CAPÍTULO 28.

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《JOSEPHINE ASTLEY》

El ala oeste era exactamente igual que las otras alfombras color burdeos, pinturas de paisajes hermosos e imposibles, bustos de mármol de los antiguos reyes de Loramendi, cortinas con hilo de oro, todo lo que había ahí denotaba arrogancia y ostentosidad en su máxima expresión. Me di cuenta que solo con vender una de aquellas alfombras tendría el dinero suficiente para vivir cómodamente durante el resto de esta vida y la siguiente, sin embargo, estaban ahí adornando un palacio vacío y sin alma.

Seguimos avanzando sobre el corredor, varias puertas quedaron a nuestra espalda, aquella ala estaba en extremo silenciosa y era espeluznante la forma en como nuestra respiración y nuestros pasos eran lo único que podíamos oír.

—¿Dónde están todos? —pregunté, Olive se encogió de hombros con una mueca de incertidumbre en el rostro.

—Recemos porque el rey haya ido a la iglesia a expiar sus pecados junto a la reina —dijo mientras ponía los ojos en blanco, sonreí a pesar de todo.

Recorrimos otros metros más y doblamos a la derecha hasta llegar a una de las puertas que era el doble de grande que las otras, con cerraduras y manijas de lo que parecía ser oro en su estado puro, tragué. El guardia apareció en ese momento con pasos indiferentes y expresión aburrida y se apoyaba en la pared junto a la puerta como si no tuviera nada mejor que hacer y probablemente así era, nos miró por un segundo antes de hablar con voz grave.

—¿Qué hacen aquí?

—Nos enviaron a cambiar las sábanas y arreglar los aposentos de su majestad —dije en tono seguro mientras hacía un gesto a las sábanas que llevábamos en los brazos, y obligué a mi cuerpo a mantenerse firme.

—No me avisaron nada de esto —respondió con voz monótona, suspiró y se cruzó de brazos—. Lo lamento, pero las órdenes del rey son no dejar pasar a nadie, ni siquiera a las sirvientas.

—Bien, de acuerdo. Discúlpenos por molestar —contestó Olive, dimos media vuelta y volvimos sobre nuestros pasos, porque si seguíamos insistiendo podríamos llamar aún más la atención y era algo que no queríamos, no cuando los golpes todavía visibles en mi rostro me volvían alguien demasiado fácil de reconocer entre los demás. 

—Lo lamento, Jo.

—Está bien, tampoco pensé que sería algo realmente fácil, de hecho nada de esto lo es... no sé... no sé como diablos voy a convencer a todos de...

Y entonces lo oí, un leve murmullo en aquel silencioso corredor, me detuve y Olive hizo lo mismo. Nos quedamos de pie sin hablar, sin respirar y el murmullo volvió a oírse detrás de nosotros, era apenas un suave y ligero, muy ligero susurro.

Caminamos de vuelta y comprobamos cada puerta, ahí había un número exagerado de puertas cerradas.

—¿Hola? —pregunté con un hilo de voz consciente que probablemente podría ser escuchada por el guardia metros detrás de nosotros, pero recé para que no fuera de esa manera.

Otro murmullo en una puerta a mi izquierda, era pequeña y desentonaba con todas las demás, presioné mi rostro contra ella y la escuché. No lo pensé y saqué la llave, con un suave crujido la puerta se abrió y el olor a humedad y descomposición nos golpeó con fuerza.

La habitación estaba simplemente iluminada con una vela sobre un soporte de hierro y le daba un aspecto tenebroso a las sombras que se proyectaban por la pared.

Avancé adentro un par de pasos y Olive entró también, cerró la puerta y se pegó a ella rápidamente escuchando si alguien venía. Tomé la vela del soporte e iluminé aquel lugar, el olor era sofocante, me recordó a la prisión debajo del palacio.

EL PRÍNCIPE QUE SOÑÓ CON SER REY [LIBRO #2] 《COMPLETA✅️》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora