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Era otro viernes por la tarde, más específicamente, tres semanas desde que Minnie me dio la noticia de la invitación para la exposición y aún faltaban otras cuatro semanas antes del evento oficial.

Seungmin ya tenía buenos avances con sus fotografías, ahora sólo debía centrarse en el siguiente proceso como escoger las correctas, hacer el procedimiento de impresión y retoque, y yo... Bueno yo solo tenía ganas de arrancarme los cabellos y ponerme a llorar.

Me estaba resultando muchísimo más difícil de lo que se suponía debía ser. Encontrar el momento perfecto y a los modelos perfectos estaba siendo un maldito dolor de cabeza. De pronto todo mundo me resultaba feo y desagradable. La hipocresía parecía estar disuelta en el aire y nada, por mucho que le buscara, se volvía suficiente para hacerme quererlo presumir.

Revolví por décima vez el hielo en mi limonada. Empezaba a volverme loca y ahora no me interesaba si estábamos a -2°, mi intención era despertar a mi lado creativo, rompiendo con absolutamente todas las reglas convencionales de la sociedad. Incluso estaba dispuesta a ir a la playa en un bikini revelador. Mientras trajera de regreso a mi inspiración, todo era meramente aceptable para mí.

Suspiré, mirando con recelo el último mensaje de Minnie en mi celular. Se suponía que íbamos a cenar juntos esta noche sin embargo, terminó cancelando nuestra cita hace una hora porque su tía estaba en riesgo de parto y por ende, ahora tendría otra fotografía perfecta.

—Basta.

Dejé el popote del vaso, tomé mi sudadera, mi cámara y me hice con las llaves, dispuesta a salir a tomar un poco de aire en el parque. Con suerte también encontraría algo que me ayudara a afrontar este bloqueo mental.

Lo primero que recibí fue el golpe duro del aire contra mi cara. La frialdad de la temperatura me hizo acurrucarme en mi abrigo y aunque por un momento me planteé la idea de abortar la misión, tuve que armarme de valor y continuar mi caminata vaga hacia el parque de la cuadra.

El atardecer empezaba a morirse y ahora le daba la bienvenida al anochecer. Poco a poco las tonalidades naranjas se apropiaban de las calles y la frialdad del ambiente sólo ayudaba a desprender una sensación melancólica. Me encaminé cerca de la pequeña glorieta y me senté en el primer lugar vacío que encontré.

La gente pasaba por mis costados, por delante y por detrás mío, pero ninguno realmente lograba llamar mi atención. Las parejas jóvenes se miraban con dulzura y un toque de timidez. Los adultos miraban el atardecer sentados en las bancas de madera. Los pocos viejos ahí caminaban solitarios y lentos, como si esperaran por el final de sus vidas.

Era un momento de calma. De ser otro tiempo, probablemente ahora estaría con los pies adoloridos de tanto caminar. No obstante, por más que mirara a todo mi alrededor, nada seguía sin conmoverme lo suficiente.

Tomé mi cámara entre mis manos y acomodé el cuadro hacia un punto del atardecer frente a mí. Las nubes con forma de pinceladas uniformes le daban una belleza extraordinaria al cielo rosado. El sol ya estaba en sus últimos momentos y una pequeña orda de pájaros viajaban con completa naturalidad. Mi dedo presionó el botón y el sonido de la cámara retumbó en mis oídos.

Miré la fotografía y sentí el revoltijo en mi estómago cuando salió perfectamente como la imaginé. Pero mi orgullo no pudo florecer correctamente, debido a que no era necesariamente lo que venía a buscar a este sitio. Mi trabajo era uno y el límite de tiempo se agotaba con cada segundo pasado. La situación solamente se volvía mucho más estresante porque esto no se trataba de un simple pasatiempo, sino que estaba en juego una increíble oportunidad que terminaría favoreciendo a mi futuro, así que en definitiva, no debería siquiera tomarme esto con calma.

Me restregué las manos en la cabeza y el rostro, llamando la atención de unos cuantos chismosos. Deseché luego el aire inservible y me levanté nuevamente de la banca, ahora siendo testigo del anochecer.

La gente ya empezaba a dispersarse. Muchos se iban del parque y otros tantos se quedaban en compañía de la soledad. El aire calmó su intensidad y el canto de los grillos se volvió prominente en los rincones más vacíos. Era más que claro que había fallado nuevamente en ésta búsqueda mía. La inspiración en mi cabeza era inexistente y tomé mi teléfono, dispuesta a abandonar el barco y permitir que mi mejor amigo brille por sí solo.

No obstante, mi dedo se quedó en el aire. Mis pies se detuvieron y mis ojos ya no pudieron despegarse de enfrente. El humo se desvanecía en el aire suavemente. El trayecto del mismo iniciaba al ser expulsado por un par de labios pomposos, y esos labios pertenecían a un sujeto con efectos encantadores.

El chico era interesante. Vestía una chaqueta de cuero negra, su piel brillaba clara ante la intensidad de la luz artificial de la calle, su cabello azabache caía rizado y sus ojos cansados miraban con atención al frente de su posición. Estaba recargado en la superficie de la columna sobresaliente que sostenía al puente. Absorbía su cigarro con total concentración y calma que incluso yo me vi interesada en probar un poco de ese veneno.

Era eso lo que estaba buscando.

Me lamí los labios, aclaré la garganta y sacudí los hombros, sintiendo la timidez desprendiéndose de mi cuerpo. Empecé una caminata suave hacia su dirección. Evité el humo cuando iba a tocarme la cara y finalmente me arriesgué a llamarle, tocándole el hombro. Se giró al instante con una de sus cejas arriba. Era condenadamente guapo y sentí que las piernas me flaquearon cuando volvió a dar una calada.

—Hola, buena noche —saludé—. Disculpa, eh, estoy trabajando en una exposición de fotografías sobre la vida... Uh, necesito transmitir la juventud y bueno... yo...

—¿Quieres tomarme una fotografía?

—Sí —arrugué la frente—. Lo siento, digo... No soy muy buena con esto...

—Está bien —alzó la comisura derecha, mostrando su hoyuelo—. Puedo ser tu modelo —aceptó.

—Muchas gracias —sonreí—. No necesito nada fuera de lo normal, simplemente colócate en tu posición anterior y disfruta de tu cigarro.

El chico atendió a mis palabras y se colocó en su posición. Yo me encargué de tomar distancia. Bajé del puente y me coloqué cercana. La luz le impactaba en el rostro amenamente y el humo de su cigarro se extendía en el ambiente, dejándole un aspecto maduro y tranquilo. A pesar de la satisfacción que me rodeaba en el pecho, no podía dejar de sentirme como una hipócrita, pues de ser mi madre u otra persona, definitivamente le habría arrebatado el tubo de la boca.

—¿Ya?

—Oh, sí, listo, muchas gracias.

El chico se reunió conmigo en el comienzo del puente. Me sonrió con calma y sentí mis labios curvarse mínimamente.

—Esperaré a ver la fotografía en la exposición.

—Ahí estará, lo prometo...

—Bang Chan —se presentó, estirando su brazo.

—... Bang Chan, lo prometo —sonreí, estrechando su mano con la mía—. Yo soy Wong _____ —me presenté.

—Un gusto.

Las palabras se desparramaron de sus labios en un exquisito tono de voz suave y masculino que sólo terminó encantando a mi corazón por la serenidad de aquello. Le sonreí sintiéndome extasiada y rogué para que ese momento no tuviera final.

♥️

CIGARETTES AFTER SEX || BANG CHAN Onde histórias criam vida. Descubra agora