CAPÍTULO 35.

176 23 13
                                    

《LUCKYAN LORAMENDI》

Los ojos castaños habían perdido su luz y parte de mí corazón se fracturó por ello. El fantasma de los golpes todavía se mantenía en su piel pálida como un recordatorio para el mundo, para ella y, sobre todo, mí mismo porque no había logrado ayudarla o defenderla.

Su sonrisa antes hermosa y brillante también había desaparecido de golpe y había dejado tras de sí una línea fría y temblorosa que pocas veces había visto en aquel precioso rostro. Algo en Josephine había muerto como una flor que se marchita luego de ser cortada de forma cruel.

Me miró por lo que pareció una eternidad, había un miedo tan profundo en ella que era doloroso verlo, sin embargo, no podía definir a Josephine como alguien cobarde, porque no lo era, nunca lo sería, aunque en ese momento la duda se sembró en mí.

Me acerqué un paso, sus ojos oscuros parecieron paralizarse y su cuerpo entero se tensó,  ¿era por temor a mí? ¿Por temor a alguien o algo más? La respuesta quizá me asustaría más de lo que pensaba.

—Jo —susurré y las lágrimas se deslizaron por sus mejillas, pero ya no eran por mí o por Lauren, eran lagrimas por ella. Sus mejillas palidecieron un poco más y tragó de forma notoria.

Me acerqué otro paso más, ella respiró hondo mientras el miedo y cada sentimiento de horror era escondido detrás de aquella máscara de fuerte indiferencia de su rostro, pero verla hacer aquello dolía en lo más profundo de mi propia alma.

Cuando un solo paso nos separaba, no pude más al ver como mi avance la hacía temblar y como se preparaba para huir si era necesario. Me detuve ahí mismo, con los brazos firmes contra mis costados y el corazón roto en mil pedazos por todo lo que habíamos tenido que pasar en tan poco tiempo.

Fue ella quien dió ese último paso y se arrojó a mis brazos y se hundió en ellos con desesperación. La consolé como ella lo había hecho hacia pocas horas atrás, porque no había otra cosa que yo pudiera hacer para que se sintiera mejor, para que se sintiera a salvo.

Lloró.
Lloró por largo rato e interminables minutos entre mis brazos, sin decir ninguna palabra, en un silencio total y la dejé porque quizá era lo único que necesitaba para seguir adelante.

Cuando las lágrimas por fin dejaron de manchar su hermoso rostro, la dejé sobre un sillón y coloqué una manta a su alrededor porque todavía temblaba. Me acerqué hasta la mesa donde la señora Edwards había dejado una bandeja de té y le serví una taza tibia, la dejé sobre la mesa del centro y me arrodillé a su lado.

—No..., no debería ser así —susurró con voz ronca, sus ojos encontraron los míos y me encogí de hombros—. Estuviste prisionero por mucho tiempo y... y tu hermana está... está muerta... se supone que yo...

—Está bien, Jo. Me complace hacerte sentir mejor —respondí en voz baja, tomé su mano con la mía y besé el dorso con delicadeza, aquel gesto a penas le robó una ligera mueca que parecía una sonrisa forzada.

—Luckyan... —comenzó, pero se quedó callada observando la llama de lámpara arder suave y lanzar sombras al techo.

—Cuando era pequeño no tenía a nadie, mis padres estaban demasiado ocupados gobernando y con la guerra. Lauren había desaparecido y yo todavía no entendía la gravedad de eso. Los sirvientes tampoco hablaban conmigo por temor a la ira de mi padre, de su rey. —Sonreí sin humor—. Me la pasé entre clases con tutores y yendo y viniendo entre bases militares para entrenar. No había nadie a quien yo realmente le importara como persona... Yo era solo un título real, el príncipe de Loramendi y el futuro rey, no había nada más y nadie quería ver más allá. —Suspiré—. Cuando mi padre se enfadaba era yo el blanco más fácil para desquitar y calmar su enojo. Fui golpeado por él en repetidas ocasiones hasta perder la consciencia o encerrado en alguna habitación oscura hasta que el consejero Clifford intercedía por mí o, en su defecto, hasta que mi padre volvía a recordarme y recordar que yo era el heredero al trono. —Guardé silencio un momento—. Cuando me hice mayor las golpizas de mi padre se volvieron peores, las cicatrices de mi cuerpo son gracias a él... a mi padre.—Tragué—. Nunca nadie hizo nada, ni mi madre, ni los sirvientes, aunque claro, éstos últimos estaban asustados y recibían sus propios golpes, no podían hacer nada y yo tampoco lo podía permitir. Cuando los golpes ya no fueron suficientes fui enviado a los campos de batalla para pelear en la primera línea con el ejército de Loramendi a morir o vivir... He matado gente inocente y he enviado a la misma gente inocente a su muerte y todos los días me arrepiento por eso.

Guardamos silencio mientras Josephine sopesaba mis palabras mientras yo mismo reflexionaba sobre ellas.

—Todos se cuestionan ahora el porqué no he matado todavía a mi padre, porqué dudo en hacerlo incluso ahora con mi hermana y mi madre muertas..., por supuesto que me gustaría matarlo por todo lo que ha hecho contra nosotros y contra el reino..., pero han sido años, demasiados años siendo golpeado y encerrado... Fueron años en los que él tuvo la oportunidad de quebrar algo dentro de mí de forma casi permanente y ahora es imposible de reparar o echar de lado. Sé que ahora más que nunca se merece morir, pero me siento aterrado por ello... Es una estupidez y...

—No. No es una estupidez, Luckyan, no para mí —susurró en voz grave, y su mano se apretó con fuerza en la mía mientras miraba más allá, tal vez a sus propios recuerdos dolorosos—. Creo que al final es tu parte humana la que todos ven, la que todos aman y apoyan, porque yo lo hago. —La cobija se deslizó hacia abajo y ella se sentó a mi lado

—¿Estás bien, cariño? —pregunté, envolví mi brazo de forma ligera sobre sus hombros y ella se estremeció un poco.

—No.

Fue solo una palabra que desató en mí una ira fría y un sabor amargo y agobiante sobre mi boca.

—Te escucho si quieres hablar —susurré—, pero si no es así, también lo entenderé.

Descansó su cabeza sobre mi hombro y suspiró con pesadez, mi inundé en su suave olor a canela y algo un poco más dulce propio de Josephine. Se estremeció y su voz fue suave y llena de dolor cuando me contó lo que había ocurrido después de que nos vimos en Minsk.

La miré, solo había dolor. En ella solo había dolor, miedo y algo totalmente diferente... asco, asco por sí misma. Mi corazón si era posible volvió a romperse con aquella historia, con su dolor y el mío.

—Yo... Yo entenderé si tú... no quieres... —Las palabras se atoraron en su garganta y las lágrimas cayeron como pequeños diamantes en aquella oscuridad.

—¿Disculpa? —pregunté en un tono más seco del que pretendía, sus ojos buscaron los míos y su cuerpo tembló.

—Entenderé si no... si ya no quieres estar conmigo —dijo y el desconsuelo de aquellas palabras fueron como otra puñalada para mi alma y mi corazón. Respiré hondo.

—Jamás..., jamás quiero volver a escuchar esas palabras en tu boca, Josephine. Te amo y esto... —cerré los ojos un momento—. Y esto no va a cambiar el amor que siento por ti, nunca.

—Pero, ¿no sientes asco? ¿No sientes...?

—No te atrevas a creer por un solo momento que yo sentiría asco o repulsión por ti porque no es verdad, nunca será verdad.—Tomé sus hombros con fuerza y la abracé—. Josephine, cariño, lo lamento... lo lamento tanto. Yo... ni siquiera tengo palabras para decirte lo aterrado y lo mucho que siento no haber estado ahí para cuidarte... Lo siento, lo siento, sé que todo esto es mi culpa...

—No... —Pequeñas lágrimas volvieron a caer de sus ojos—. Nada de esto es tu culpa, Luckyan, nada —dijo y sus labios aunque todavía temblorosos besaron los míos con suavidad por un momento.

—Te prometo darte la vida que mereces —susurré porque estaba destinado a hacerlo incluso si eso significaba sacrificar todo lo demás—. Prometo que mientras viva haré todo lo posible por hacerte feliz y verte sonreír —dije despacio contra sus labios, miré aquellos hermosos ojos oscuros que tanto adoraba y quel rostro precioso que tanto amaba—. Y pelearé en esta guerra, mataré a mi padre si es necesario solo para que tú tengas un lugar seguro y hermoso en el cual vivir.  Mi corazón, mi alma y todo lo que soy es tuyo, Josephine. Te amo, cariño.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
EL PRÍNCIPE QUE SOÑÓ CON SER REY [LIBRO #2] 《COMPLETA✅️》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora