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Severus gruñó cansado, mirando al suelo. ¿Era realmente necesario asistir a una cena familiar en casa de los Malfoy? Él sabía que era una de esas cenas mensuales a las que había prometido ir, pero le gustaría poder faltar y quedarse en la tranquilidad de su hogar.

Realmente deseaba quedarse en su hogar, en su casa. Incluso si tenía que soportar a la pequeña Insufrible pegada a él en todo momento— aunque honestamente, y en el fondo, no le molestaba tener a Hermione cerca—, la niña era dulce y brillante a su alrededor, siempre mirándolo con un cariño y confianza que desde hace, literalmente, muchos años no habían sido dirigidos hacia él.

Pero no durara mucho, se recordó. Por lo que no debería acostumbrarse.

Un sentimiento amargo llenó su boca.

Cuando se llevaran a la niña con sus familiares cercanos, él nuevamente quedaría solo.

Probablemente volvería a verla en Hogwarts, se dijo así mismo, como si tratase de consolarse.

Frunció el ceño ante el pensamiento, ¿Por qué demonios se preocupaba por algo como eso?

Sí, le había tomado algo de cariño a la niña, pero eso era todo. Eso no significaba que no quería que ella se fuese. Severus estaba seguro de eso, ¿o no?

"¡Papá!" La dulce vocecita de Hermione lo llamó.

Severus alzó ligeramente la vista, moviéndola en dirección a la pequeña, encontrándose con los ojos marrones de ella que lo miraban con inocencia y una ligera molestia. Hermione exigía bastante atención, sobre todo ahora que aprendió que Severus podía enseñarle palabras nuevas. Probablemente porque Severus no le estaba prestando atención ella lo miraba de esa forma. Él hombre miró la hora en el reloj de la pared y suspiró, acercándose a la pequeña y cargándola entre sus brazos.

Aún faltaban tres horas para la cena en la Malfoy Manor, él debía de prepararse y preparar a Hermione antes.

"¿Dónde vamos?", le preguntó Hermione notoriamente curiosa.

"A darte un baño, pequeña Insufrible." Severus respondió.

Hermione arrugó su pequeña nariz, disgustada. "¡No quiero!", exclamó.

"No estoy preguntado si quieres." Severus dijo con voz suave, pero autoritaria. "Tú tienes que tomar un baño o apestaras."

"¡No quiero!" Hermione repitió.

Severus suspiró. ¿Quién fue el demente que dijo que ser padre era fácil y divertido? Porque definitivamente no lo era.

"Hermione Jean Granger." La llamó con su voz sedosa cargada de autoridad y una ligera molestia, haciendo uso de aquellas faceta intimidante que solía enseñar en sus tiempos de profesor en Hogwarts.

Hermione lo miró sorprendida y en silencio.

"Te bañaras y luego te vestirás para ir a casa de los Malfoy." Ordenó. "Y no quiero un: no, por respuesta. Bañarte es tu deber y obligación como señorita y como persona, ¿Has... entendido?" le preguntó, arrastrando ligeramente las palabras.

La pequeña niña asintió, con los labios apretados y los ojos llorosos.

Por supuesto que lo había entendido. Había entendido que tenía que darse un baño incluso si odiaba la idea o de lo contrario, su papá se enojaría con ella... Y tal vez la abandonaría como seguramente lo habían hecho sus anteriores padres, después de todo, nadie quiere a una niña mala, ¿Verdad?

Hermione, a sus cortos cuatro años, había entendido a la fuerza que debía ser una niña buena y obediente para ser amada.

Ella tenía que ser la mejor y la niña perfecta para que la quisieran, de lo contrario, nadie iba a amarla nunca.

Reflejos iridiscentes |Severitus|Where stories live. Discover now