Capítulo treinta y ocho

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Daisy

Estuve descansando unos días. John no me dejó salir ni a la esquina. Mandó a Abdiel a comprarme ropa. Él ha estado actuando extraño desde ese día. No creo que sepa nada del embarazo, o me hubiera dicho algo; quizá, me estuvo siguiendo y por eso dio con el hospital. Tenía muchas teorías, pero no sé cuál de ellas era la correcta. ¿Ahora qué importa? Al menos, se ha portado mejor conmigo.

Hoy hablé con John sobre regresar a la universidad, no quería seguir faltando. Aunque al principio protestó, terminó dándome permiso.

—Que tengas un buen día.

—Eso es raro de ti, John.

—¿No puedo desearte un buen día?

—No me trates tan bien, porque me confundes y duele.

—De acuerdo. Espero que tengas el peor día de tu vida. ¿Mejor?

—No, tampoco así.

—Puedes estar cerca de Kwan si quieres— debe estar haciéndolo para probarme.

—No, no quiero malentendidos.

—Puedes hacerlo, luego de que no pases la línea de amistad.

—¿Eso qué significa?

—Que no olvides nuestro acuerdo. Si en algún momento lo olvidas, mírate los pechos— sonrió.

—Por eso lo hiciste ahí, ¿verdad?

—Claro, y para que mi punto de vista mientras esté arriba de ti, sea más llamativo.

—Ya me voy.

Mi corazón estaba a punto de salirse de mi pecho. Dice esas cosas tan desprevenidamente, que es imposible no ilusionarse. Debo acostumbrarme para que no sea tan incómodo.

×××

Estuve toda la mañana estudiando y poniéndome al día con las asignaturas, cosa de que al mediodía pudiera reunirme en la azotea y almorzar sola. Tras ver que Kwan se había adelantado y estaba esperando por mí, me di la vuelta para irme.

—Espera, panterita. No tienes que evitarme de esa forma. Eso lastima mi corazoncito.

—Perdóname, no es mi intención hacerlo.

—Creí que te quedarías a descansar más tiempo. Se supone que estés descansando.

—No puedo seguir faltando.

—Sí, pero tu salud es primero.

—Me siento mejor de salud. Es mejor evitar malos entendidos y alejarnos. Arreglé mis diferencias con John y no quiero que ocurra otra vez algo malo. Espero puedas entenderlo y no te molestes. Sé que tienes rivalidades con él, y lo más probable te enojes conmigo por esto, pero es mejor dejar las cosas hasta aquí. Realmente la pasé bien contigo durante ese tiempo. En el fondo, tal vez me equivoqué contigo y sí eres una gran persona. Me subiste el ánimo, e incluso me ayudaste ese día que me desmayé. Y desde el fondo de mi corazón, te agradezco todo eso. Sé que somos de bandos contrarios, pero no me gustaría que fuéramos enemigos.

—¿Crees que podría ver a mi panterita como enemigo? Realmente no me conoces. No puedo forzarte a que me sigas hablando y eso, pero ¿puedo pedirte que al menos nos encontremos a esta hora aquí? Si John se entera, prometo que voy abogar por ti y él me escuchará.

—¿Crees que él va a escucharte? — reí.

—Más de lo que crees, sé porqué te lo digo — me hizo un guiño—. No haré nada malo, pero se sentiría muy extraño no verte cuando me acostumbraste a eso, además, puedo cuidarte de que ningún hombre malo trate de hacerte algo.

—Yo que creí que eras el malo.

Sonrió.

—Soy un hombre bueno. En mi otra vida fui un ángel, lástima que me devolvieron.

—No lo dudo.

Repentinamente, acortó la distancia entre los dos y robó mis labios por un pequeño segundo. Quedé petrificada, congelada en un mismo sitio sin saber qué hacer. Me puse nerviosa luego de ese acercamiento. Sus labios eran muy suaves. Cuando reaccioné de ese trance, le di una bofetada. Él no trató de evitarla. No pensé que se atrevería a algo así.

—No me odies. Ese será un pequeño secreto entre los dos. Debía hacerlo antes de que te convirtieras en la mujer de Alma. Siento mucho haberte robado ese pequeño beso, pero hace tiempo moría de ganas por probar esos dulces labios. No hubiera sido justo entregarle todo a ese imbécil.

—¡Me acabas de poner en una situación difícil otra vez! — le grité molesta.

—No, no es cierto. Yo no diré nada sobre esto, y en este lugar nadie pudo haber visto nada.

—Es mi consciencia la que no me dejará tranquila. Yo no quería esto, ¿por qué lo hiciste?

—Creí que te lo había dejado claro, pero parece que no. Me gustas, panterita. Tengo claro que quien te gusta es John, pero qué se le puede hacer. Ya te había retenido en mi mente desde el primer instante que te vi. Luego te fui conociendo un poco más y pues simplemente me gustaste. Supongo que uno no escoge con quién sentir las cosas, pero estoy orgulloso de que haya sido con alguien como tú, y no con una zorra de la calle. Solo te puedo desear que seas feliz al lado de ese idiota, y que pueda al menos por una vez en su vida, tratarte bien. Que te valore y deje de ser un cobarde. Si te hace algo malo, no dudes en buscarme, estaré siempre aquí que me necesites y sin pedirte nada a cambio; lo único que te pido es que te cuides. No me gustaría que nada malo te pasara, y al lado de John, todo puede pasar. Y no te sientas mal por eso que ocurrió, si alguien tiene la culpa soy yo. Hagamos de cuenta que aquí no sucedió nada — me despeinó y sonrió—. Ahora ve a la clase, no quiero que llegues tarde.

—Lo siento mucho, realmente lo siento.

—No te preocupes por nada. Ve—sonrió, y bajé la cabeza.

Salí de la azotea, apoyando mi espalda al otro lado de la puerta.

—Así que así se siente estar en las nubes y caer de golpe, ¿eh? Valió la pena cada maldito segundo—murmuró para él mismo.

Ahora me sentía el doble de mal. No dudo que sea alguien bueno, pero nadie manda en el corazón. Ya el mío tiene dueño, aunque ese dueño no lo quiera.

Alma Negra (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora