Capítulo 35

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El día que llegaron de vuelta al Reino Unido, Harry salió a hacer una comprobación de última hora de las vacaciones en la botica. Aunque la tienda estaba cerrada por Navidad, Harry quería asegurarse de que no dejaba ningún ingrediente o poción peligrosos cociéndose a fuego lento.

-¿Sebastian? Ven aquí un momento-, llamó Severus, dándole una palmada en el regazo para indicarle al chico que se subiera a él. Estaban en su sala de estar, descansando.

Sebastian se levantó soñoliento de jugar con sus trenes en el suelo y se acercó a su padre. Con un tren en la mano, el niño de tres años consiguió subirse al regazo de Severus sin muchos problemas.

-¿Crees que puedes guardar un secreto, principito?- susurró Severus.

Su hijo asintió solemnemente -¿De qué se trata, papá?-.

-Papá Noel me dijo que querías un hermanito-, sonrió Severus, rozando con los dedos el pelo pulcramente peinado del niño.

Sebastian soltó un grito ahogado y se tapó la boca con la mano libre, sorprendido. -¿Lo hizo?-.

-Sí, y quiere que te lo diga, tendrás que esperar un poco hasta que se cumpla tu deseo-, consoló el padre. Le parecía estúpido que su hijo esperara un hermanito. Por muy potente que fuera la poción que había preparado, seguía existiendo la posibilidad de que Harry concibiera ahora. Si lo hace, ni siquiera es seguro al cien por cien que sea un niño.

Sebastian se limitó a asentir, como si ya lo supiera. De hecho, lo sabía. Ya sabía que tenía que esperar mucho tiempo para cumplir su deseo. -¿Papi tendrá un bebé en la barriga?-.

-Si se cumple tu deseo, entonces sí, mi amor. Papi tendrá un bebé en la barriga como tú-.

Los ojos del niño se abrieron de par en par ante la nueva información, -¿Yo estaba en papi?-.

Severus asintió antes de levantarse, manteniendo a Sebastian fuertemente apretado contra su pecho. Era casi la hora de su siesta y tanto Severus como Harry seguían seriamente su horario. Sumado al hecho de que acababan de llegar de la otra punta del mundo, Sebastian iba a ser juzgado muy pronto.

Severus llevó a su hijo a su habitación y lo tumbó suavemente en su pequeña cuna de safari. El niño empezó a negarse a dormir la siesta en su cama, así que Harry añadió una cuna junto a su tienda de juegos.

Sebastián miró a su papá con ojos cansados -¿Papá? ¿Por qué tengo un papá y un papi y no una mamá?-.

Severus suspiró y se arrodilló junto a su hijo, cepillándole cuidadosamente los mechones de la frente. Pensó que tendría esta conversación cuando Sebastian fuera mayor y Harry estuviera con él, no cuando el niño estuviera en estado de somnolencia.

¿Cómo explicarle a su hijo de tres años el concepto de la reproducción, y mucho más que un varón hubiera estado embarazado?.

-Eres un niño muy especial, Sebastian. Con el tiempo, lo entenderás. Pero por ahora, es hora de tu siesta. No queremos que papi nos regañe, ¿verdad?-.

Sebastián negó con la cabeza y finalmente cerró los ojos. Severus le acarició suavemente la mejilla antes de levantarse para dirigirse a la cocina y empezar a prepararse. Harry no volvería hasta más tarde, justo a tiempo para la cena de Navidad.

Severus decidió crear la tradición familiar de sentarse a cenar en Navidad, como el año pasado. Llamó a dos elfos para que le ayudaran a preparar la comida, que Severus decidió que sería jamón horneado glaseado con miel, costillas de ternera, patatas pequeñas asadas, puré de patatas con crema agria, tarta de arándanos, tarta de queso con arándanos, ensalada de coles de Bruselas con parmesano, brócoli con miel y ajo, y un buen buey Wellington. Severus no tuvo que preocuparse por el exceso de comida, puesto que Harry ya había decidido enviar el resto a Grimmauld Place, ahora un orfanato gestionado por los Servicios Sociales Magos, un departamento añadido justo después de la guerra.

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