[1]

78 11 11
                                    

Dawson, Territorio de Yukon
Junio de 1898

— No más dinero, Lee. Ni un centavo más. Ya me debes mil doscientos dólares y catorce centavos. Te perdonaré el cambio, pero quiero el resto. Ahora mismo.

Lee Jimin estaba junto a la puerta de entrada del comercio de Kim, un resistente edificio de dos pisos en Front Street. Los olores combinados de madera quemada, pieles curtidas, tocino, y leña recién cortada, se aferraban al lugar. Mientras sujetaba al pequeño Soobin, de dos meses, en sus brazos, observaba el tenso intercambio entre su marido, Soohyuk, y Kim Namjoon. Al final del mostrador, un amigo de Kim llamado Min Yoongi, contemplaba los procedimientos con una obvia y especial fascinación.

Mil doscientos dólares.

Jimin no podía concebir semejante suma. Aunque los precios en Yukon eran increíblemente altos, no se había dado cuenta de que Soohyuk había adquirido semejante deuda. Y habían estado en Dawson durante sólo seis semanas. Era evidente que Soohyuk había enfadado al hombre. Pero, de nuevo, Soohyuk tenía un verdadero talento para hacer enfadar a la gente, así como para enfadarse con todo el mundo. Se irguió cuan largo y flaco era, y se ajustó uno de sus tirantes, claramente ofendido. La parte trasera de sus pantalones asomaba por debajo de su trasero plano como un saco de patatas vacío. Hizo un gesto por detrás de él hacía donde estaba mirando Jimin.

— Tengo un esposo y un bebé que alimentar. No podré hacerlo hasta que tenga un golpe de suerte. No querrá verles pasar hambre, ¿verdad?

Al otro lado de la barra, Kim Namjoon se dirigió hacia Soohyuk, su dedo largo y contundente anclado a una página de su libro de contabilidad en frente de él. Era un hombre de aspecto salvaje, pensaba Jimin, alto y delgado, con un largo pelo de mechas azabache que le rozaba sus anchos y musculosos hombros. Sus pantalones de gamuza estaban decorados con una estrecha franja a los lados de cada pierna, y el doncel vio que llevaba una especie de amuleto indio alrededor de su cuello, que se mantenía en su mayoría, oculto bajo su camisa. En la cintura llevaba un cuchillo de hoja larga que Jimin sospechaba, no dudaría en usar. Desde una alta ventana, un rayo de sol caía sobre él, poniendo en relieve sus rasgos afilados y masculinos, cubriéndolos de un sutil color ámbar, y haciendo que sus ojos brillasen como el onix.

Al instante, entendió lo que Soohyuk obviamente, no: era un tonto por hacer tratos con ese hombre.

— No ha venido aquí hoy para comprarles algo de comer, y nadie te ha hecho ningún cargo por valor de más de mil dólares en alimentos. Has comprado tabaco, clavos, una caja de champán —Kim hizo una pausa para mirar arriba y abajo, como si se preguntara qué haría un hombre como Soohyuk, con una sola botella— keroseno, y un montón de cosas más. Pero sobre todo has comprado whisky, tres galones. —Miró brevemente a Jimin, luego volvió a clavar su mirada implacable sobre Soohyuk.— No hay nada escrito aquí en contra de tu nombre, que sirva para alimentar a una familia, Soohyuk. De todos modos, es muy duro hacerse de oro cuando estás cortando leña para la policía montada del noroeste. —Golpeó la página del libro con la punta del dedo.— Quiero que dejes resuelta tu deuda hoy mismo. O pagas, o te traeré a la policía montada, y vas a tener que cortar de nuevo su pila de leña.

Jimin sintió cómo su cara comenzaba a arder, y sabía que era algo más que el calor sofocante del verano. Soohyuk ya había tenido problemas con la rigurosa ley de Dawson por embriaguez pública. La policía lo había condenado a dos semanas a su nivel de castigo estándar —una dura labor cortando leña para el gobierno. Hasta ahora, pensaba que nadie más lo sabía.

Soohyuk cambió de postura, y su tono adquirió un tono quejumbroso.

— Sé que das crédito a algunos de los otros que también trabajan en la extracción de oro, a Tuan, a Rowon, a Bambam. Ellos tienen facturas mucho más largas que la mía. Y no les obligas a pagarte.

Kim Jimin- MiniMoni Donde viven las historias. Descúbrelo ahora