Capítulo 3

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Angel sonrió al espejo y Rosie le devolvió el gesto. Era un buen día cuando podía pasar un momento con ella. Las manos expertas de la mujer fueron tomando sus medidas y adulando el hecho de que Angel no había perdido peso. Alastor se había encargado de devolverlo a un estado saludable, y aun en su más indiferente atención, el Demonio de la Radio le había dejado claro que era alarmantemente lamentable ver un cuerpo que solo era piel y huesos.

Hasta ahora Angel solía aferrarse a esas palabras, pero a veces la voz de Valentino volvía con toda fuerza, asegurándole que lucía detestable cuando se sentaba y su vientre se doblaba, incluso si era ligeramente.

Pero era normal. Más que normal. Era lo mínimo.

Angel miró su cuerpo en el espejo y el cómo solo una indecente lencería cubría su entrepierna y exponía su trasero. Lucía bien. Lucía hermoso y atractivo. Sexy.

Angel se repitió una y otra vez eso. Rosie le había dicho que se relajara y dejara de contener el aliento y tensar sus músculos para el espejo, así que su vientre caía ligeramente sobre la banda elástica de su ropa interior. Porque era normal que su vientre fuera suave y los huesos de su cadera no fueran notorios. Lucía bien. Lucía hermoso y atractivo. Sexy. Rosie siempre le decía que, así como se veía en ese momento era un cuerpo delgado, que lo que Valentino le forzaba a tener era un cuerpo desnutrido y frágil.

Ahora Angel era fuerte, tenía energía y su cuerpo lo reflejaba. Él se forzó a mirarse en el espejo y sostuvo su atención. Era hermoso no por cómo lucía su cuerpo, sino por quién era él. Y ese era su cuerpo, uno que no debería sufrir para la aceptación de otros. Uno que no debería ser torturado para calzar los estándares de belleza de otros.

―¿Deseas unos dedos cubiertos en chocolate? ―Rosie preguntó cuando se apartó de él para tomar algunos alfileres.

―No, gracias. Sabes que la carne de demonios no es... lo mío.

La voz de Husk a su espalda lo hizo estremecerse, y Angel respiró hondo. Su Overlord, su nuevo Overlord, lo había llevado con Rosie para conseguirle el guardarropa para sus números. Husk había sugerido esperar fuera, pero después de un cruce de miradas entre ellos, Rosie insistió en que la presencia de Husk era necesaria para tomar decisiones, y Angel le siguió el juego. Así que el viejo gato se había sentado atrás de ellos y tomado un periódico para no tener que mirar a Angel semidesnudo. Pero él podía sentir los ojos de Husk lanzarle miradas, especialmente cuando Angel soltaba uno o dos comentarios que hacían reír a Rosie. Él sospechaba que a su nuevo Overlord le gustaba mirarlo porque lo encontraba atractivo más allá de su físico; tenerlo cerca pero no tocarlo.

Eso era algo nuevo, pero bien recibido, especialmente porque Angel disfrutaba de ese tipo de atenciones. Él quería decirle que debía mirarlo más, desearlo con más fuerza, aferrarse a él hasta que Husk no tuviese suficiente para que así nunca lo soltase.

―Oh, no tú, querido. Le preguntaba a Angel, ―dijo Rosie entretenida y giró su cabeza en la dirección de ambos―. Recordé que tengo unas nuevas delicias y sé que nuestra estrella tiene un gusto por las cosas dulces.

Y por los excesos.

―Me encantaría, pero temo manchar tus telas, ―confesó Angel, moviendo sus dedos en el aire conociendo bien cómo el chocolate se derretía fácilmente y el tipo de desastre que siempre hacía cuando lo dejaban a sus propios placeres.

―Es verdad... ―Rosie se detuvo y rio entre dientes―. Husk, querido, ¿crees que podrías ayudar a Angel? Los dulces están sobre la mesita junto al espejo y yo debo ver los bocetos.

―Rosie... ―Angel protestó.

Pero para su sorpresa, su Overlord se levantó, sin ocultar su exagerada queja por tener que moverse. Angel le lanzó una sonrisa burlona. A Husk le gustaba actuar como un hombre viejo a pesar de ser un inmortal poderoso que se regeneraba. El Overlord pasó junto a él, una de las alas acarició su brazo por un breve momento y luego volvió, parándose frente a Angel y abrió la cajita de metal preciosamente decorada con los colores de cada Círculo. Angel sintió su boca salivar. Eran dedos delicados, posiblemente de demonios jóvenes, cada sección tenía diferentes tipos, haciendo referencia a cada Círculo del Infierno y sus habitantes. La cobertura de chocolate llegaba a cubrir cada dedo por completo, pero el hueso estaba expuesto para que fuese más fácil tomarlos sin mancharse. No que eso fuese de alguna ayuda a Angel, quien siempre encontraba formas de hacer un desastre.

Suerte y SusurrosWhere stories live. Discover now