Marca.

140 25 0
                                    

Después de la pequeña fiesta, Lando y Carlos terminaron de recoger todo con risas y bromas, compartiendo el cansancio pero también la satisfacción de haber hecho feliz a Chiara en su cumpleaños.

Con la casa finalmente en orden y la pequeña cachorra descansando plácidamente en su cama, llegó el momento de que Lando se comenzara a despedir.

— Lando, uh, ¿Te importaría quedarte esta noche?

El omega duda un poco sin emitir una palabra, aunque sus mejillas se tornaron de un color rosado.

— Por favor, no quiero que te vayas.

Carlos se acerca más a Lando, su corazón latiendo con fuerza al sentir la cercanía del omega. Los aromas de ambos se entrelazan, revelando la creciente atracción que comparten.

Lando levanta su rostro para encontrarse con la mirada de Carlos, y en ese momento, el deseo y la emoción llenan el aire entre ellos. Carlos, temeroso pero decidido, se inclina lentamente hacia adelante, atrapando los labios de Lando en un dulce y tembloroso primer beso.

El beso es suave pero cargado de significado, un símbolo de la creciente conexión y el amor que comienza a florecer entre ellos.

Ese acto dejó un rastro de electricidad en el aire, y al separarse, sus miradas se encontraron, reflejando el brillo de sus lobos internos. En los ojos de Carlos, un destello amarillo hipnotizaba a su lobo, mientras que en los de Lando, un destello azul capturaba la mirada penetrante del alfa.

El caos se desató dentro de ellos cuando sus lobos anticipaban el próximo paso, pero en lugar de resistirse, ambos sonrieron y se rieron en complicidad. Sabían que estaban a punto de cruzar un umbral, y estaban listos para enfrentar lo que fuera que el destino les tuviera preparado.

Con un fuego ardiendo en sus almas, Carlos y Lando se encontraron de nuevo en un beso feroz y apasionado. No había miedo ni cautela esta vez, solo un deseo ardiente y una necesidad abrumadora de estar juntos. Sus labios se encontraron con hambre y desesperación, respirando pesadamente mientras sus manos se deslizaban con urgencia sobre la piel del otro.

Charles deambulaba por la casa, observando con tristeza y desesperación mientras Carlos y Lando se despojan de sus prendas en la habitación. Cuando vio que se dirigían a la cama, un grito ahogado escapó de sus labios incorpóreos, aunque sabía que ninguno de los dos podría escucharlo.

¿Qué están haciendo? ¡Chiara está en la habitación de al lado! ¡Esto es enfermizo!.— Exclamó Charles, su voz llena de angustia mientras observaba la escena con impotencia.

Con el corazón destrozado, no pudo soportar ver cómo Carlos profanaba a Lando, y un gemido ahogado escapó de sus labios espectrales.

¡Ugh, no puedo ver esto!.— Dijo con angustia mientras salía de la habitación, incapaz de soportar la visión de lo que estaba sucediendo. Azotó la puerta con fuerza al cerrarla, pero el sonido de su acción pasó desapercibido por Carlos y Lando, pues el movimiento de la cama, el susurro de las sábanas y los gemidos apasionados llenaron la habitación.

Se tapó los ojos con las manos, intentando bloquear la imagen que había presenciado.

Así que fue directo al cuarto de su hija, a acostarse a su lado tapando sus oídos como si eso pudiera funcionar.

Carlos se encontraba perdido en la vorágine del placer mientras se entregaba por completo a la pasión con Lando. El tiempo parecía detenerse mientras se perdían en el éxtasis del momento, sus cuerpos fundiéndose en una danza de deseo y amor.

Luego, en un momento de intensidad abrumadora, Carlos sintió la llamada ancestral de su naturaleza alfa. Su instinto de marcaje se despertó, impulsado por la necesidad de reclamar a Lando como suyo, de dejar una marca indeleble en su piel para mostrar al mundo que él le pertenecía.

Con manos temblorosas pero decididas, Carlos acarició la piel del omega con ternura, trazando líneas invisibles sobre su cuerpo mientras sus labios se encontraban en un beso apasionado. Sus lenguas se entrelazaron en un baile, mientras sus corazones latían al unísono en un ritmo frenético.

Mientras se encontraba en una encrucijada emocional, una parte de él se sentía abrumada por el mando del alfa. Se sentía confundido por la intensidad de su instinto, sabiendo que marcar a Lando significaría algo más profundo y permanente que simplemente una expresión de posesión.

Aunque su mente racional quería regañar a su lobo interior por su impulso primitivo, Carlos no podía negar la conexión que sentía con Lando. El deseo de marcarlo iba más allá de la mera posesión; era un reflejo del profundo amor y apego que había desarrollado por él.

En medio de la batalla entre su humanidad y su instinto animal, Carlos se encontraba perdido en un mar de emociones encontradas. Por un lado, temía la idea de herir a Lando con su marca, pero por otro lado, anhelaba la sensación de unir sus destinos de una manera tan íntima y eterna.

La lucha interna de Carlos llega a su clímax cuando Lando, también dominado por su instinto omega, expone su cuello y emite feromonas suplicantes, instando a ser mordido. Sus gemidos desesperados y su cuerpo vibrante bajo el dominio de Carlos hacen que el alfa pierda todo control.

El gruñido profundo del alfa resuena en la habitación mientras intensifica sus movimientos, llevando a Lando al borde del éxtasis. Los gritos de placer y anticipación del omega llenan el aire, alimentando aún más la fiera pasión que arde entre ellos.

Cuando los colmillos de Carlos comienzan a emerger y su saliva se desliza, el nudo dentro de Lando se forma, preparándolo para recibir la semilla del alfa sin desperdiciar ni una sola gota.

En el momento culminante, cuando el nudo alcanza su plenitud, Carlos inclina el rostro de Lando y hunde sus dientes en su cuello, desencadenando un aullido compartido de placer y posesión.

Charles se encuentra atrapado en una pesadilla interminable, abrazando a su hija mientras el dolor le consume. Su cuello arde como si estuviera siendo desgarrado, y las lágrimas caen desconsoladas por sus mejillas mientras su lobo aúlla triste y rasguña su interior. El sufrimiento es abrumador, y se siente impotente ante la agonía que lo consume.

Cada gemido de dolor es un eco de su alma destrozada, mientras su mente se tambalea entre la confusión y la desesperación. Ya no está conectado con los sentimientos de Carlos, y en ese vacío comprende que el lazo que compartían está siendo arrancado de él mientras el alfa marca a Lando. La sensación de pérdida y abandono lo embriaga, haciéndolo llorar con una agonía indescriptible.

Su corazón late con fuerza, como si intentara escapar de su pecho en un intento desesperado por liberarse del tormento que lo consume. En la penumbra de su angustia, se aferra a su hija dormida como a un ancla en medio de la tormenta, buscando consuelo en el único resquicio de paz que le queda mientras siente como si cada fibra de su ser estuviera siendo desgarrada por garras invisibles, como si un fuego abrasador consumiera su cuello con cada respiración.

El dolor se manifiesta en oleadas, punzadas agudas que cortan a través de su piel y su carne, haciendo que sus músculos se contraigan y su respiración se vuelva entrecortada.

Con el corazón roto y el alma devastada, Charles finalmente comprende que su estadía ha llegado a su fin. Acepta con resignación que su lobo ha sido desplazado y reemplazado por otro, y la sensación de traición pesa sobre él como una losa.

Con un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos, se despide de su hija con un beso en la frente, sus labios temblando con la tristeza y el pesar de dejarla atrás. Es un adiós silencioso, pero cargado de un amor inmenso y eterno.

Su omega interior y él lloran en un lamento conjunto, unidos en su dolor y su pérdida. Es un momento de rendición y aceptación, donde Charles deja ir todo lo que alguna vez fue suyo y se prepara para enfrentar el desconocido que yace más allá de la oscuridad que lo rodea.

Chiara, aunque no puedas escucharme, quiero que sepas cuánto te amo. Eres mi luz en la oscuridad, mi razón de ser. Siempre estarás en mi corazón, incluso cuando ya no esté contigo físicamente. Te observaré desde algún lugar, cuidándote y protegiéndote. Sé que no entenderás estas palabras ahora, pero espero que algún día las sientas en tu corazón. Te amo más allá de las palabras, mi dulce ángel.— Con un último suspiro de resignación, Charles se despide de su antigua vida y se adentra en la oscuridad, llevando consigo el recuerdo de su hija y el eco de un amor que nunca morirá.

GHOST | CharlosWhere stories live. Discover now