo quería quedarme en ellos, fundirme en ellos y vivir ahí. Me observó. Repasó mi rostro con detenimiento y a detalle, sus nudillos tocaron mi mejilla, eran cálidos y suaves.

—¿Volverás a Loramendi pronto? —pregunté despacio mientras tomaba aire, su expresión se volvió un poco triste, extraña y sus hombros se tensaron.

—Tan pronto como podamos llegar a un acuerdo con el rey William y su corte — respondió con suavidad.

—¿Puedo volver contigo entonces?

Él me miró, sus ojos grises que veían mucho más allá de mí, quizá mi propia y desgastada alma. Parecía querer decir muchas cosas, pero no encontraba las palabras adecuadas o tal vez no quería herirme con ellas, cualquier cosa que fuera me aterraba.

—No —susurró, un suave y ligero susurro que heló mi cuerpo—. Preferiría que te quedaras aquí y a salvo, cariño.

—Pero...

—No, Josephine. Por mucho que deseé llevarte conmigo no puedo arriesgar tu seguridad, no ahora —dijo y sus manos acunaron suavemente mi rostro entre ellas.

—Luckyan, no puedo quedarme más tiempo aquí, yo...

—Éste es el lugar más seguro donde estar, al menos por ahora,  cariño. Loramendi quizá se convierta en un infierno cuando trate de robarle el poder a mi padre — dijo y su mirada perdió un poco de su brillo.

—No tengo nada aquí, Luckyan... Yo... realmente no tengo nada —comencé con lágrimas en los ojos, pero no era verdad, por supuesto que tenía a personas que se preocupaban por mí incluso sabiendo que venía de la nación enemiga, suspiré.

—Jo, cielo, no sabes lo mucho que me duele tomar esta decisión, pero sé que es lo mejor que puedo ofrecerte ahora. —Su voz fue suave y estaba llena de tristeza, asentí con pesar—. Volveré, sea como sea, volveré por ti, es una promesa.

—...Sí.

Pero, ¿realmente creía que esto era lo mejor? ¿Él estaba seguro que quedarme más tiempo en Minsk era lo más seguro?

EL PRÍNCIPE QUE SOÑÓ CON SER REY [LIBRO #2]Where stories live. Discover now