Capítulo 2

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Todos susurraban la noticia. Los empleados no dejaban de hablar al respecto, algunos entretenidos y otros quejándose de que no podían dar un paso en cualquier dirección sin que un cliente los detuviera para preguntarles sobre Angel Dust.

Después de tantos años.

Después de alimentar sus fantasías solo con la voz del antiguo actor pornográfico.

Después de haberlo poseído en sueños, utilizando como combustible lo que podían captar de Angel a través de sus radios y viejos videos que habían logrado coleccionar.

Angel había vuelto.

En carne y hueso, gracias al Overlord de la Suerte, y debía estar ahí. Ahí, pero ¿dónde? ¿En qué casino? ¿Haciendo qué? ¡Lo que fuese! Lo necesitaban. El Infierno necesitaba a Angel Dust. El pecado encarnado y la droga adictiva por excelencia.

Husk encontraría entretenido todo eso si no fuese porque esa horda de fanáticos solo estorbaba por un rato, pero no jugaban. Entraban con sus bolsillos llenos y se iban de la misma forma. ¿Qué tipo de negocio podría lucrar con todo eso? Lo que esos adictos al sexo deberían estar haciendo era mostrar su devoto agradecimiento a Husk jugándolo en sus casinos ¿no? Después de todo, por lo que ellos sabían, había sido Husk quien trajo de vuelta a su adorado Angel Dust, ¿no?

Pero lo que todos esos demonios no entendían, y no parecía que lo entendiera Angel tampoco, es que el pecador no estaba listo para ser soltado relativamente libre en los casinos haciendo de las suyas. De actor pornográfico a cantante de radio y ahora de vuelta al escenario. El escenario que Husk había preparado para él mucho antes de que Angel estuviese bajo su control. El escenario que como Overlord había imaginado que sería perfecto para tener al Ángel de la Radio hipnotizando a todos los presentes, incluido él.

Pero la transición necesitaba tiempo, esfuerzo y ajustes.

Cualquiera pensaría que trabajar con Alastor le daría paciencia y calma a Angel, pero...

―¡Oye! Gato gruñón, no soy un canario que puedas encerrar.

Husk anotó con un lápiz la cuenta en que se había quedado y frunció el ceño al notar la mancha de tinta azul en el puño de su camisa. Malditos bolígrafos recargables, siempre goteaban ¿Por qué los seguía comprando? Husk levantó la mirada y pudo sentir como sus cejas se elevaban casi cómicamente.

Angel se había apropiado del diván cerca de su librero, ese que Rosie le había regalado y él no había entendido su utilidad hasta que lo usó y notó lo amigable que era con sus grandes alas y adolorida espalda cuando quería sumergirse en una buena lectura. Pero Angel estaba recostado en el diván, su cabeza colgando hacia el suelo y esas largas piernas elevadas sobre el respaldo. Todo su cuerpo ocupaba perfectamente la longitud del diván y lucía cómodo. Exquisito. La larga falda en A, propia de los años 30, se le había recogido descaradamente sobre las caderas, mostrando la curva de su trasero para cualquiera que entrase a la oficina. La chaqueta había desaparecido en algún momento y la blusa de seda negra con escote en forma de corazón seguía la curva en que el pecho de Angel cada vez que este lo elevaba con cada dramática respiración.

Los demonios venían buscando a Angel Dust, pero este se encontraba con él. Lejos de cualquier ojo vigilante. Encerrado en su oficina y siendo tan fastidioso como un dolor de muela.

―No, no eres un canario, pero hay terrarios para arañas saltarinas, ―respondió Husk, sintiendo sus labios estirarse en el fantasma de una sonrisa cuando notó la franca exasperación en la cara de Angel.

―¡No soy tu mascota!

―No dije eso.

―Terrarios son para mascotas, ―gruñó Angel.

Suerte y SusurrosWhere stories live. Discover now