EPÍLOGO I.

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《JOSEPHINE ASTLEY》

Las gotas de lluvia golpeaban ritmicamente el cristal ondulado de la ventana. El sol de media tarde había quedado oculto tras las nubes grises y bajas que rodeaban Mariehamn. A lo lejos el sonido de una campana que llamaba de forma casi perezosa. El aire olía a peonias, una suave nota suave y fresca que evocaba jardines y colinas verdes.

Mis ojos se encontraron con los de Olive en el espejo grande y finamente ornamentado en oro y plata, un regalo de alguien que deseaba ganarse mi favor, aquel par de ojos almendrados y el rostro amable y hermoso me regalaron una sonrisa que me hizo sentir mejor, más segura, más real de alguna manera.

Coloco otra peineta de color blanco perla para sostener mi cabello trenzado y se alejó un par de pasos para mirar el peinado que acaba de terminar. No me dio tiempo de admirar la dedicación y lo exquisito de aquel trabajo cuando se puso frente a mí y comenzó a colocar maquillaje suave sobre mi rostro.

Cuando terminó se retiró a un lado y yo pude observarme en la superficie plana y lisa del espejo. Los labios en un tono rosa suave y con olor a fresas, un ligero rubor que cubría mis mejillas. Había trenzado mi cabello en una parte y había dejado caer el resto por mi espalda de forma natural y suave. Sonreí y los ojos de Olive se llenaron de lágrimas, pero no las derramó y, en cambio, se dirigió al armario con pasos rápidos, dejó sobre la cama el vestido que usaría.

Era una pieza hermosa, tal era la belleza de aquel vestido que cada vez que lo veía me quedaba sin aliento, un regalo de Luckyan.

—Es hermoso —dijo en voz suave Olive como leyéndome el pensamiento, asentí despacio y le regalé una sonrisa amplia aunque la verdad era que jamás me había sentido tan nerviosa o extraña como en ese momento.

Otra doncella más entró a la habitación en ese momento y junto a Olive se encargaron de desvestirme con cuidado, para luego ponerme el vestido de novia. Era total y absolutamente extraño y ajeno el tener a personas siempre a mi lado haciendo cosas que normalmente haría por mí misma, pero aquel día le había dicho a Olive que me encantaría toda la ayuda que pudiera darme empezando por vestirme y peinarme y ella..., nunca la había visto tan feliz antes.

Arregló un par de arrugas aquí y allá y ambas retrocedieron para mirarme, las lágrimas cayeron en ese momento por las mejillas sonrojadas de Olive y la otra doncella, Marian, se limpió los ojos con disimulo mientras se dirigía a la puerta para dejarnos solas de nuevo.

—Mírate, Josephine —me apremió Olive y quitó la sábana oscura que cubría otro espejo, ahora de cuerpo completo, igual de maravilloso que el anterior y me miré, las lágrimas se acumularon en mis ojos con fuerza, pero me negué a dejarlas salir y en cambio, sonreí de nuevo.

—Gracias, Olive —susurré y ella negó con la cabeza.

—Un placer.

—No..., no lo digo solo por esto, gracias por estar aquí. Gracias por volver —dije despacio, porque era verdad, yo no tenía a nadie más aquí y que ella hubiera vuelto de Minsk cuando muchos de los otros sirvientes no lo habían hecho de nuevo, me hizo quererla y apreciarla mucho más, valorar su compañía a cada momento.

—Jo, sabes que no te dejaría sola.—Sonrió y me dio un abrazo rápido para no arruinar el vestido y caminó hacia el tocador donde el ramo de peonias blancas descansaba, lo dejó entre mis manos y estas temblaron casi de inmediato.

Salió de la habitación minutos después, me quedé sola y observé la lluvia que seguía cayendo y los árboles del bosque real que rodeaban el palacio y en ese momento lo supe, reconstruiría la ciudad y cada pueblo de Loramendi que por años habían sido pisoteados y dejados de lado; ayudaría a todos los súbditos y haría que encontraran su lugar, no dejaría que nadie muriera de hambre o pasara frío y cuando eso estuviera por fin hecho, iría a Minsk, iría a buscar aquel hogar que el rey William me prometió y me llevaría a Luckyan conmigo y viviríamos tranquilos, felices..., bien.

Sonreí y tomé una bocana de aire temblorosa. Caminé hacia la puerta de la habitación con pasos vacilantes que, de a poco, se  volvieron más estables..., mucho más decididos. Salí al pasillo iluminado con lámparas de aceite y arreglos florales, sonreí y me erguí un poco más, mis pasos fueron apagados por la pesada alfombra cuando avancé despacio por el corredor, mejor así.

❁❁❁❁

—Inclínense ante Josephine Astley, reina y protectora del reino, consorte real del rey Luckyan Loramendi. ¡Salve, la reina Josephine! Que su reinado sea largo y próspero así como su corazón es gentil y noble.

Una corona de oro blanco fue puesta sobre mi cabello trenzado por el consejero real, era una pieza delicada y hermosa, que evocaba pequeñas enredaderas que se entrelazaban y rubíes del color de la sangre fresca brillando al atardecer. El consejero real, Anthony Veertanen, me dedicó una sonrisa que estaba cargada de orgullo y admiración, se colocó junto a Luckyan quien sonreía con una versión de aquella misma corona sobre su cabello negro como la noche.

Aparté mi mirada de aquel par de ojos grises que siempre tocaban mi alma de forma suave y miré hacia el pueblo, mi pueblo. Todos y cada uno de los pobladores de Loramendi desde el norte al sur, plebeyos y nobles, estaban ahí arrodillados ante nosotros,  mis manos temblaron, pero no pude evitar sonreír, porque sí, una plebeya igual que ellos, una tonta campesina era ahora su reina.

—Nunca deseé más de lo que ya era —dije en voz firme y fuerte, todos alzaron su rostro hacia el sonido de mi voz y la suave brisa recorrió aquella plaza de forma cálida—. Para mí ser repostera y cuidar de mi familia era todo lo que necesitaba y lo que podía atreverme a querer y necesitar en la vida y estaba bien. —Tomé aire y la mano de Luckyan sostuvo la mía, me dio un ligero apretón y que ello infundió en mí un poco más de valor—. Así que estar de pie en este día y en este momento me llena de felicidad y orgullo, pero también de miedo y un poco de incertidumbre por el futuro próximo, sin embargo, el rey Luckyan y yo haremos todo lo que este en nuestras manos para hacer de Loramendi, la nación poderosa y orgullosa que antaño fue. Tengan por seguro cuando les digo que estamos dispuestos a entregar todo lo que somos, nuestra vida misma por todos y cada uno de ustedes, para que nadie vuelva a pasar hambre o frío, para que nadie tenga que ver los horrores de la guerra y para que nadie tema jamás al presente y mucho menos a lo que vendrá después. Loramendi se levantará y cada uno de nosotros con ella.

Mis palabras lanzaron ecos en la plaza, los ojos y los rostros estaban puestos en mí y vi en ellos, por fin, luego de mucho tiempo, esperanza, esperanza por un futuro más próspero, una vida más digna y una mejor nación.

La primera línea de presentes se puso de pie lentamente, entre ellos vi a la señora Edwards, a Alfred y junto a él a Olive y muchos otros que habían comenzando la revolución junto a nosotros para derrocar al rey Eadred, aunque todavía lamentaba que Raphael no estuviera ahí.

—¡Salve al rey Luckyan August Loramendi, protector del reino! —gritaron con voz a cuello y el resto lo siguió con entusiasmo, Luckyan sonrió, sus ojos grises brillantes y por fin tranquilos. Se inclinó en una reverencia profunda frente a sus súbditos y ellos estallaron en aplausos.

—¡Salve a la reina Josephine Astley, protectora del reino! —gritaron ahora, miré aquella multitud reunida y mi corazón se sintió menos triste, menos fragmentado.

Fue mi turno de hacer una reverencia por los caídos en la guerra, por los que nunca iban a ver otro amanecer o tener un futuro. Hice una reverencia por todos los que confiaron en mí incluso cuando mis acciones y mis palabras carecían de sentido..., hice una reverencia por los que estaban ahí y por mí.

—FIN—

Escribí una parte de este capítulo hace dos meses, me alegra que ahora puedan leerlo ❤️ Nos leemos en el Epílogo 2, que pronto será publicado❤️

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Escribí una parte de este capítulo hace dos meses, me alegra que ahora puedan leerlo ❤️ Nos leemos en el Epílogo 2, que pronto será publicado❤️

EL PRÍNCIPE QUE SOÑÓ CON SER REY [LIBRO #2] 《COMPLETA✅️》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora