Capítulo 6

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La bolsa estaba ahí, burlándose de Angel. Este se cruzó de brazos y dio un paso hacia adelante, decidido a no dejar que esa enorme bolsa de regalo lo venciera. O, peor aún, que se burlara de él.

Recordó que había pedido todas esas cosas, ¿verdad? Eran suyas. Simple y sencillo.

Husk había dicho que cada uno de sus empleados podía hacer una solicitud de materiales y podían pedir cualquier material que los ayudara a rendir mejor. Así que, como un desafío, o quizás como una broma si Husk y él fueran amigos, Angel pidió drogas y juguetes sexuales.

Nadie podía culparlo por intentar provocar a su Overlord.

Pero una vez más, en lugar de irrumpir en su camerino o habitación, Husk le había enviado una bolsa de regalo llena de todo lo que había pedido.

Una jodida bolsa de regalo.

¿Su Overlord se estaba burlando de él? ¿Había enviado todo eso como un desprecio hacia sus gustos? ¿Lo encontraba patético y asqueroso? Necesitaba contexto, lo que fuese... ¿Qué significaba encontrar esa bolsa ahí después de su último show?

Valentino solía ponerle en regalos aquellas cosas que Angel pedía en sus momentos más desesperados. Una vez, el desgraciado le había puesto un moño a un pedazo de pan y una nota amorosa a una botella de agua después de haberlo mantenido hambriento por dos días.

—Yo sé que Husk no es él, —gruñó Angel para sí mismo.

Pero ¿quién iba a callarle los traumas de años? Ni siquiera el tiempo en compañía de Alastor lo habían salvado.

Angel miró a su alrededor, como solía hacer constantemente, aunque ya había revisado la habitación de pies a cabeza. Sabía que no había cámaras ahí. El territorio de Husk era otro punto ciego lejos de cualquier cosa de VoxTek. Esa habitación o la que sea que su Overlord le asignara era en todo sentido de la palabra; suya, privada y personal. Angel se sentó en la cama y tomó un vibrador rojo, pero lo soltó inmediatamente, su corazón latiendo con fuerza.

—No...

Con más determinación y agitación, metió su mano en la bolsa y sintió unas pinzas, pero en el segundo en que las sacó, tuvo que lanzarlas lejos, sus ojos apretados con fuerza. Sus brazos se apretaron contra su vientre y sintió sus dedos helados.

—No, no otra vez... —Angel susurró, clavando sus uñas en su cintura.

Era libre.

Llevaba siendo libre por años.

Entonces ¿por qué su rostro seguía apareciendo? ¿Por qué su memoria, su cuerpo sobre el suyo, sus manos tocándolo, aparecía?

—No está aquí... Él ya no existe... —Angel susurró y tomó la bolsa, derramando todo el contenido sobre la cama hasta que el objeto más pesado cayó suavemente—. Oh, Dios, gracias...

Él había exagerado, no solo había pedido drogas y juguetes sexuales.

Angel tomó la radio y botó la lámpara de su mesita de noche para ponerla ahí, pesada y sólida. No tan grande como era en su época, pero tenía la apariencia de una de esas radios de los años 30, como el arco de una catedral, pero compacta y pequeña. En el segundo en que la estática llenó su habitación, Angel se arrodilló frente a la radio, su pequeño altar pobremente improvisado con su pedazo del viejo templo al que perteneció dispuesto en su nuevo mundo. Él comenzó a girar las perillas, pasando de estación en estación, sintiendo que su corazón estaba por acallar cualquier ruido de lo alto que palpitaba.

—Vamos, Sonrisas... Vamos, soy yo, daino... Por favor... —Angel susurró, buscando esa conexión que era más difícil de encontrar desde que ya no estaba atado a Alastor—. Lo necesito... por favor, Sonrisas, lo necesito...

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⏰ Last updated: May 12 ⏰

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Suerte y SusurrosWhere stories live. Discover now