Arriésgate tercera parte

7 3 5
                                    

La amistad que las tres forjamos fue extravagante. Cuando nos reuníamos en mi apartamento el portero del edificio siempre nos recibía con un gesto de desaprobación con el que me hacía pensar que si en sus manos hubiera estado la potestad de alquilarme el piso, no lo habría hecho.

—Señorita Gabriela —decía—, recuerde que los vecinos pasaron la queja acerca del ruido que escuchan en la madrugada en el noveno piso.

—Lo tendré en cuenta. —En realidad no estaba en mis planes cambiar la forma de celebrar con mis amigas—. Pero espero que le dé la recomendación a los vecinos del 905 de que saquen sus perros a pasear de vez en cuando porque, así como el ruido incomoda, el olor a perro encerrado sí que fastidia —concluí.

Si no fuera por mi madre, que era íntima amiga del dueño del edificio, me habrían desalojado a la primera oportunidad. En momentos como ese daba gracias a la vida de ponerme las cosas fáciles. Contar con el apoyo financiero de mi mamá, aprovecharme de sus contactos, llamarla cuando notaba que necesitaba una mano extra. 

—Me iré unos días a tu casa —trataba de intimidarme—. Puede que los escándalos del piso noveno lleguen a su final con mi presencia.

—No, pero sí tengo una botella de tequila a tu disposición. —Su punto débil era mi mejor arma.

—Si no te hubiera concebido estaría consintiendo la posibilidad de alivianar la carga de tus vecinos sacándote fuera del conjunto.

—Por suerte, he salido de tus entrañas —ultimaba yo. 

Fue una de tantas veces que entablamos la penosa conversación sobre cómo en el edificio no me querían y lo poco que me importaba. He de suponer que mi viaje les sentó de maravilla a todos. Para nadie era un secreto cómo veía yo la vida. No solo era el bullicio de dos a tres noches por semana cuando mis amigas iban, sino mi forma de analizar la vida, que para muchos estaba salida de casillas. Aquí nunca he sentido que mis pensamientos sean inoportunos para alguien; en cambio en mi país, en mi ciudad natal, los renegados, los rebeldes sin causa, incluso ahora llamados criminales, son sin duda los que la sociedad no quiere para nada, y no hablo de violencia sino de opinión. No me defino como tal, pero los defiendo como si lo fuera.

En este juego que emprendí para buscar algo que yace perdido en algún lugar del mundo he descubierto todas las posibilidades para seguir buscando. Es algo que tal vez nunca encuentre. No obstante, buscar para mí es un proceso de cambio, de oportunidades y de fracaso. Las oportunidades se presentan cuando tenemos el valor de cambiar, de incomodarnos un poco a nosotros mismos. En cuanto al fracaso, es obligatorio vivirlo al menos una vez en la vida. Es importante fortalecerse tanto como sea posible porque cuando se fracasa, se aprende y la motivación se fija en no cometer los mismos errores. Hay otra conclusión que me resulta familiar al deducirla: justo antes de retomar lo que llevo de este cuaderno; meditaba acerca del destino. ¿A quién o qué se le atribuye el camino por el cual andamos? ¿A quién o a qué se le inculpa de nuestra buena o mala suerte? Y es que hay quienes la suerte los acompaña desde que nacen y el llanto emitido es el más fuerte reflejo de sus ganas de vivir; en cambio, hay otros que deben ser sacudidos por el golpe seco del doctor. Ese instante que parece insignificante marca toda una vida; basta un sollozo para determinar tu destino. Es decir, que a quien le debemos todo no es más que a nosotros mismos; la recompensa varía de acuerdo con el trabajo que hayamos realizado en el pasado para edificar lo que ahora es nuestro presente. En últimas, hay que seguir buscando.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Mar 16 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Aquí huele a vinoWhere stories live. Discover now