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Puck. Puck. Puck.

El sonido frío de las gotas de agua que caían y chocaban con el piso resonaron en los oídos de Severus.

Frunció el ceño confundido tratando de adivinar donde se encontraba. Su cuerpo parecía flotar en el aire, pero no podía moverse. Trató de abrir sus ojos sin resultado alguno. A su alrededor todo era negro. Y aparentemente líquido también.

Sintió el disgusto florecer en su interior; disgusto que se mezclaba con confusión, una pizca de miedo y rabia.

¿Ni siquiera en su muerte podía estar en paz? ¿No era suficiente con haber dado la vida por él infame de Potter?

Cualquier persona era capaz de morir por otra. Era obvio que no lo pensarían dos veces antes de atravesarse en el camino de avada que iba en dirección a un ser querido.

Eso era valiente. Y estúpidamente Gryffindor también. Pero era valiente, al fin y al cabo.

Severus no se consideraba valiente y, sin embargo, fue capaz de sacrificarse por aquel mocoso. Incluso vivió su vida por él, fueran días buenos o malos, o inclusos días desastrosos, Severus se había levantado cada mañana dispuesto a sobrevivir un día más. Y no porque quería— porque era lo que menos deseaba—, sino que lo había hecho por Potter. Para salvarlo.

Había ignorado firmemente sus deseos de paz eterna en los días más desastrosos tan solo para asegurarse de que Harry Potter no muriese bajo las crueles manos de Voldemort. Había estado dispuesto a todo por él chico, incluso cuando este parecía detestarlo de sobremanera (aunque admitía que el sentimiento era mutuo).

Pero, de todos modos, él había hecho el mayor de los sacrificios que se podría hacer por alguien. Vivir. Había vivido por Harry Potter una vida entera, y si bien, no se arrepentía— es más, hasta lo volvería a hacer—, también sabía y tenía claro que aquello no le aseguraba una entrada al cielo, pero si ayudaba a reducir una cantidad considerable de todos sus pecados y esperaba, realmente esperaba, que aquello por lo menos le permitiera descansar en paz. Era lo mínimo. Lo único que deseaba.

Pero (y como siempre) sus deseos jamás serían respetados.

Ya que, según lo que había notado, en ese mismo momento se encontraba en un lugar extraño, desconocido y completamente indefenso. A la merced de lo desconocido.

Severus tuvo la tentación de reír por la suerte que tenía. Sin embargo, no lo hizo. Tenía muchas más cosas que hacer como lamentarse por la suerte de mierda que le había tocado, y una de esas cosas era descubrir donde demonios estaba. Y por qué estaba allí en primer lugar.

«¿Severus Snape?»

Una voz suave y armoniosa llamó su nombre. Sonaba como... No, pero no podía ser. Era imposible.

Él hombre quiso hablar, y milagrosamente, esta vez sí pudo hacerlo.

"¿Quién eres?", preguntó. La confusión en su interior creciendo cada vez, ¿Por qué parecía que podía hablar sin mover los labios?

«Tengo muchos nombres y a la vez ninguno. Soy un todo y un nada, un inicio y un final. Un renacimiento, pero también la destrucción. Soy la vida y la muerte misma, pero comúnmente los tuyos me llaman: Magia.»

"¿Magia? ¿Eso eres?", Severus no sabía que pensar. Aquello era tan extraño. Sin embargo, no dudaba de la veracidad de las palabras de lo que sea que estuviese hablándole.

Por alguna razón, no podía dudar.

"¿Por qué estoy aquí? ¿No se supone que yo estaba muerto?", la molestia era notoria en su tono.

Reflejos iridiscentes |Severitus|Where stories live. Discover now