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Namjoon condujo a Jimin escaleras arriba. — Tengo que terminar las camisas del Gran Jo Heebong —dijo el doncel, inquieto.— Me prometió doscientos dólares extra si las tenía listas esta mañana.

— No te preocupes por eso ahora —dijo, abriendo la puerta para el castaño. No la envidiaba por su dinero pero, a decir verdad, pensaba que Jo Heebong se tiraba demasiados faroles, aunque fuese rico.

— Pero tengo que preocuparme por ello. Se lo prometí y doscientos dólares es mucho dinero. Sería alimentar a una familia entera durante un año en mi ciudad natal. —Se puso de pie en el rellano, su cara pálida a excepción de la huella roja de la mano de Lee. Sus mechones castaños se habían desperdigado de su peinado y colgaban a ambos lados de su fino rostro. Mirando más de cerca, Namjoon vio un poco de hinchazón debajo de sus ojos.

Él suspiró. Aquella visión, añadida a todo lo que había sucedido en los últimos minutos, lo sacudió hasta la médula. Acababa de regresar de visitar el barco de vapor Athenian en la línea de costa cuando había visto a Lee forcejeando con Jimin. No sólo el hijo de puta pretendía dominar a Jimin, pero también sujetaba de muy malas maneras, un paquete cubierto por una manta que Namjoon sabía, sólo podía tratarse de Soobin. Y por un instante cuando su ira parecía comenzar a detenerse, lo había agarrado del pelo, sintiendo el deseo de enviarle hasta el infierno. La voz atronadora de Yoongi, advirtiéndole sobre la pérdida y la deportación, había penetrado finalmente la niebla rojiza de ira de Namjoon.

— Jimin, quiero que renuncies a este negocio de la lavandería —dijo después de agitar su interior.

El doncel estaba poniendo a Soobin en su caja, pero saltó hacia atrás de nuevo, el bebé aún en sus brazos. — ¡¿Renunciar?! No, no, no puedo hacer eso.

Namjoon se dejó caer en una silla a la mesa y cruzó el tobillo sobre su rodilla. Podía oler el mal olor de Lee en él, y le dieron ganas de quitarse la ropa y quemarla. — Creo que le di un buen susto a ese Lee Soohyuk, pero no puedo garantizarte que no vaya a volver. Es cruel y estúpido, y eso es una mala combinación. Podría hacerte daño, podría robarte a Soobin para vengarse de ti, o para castigarte. Podría —Tiró su sombrero sobre la mesa, disgustado y pasó ambas manos por su pelo.— Oh, diablos, ¿quién sabe cómo funciona el cerebro de guisante de un hombre así?

— Pero estaré a salvo. La policía montada pasa todos los días —dijo el más bajo apresuradamente, poniendo al bebé en su caja.

— No han pasado hoy, ¿no es así?

— Sí, antes.

Él negó con la cabeza. — Nop. Creo que deberías dejarlo. No quiero tener que preocuparme por ti cada vez que te deje solo.

Se quedó allí por un momento, en silencio, aún temblando por el horror de su experiencia con Lee. O al menos eso era lo que Namjoon pensaba.

— No. No voy a dejarlo. Me niego a dejarlo, y ya te dije porqué. —Mantuvo la mirada baja, y su voz era casi un murmullo, pero no había duda de su determinación.

Las cejas de Namjoon se alzaron. Estaba tan asombrado de que el castaño hubiese hablado que lo miró fijamente, con la boca entreabierta. — Jimin, hay cosas más importantes en la vida que el dinero.

— Eso es cierto si nunca has estado sin él. Yo lo he estado, y no tengo intención de volver a estarlo. ¿Sabes por qué me casé con Soohyuk? —Preguntó Jimin, apretando el bolsillo delantero de su delantal, el que tenía el botón.— ¿Puedes adivinarlo?

Él se removió en su silla. Esa pregunta había cruzado su mente muchas veces. — Pensé que tal vez Soobin tenía algo que ver con eso, —murmuró.

Kim Jimin- MiniMoni Where stories live. Discover now