IV

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Era domingo por la mañana y fuera del canto de las tórtolas parecía que el silencio había inundado la cocina, aunque quizá era porque mis oídos no querían escuchar nada del exterior.
Mi madre estaba haciéndose un café y yo comía lentamente el pan del desayuno sin muchas ganas.

Después de aquella tarde de la semana pasada en la que descubrí que estoy demente me había desconectado un poco de la realidad. Lo que en idioma adolescente significaba ignorar los mensajes de redes.

—Sabes hijo, es raro que no hayas acaparado el baño una hora para arreglarte— dijo mi madre a modo de chiste y sentándose en la mesa —¿No harás nada hoy?. Es que iré a una fiesta en casa de tu tía, llegaré algo tarde, creo.

—Sólo estaré en casa, no quiero hacer nada hoy— dije de forma vaga, moviendo la cucharilla en la taza de té frente a mí. Tampoco estaba de ánimos para hablar.

—¿Estás bien?, pareces un zombie— Preguntó. Usualmente era bueno fingiendo, pero con lo que me estaba pasando mi mente apenas podía reaccionar.

—Sí sí, sólo... Tú sabes, la escuela y eso. Es estresante— Traté de recuperar mi tono de voz habitual, no quería que nadie supiera lo mal estaba realmente.

Al terminar de desayunar subí a mí habitación para tratar de esconderme de la realidad y despejar un poco toda la neblina que había en mi cabeza.
Ese día el sol no había salido por completo, parecía que la luz había pintado las paredes blancas de azul. Al final va a resultar que el mundo sí es una película mala.
Toda la semana había sido tortuosa, sólo podía pensar en todo lo que había visto y todo lo que había pensado. Cada día intentaba distraerme con cualquier cosa, pero siempre volvía a ver ese mundillo, por alguna razón me hacía feliz verlos, podía hasta sentirme parte de esa comunidad.
¡Mi habitación podría ser un manicomio!.

Nisiquiera podía refugiarme un poco en la música, con escuchar la palabra baby la relajación se rompía, así que no podía escuchar el 99% de canciones que conocía.
No quería estar recostado en mi cama lloriqueando sin moverme. Sentía que mi cerebro se estaba pudriendo. ¡Debería poder hacer algo! Soy Alonso, el chico más guapo de la ciudad, podría hacer que cualquiera se ponga a mis pies con sólo mirarle. Podría poner una simple carita triste en mis historias de instagram y tendría una ola de chicas en mi puerta. Debería levantarme ahora mismo y colarme en la mejor fiesta posible en la que todos los viejos verdes me invitarían una bebida y amanecer en el lugar más extraño posible. ¿Quién dice que un poco de lluvia debe arruinar todo el día?...

O podría quedarme en casa y...

Comprarme un pañal...

Me quedé mirando el techo unos segundos, y por alguna razón, no quería sepultar ese pequeño deseo, como había hecho todos estos últimos días, ya no quería correr de mí mismo.
Parecía que un rayo de coraje adolescente había caído en mí de la nada y había electrocutado mi corazón, la rebeldía dentro de mí gritó "Ignora a la sociedad de mierda, es tu vida" y tenía razón.
¿Por qué estaría mal? No es nada malo, quizá un poco raro, pero no es como que fuera a matar a alguien. Por lo que ví es un simple fetiche ¡No me hace menos que nadie!, además, NO LE DEBO NADA A NADIE. Todo el camino que tomé para llegar dónde estoy es sólo crédito mío...bueno y un poco de mi prima. SI EL "ABRD" O CÓMO SEA QUE SE LLAME ME GUSTA, PUES ME GUSTA Y NADIE TIENE DERECHO A JUZGARME.

Me levanté del colchón con el ceño fruncido, hinché un poco mi pecho decidido a tomar control de mi propio mundo. Pero al verme en el espejo de mi habitación la razón me dio un gran golpe en la cabeza para bajarme de la nube en la que estaba, ¡¿Qué estoy haciendo?!. Es decir, si quería comprar un pañal, sólo por curiosidad, pero no podía ir a así nada más, ¿Y si alguien me veía? ¿Y si toda mi vida se iba a la mierda por un simple capricho mío?, era buen mentiroso, pero iba a quedarme helado si por una broma pesada del mundo alguien que conocía lograba verme. No podía con la humillación. Tenía que ser cauteloso y a la vez rápido, no podía dejar huellas ni pistas, tenía que cometer el crimen perfecto.
Quizá mi maldición llamada sobrepensar casi todo por fin iba a ser útil de algo.

Eran ya las 4 y algo, la fría brisa de otoño golpeaba mi rostro, que era lo único que tenía descubierto pues la capucha negra que tenía puesta escondía el resto de cara y torso.
A pesar de haber salido de mi casa lo más rápido que pude, vigilando que no hubiera nadie al rededor y tomado todas las rutas vacías posibles, estaba temblando de nervios, sólo con que alguien me mirara el corazón se me podría salir del pecho, aunque que la gente se alejara de mi camino por las pintas de ladrón que llevaba me ayudó bastante.
Mi plan era muy simple de hecho, entrar a una farmacia cercana, comprar un pañal lo más discretamente posible y salir como un campeón. Lo había pensado toda la tarde, junto con todos las posibles catástrofes, pero había pensado en cómo lidiar con todas. Le rogaba a mi débil fe que esta vez no me fallara.

Dejando de lado lo fatalista, estaba en una montaña rusa de emociones, enserio quería llegar a casa y probar el pañal que iba a comprar, ¡Por fin podría satisfacer toda la curiosidad que colmaba mi cuerpo!. Muy en el fondo sabía que este era el camino que debía tomar, también podría ser la desesperación por llenar el vacío que había en mí, pero me hacía tan feliz sólo imaginarme a mí siendo un ser tan pequeño e indefenso como un bebé, podía imaginar a alguien abrazándome y diciendo lo mucho que ama sin pedirme nada a cambio, quizá era algo egoísta, pero no me importaba ¡Quería ser egoísta!. Jamás iba a poder escapar de ser una cara bonita, pero si con sólo un chupón mi corazón podía later otra vez, entonces quizá valía la pena.

No me di cuenta cuando llegué a la entrada de la farmacia, estaba caminando en automático, pero cuando lo noté mi expresión despistada pasó a ser de miedo.
Todo el coraje y valentía que había estado cargando se esfumaron y dejaron a un simple y débil adolescente que aún quiere usar pañales. Sentía tanta vergüenza, quería correr lo más lejos posible, mi respiración empezó a agitarse y por poco vómito, pero había llegado demasiado lejos. No podía tirar la toalla, ¡Tenía que entrar!

Ahora estaba de pie frente a pocos pasos de lo que había estado llenando mi mente los últimos días, pañales. Aunque se supone que yo debería llenarlos.
Mi frente sudaba de los nervios, incluso mi vejiga se aflojó un poco, mi cuerpo es realmente divertido.
No sólo estaba así por la humillación que podría sentir cualquier adolescente al comprar algo tan infantil como un pañal, sentía cuando saliera todo el mundo iba a apuntarme con el dedo burlándose de mí.
Sino lo que significaba para mí, me había hecho tanta ilusión sentirme cómo un bebé estos días, soñando despierto y creando escenarios ficticios dónde era feliz. Deseaba tanto creer en la ilusión de vivir otra vez y mi frágil corazón sabía que esto iba a hacerlo.

Inflé mi pecho con un aspiro. No era misión imposible, ya había comprado algunas veces aquí, sabía que tenían pañales para adultos. ¡Era muy sencillo!.
Entré torpemente, no había nadie más que la farmacéutica que atendía la caja y para variar me lanzó una mirada de desconfianza, obviamente por como iba vestido. Mis mejillas ardían de pena, pero no iba a huir como siempre hacia, por una vez no dejaría que el miedo me ganara.

—Di-disculpa— traté de hablar sin trabarme

—Buenas tardes. ¿Qué necesita?— Preguntó ella de la forma más profesional posible, aunque noté la incomodidad en su voz.

—Ne-necesito...pañales para adultos— decir eso me hizo perder todo el aire del pecho y a la vez trataba de mantener la expresión más neutral posible —N-no para mí jaja...Pa-para para mi abuela— Instantáneamente pensé que pudo pensar que eran para mí, luego me di cuenta que tratar de explicarlo lo hacía peor. No es cómo que le importara de todos modos

Ella fue hacía la parte trasera para volver con un gran pañal en las manos. Podía sentir el brillo en mis ojos mientras se acercaba. Luego de pagar fuí lo más rápido que pude en dirección a mi casa, escondiendo el pañal en mis bolsillos y dando pasos mucho menos cuidadosos que antes, parecía un niño que había hecho una travesura, aunque en mi caso sería un bebé.

Durante todo el recorrido sólo pude pensar una cosa...

Esta tarde iba a ser muy divertida.

Principito (ABDL)Where stories live. Discover now