¿O cuatro?

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A la mañana siguiente, con el corazón renovado y una sensación de conexión más fuerte con su alfa, Carlos se aventuró a la cocina con determinación. Aunque Lando estaba concentrado en preparar el desayuno para la cachorra, Carlos estaba decidido a sacar una sonrisa de su omega, incluso si eso significaba invadir su espacio personal.

El alfa deambuló por la cocina, haciendo cualquier cosa para provocar una risa de Lando. Podía sentir la tensión en el aire.

— ¡Buenos días, sol radiante!.— Saludó Carlos, con una sonrisa juguetona bailando en sus labios mientras se acercaba sigilosamente al omega.

Lando lo miró con resignación, pero no pudo evitar que una sonrisa se asomara en sus labios ante la actitud traviesa de su alfa.

Carlos continuó invadiendo su espacio personal, haciendo muecas, diciendo tonterías y haciendo gestos exagerados para provocar una reacción. Aunque al principio Lando intentó resistirse, pronto se encontró riendo junto a Carlos, su expresión furiosa transformada en una de alegría y complicidad.

Con el aroma del desayuno llenando la cocina y el sonido de sus risas llenando el aire, la pequeña Chiara despertó y corrió a la cocina al percibir el dulce aroma de Lando.

Aunque su ceño se frunció al ver a su mamá siendo atacado por las cosquillas de su papá, ambos ríen mientras se roban besos tronados. Eso desconcertó a la pequeña quien durmió furiosa a causa de su papá. ¡Qué traición!.

— ¡Mami!.— Gritó con su voz chillona llamando la atención de ambos. Lando de inmediato empujó a Carlos y corrió hacia la pequeña para cargarla y besar sus mejillas.

— ¿Estás lista para ir a la escuela?.

— ¡No quiero ir!.— Últimamente Chiara se ha vuelto así, llora por cualquier cosa y necesita la atención de sus papás.

— Pero tu papá te va a llevar. ¿No es así?.— Lando miró esperanzado al alfa parado en la barra comiendo una manzana.

— ¿Ah si?.— Dice confundido.

— ¡Si, Carlos! Te dije que iba a salir hoy.— Dice entre dientes molesto.

— ¡No, con mi papá no! ¡No quiero ir!. — Llora en berrinche y Carlos suspira preparando la mochila de la pequeña mientras Lando calma su llanto prometiendo mil y un cosas.

La pequeña sale corriendo de la casa para abrir la puerta del auto y no hablar con su papá.

Lando y Carlos ríen ante el gesto infantil.

— Creo que me odia.— Dice el alfa con gracia mientras acomoda su portafolios y la mochila de su hija.

— No tanto como yo.— Lando se acerca y besa lentamente a Carlos, suspirando ante la acción.— ¿Vendrás temprano, cierto?.— Dice en un puchero jugando con la corbata del alfa.

— Recibí tu amenaza de texto, claro que vendré temprano a comer.— Dice con obviedad y riendo.

Lando asiente mordiendo su labio con nerviosismo y reposando la mano en su abdomen frotando con cariño.

El omega se movía nervioso por la cocina, preparando la comida favorita de Carlos con manos temblorosas. Había estado luchando contra las náuseas toda la mañana, pero ahora, finalmente, podía concentrarse en devolver el estómago. A pesar de sus propias molestias, estaba determinado a hacer que esta comida fuera especial.

Después de horas de esfuerzo en la cocina, comenzó a adornar la mesa, añadiendo pequeños toques elegantes y especiales. Cada detalle era cuidadosamente considerado, desde la disposición de los platos hasta la elección de la vajilla y los cubiertos.

Con manos que aún temblaban de nerviosismo, colocó una pequeña caja en el centro de la mesa, era delicada y adornada con un lazo, un toque final que agregaba un aire de misterio y anticipación a la ocasión. Respirando hondo para calmarse, esperaba con ansias el momento en que Carlos llegara.

Carlos llegó a la cocina canturreando, con una sonrisa radiante en el rostro y un hambre voraz que no podía ocultar. Se acercó a Lando con un beso en los labios, expresando su alegría por la deliciosa fragancia que llenaba el aire.

— Mmm, huele exquisito. — Comentó con los ojos brillando de anticipación.— Estoy muriendo de hambre.

El omega le devolvió la sonrisa nerviosa, sirviendo el plato de Carlos con manos temblorosas. Luego, con cuidado, lo llevó hasta la mesa, sintiendo la tensión mientras observaba a su alfa.

Carlos se dispuso a saborear el primer bocado de comida, pero antes de que pudiera hacerlo, Lando apartó su plato con un gesto decidido. Levantó una ceja, una mezcla de indignación y curiosidad cruzando su rostro mientras miraba a su omega.

— Hey, ¿qué pasa?. — Preguntó Carlos, confundido por la interrupción.

— Espera un poco antes de comer, cariño. Primero, quiero que abras esto.— Dijo con voz temblorosa, ofreciéndole la caja con un gesto expectante y una mirada ansiosa.

Carlos frunció el ceño, sorprendido pero intrigado por la sorpresa de su omega. Con una sonrisa curiosa, tomó la caja entre sus manos, preguntándose qué podría estar dentro mientras desataba el lazo con cuidado.

Cuando abrió la caja y sacó la prueba de embarazo positiva, su mente quedó en blanco. Un torrente de emociones y pensamientos lo invadió de repente, dejándolo paralizado y sin palabras. Su corazón latía con fuerza en su pecho mientras miraba fijamente la prueba entre sus manos, incapaz de procesar lo que acababa de descubrir.

La reacción de Carlos asustó a Lando, quien esperaba una respuesta diferente. La desilusión se reflejó en sus ojos al ver la falta de expresión en el rostro de su alfa. Un sollozo escapó de sus labios mientras luchaba por contener sus emociones.

— Lo siento, Carlos. — Murmuró Lando entre sollozos, sus manos temblando ligeramente.— No tienes que quedarte. Lo entiendo...—

Las disculpas de Lando resonaron en el silencio tenso que llenaba la habitación. Su corazón se hundió al ver la indiferencia en la mirada de Carlos, sintiéndose abrumado por la sensación de rechazo y temor al futuro incierto que se cernía sobre ellos.

Mientras tanto, el alfa seguía mirando la prueba de embarazo como si pudiera cambiar el resultado con solo desearlo. Sus pensamientos eran un torbellino de confusión y miedo, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que estaba sintiendo en ese momento.

Finalmente, Carlos reaccionó, su lobo estallando de felicidad y orgullo en su interior. Una risa incrédula escapó de sus labios mientras volvía la mirada hacia Lando, sus ojos brillando con una mezcla de asombro y alegría.

— ¿De verdad? ¿Un cachorro mío?. —Exclamó Carlos, su voz temblando ligeramente por la emoción.— ¡No puedo creerlo, amor! ¡Muchas gracias por esto!.—

Con una sonrisa radiante en el rostro, Carlos se abalanzó hacia Lando, envolviéndolo en un abrazo apasionado y repleto de gratitud. Sus labios se encontraron en un beso lleno de alegría, haciendo reír a Lando entre sus labios mientras compartían el momento de felicidad y asombro juntos.

Con el corazón lleno de alegría y esperanza por el futuro, se abrazaron, compartiendo una mirada llena de complicidad y amor. A medida que la noticia del embarazo se asentaba en sus corazones, se enfrentaban a un nuevo capítulo en sus vidas, lleno de desafíos.

Sabían que el camino por delante no sería fácil. Aún quedaban preguntas sin responder, temores que superar y desafíos por enfrentar. Pero lo importante era que lo harían
como una familia para ellos y para su nuevo bebé.

Mientras contemplaban el horizonte incierto que se extendía ante ellos, se aferraron el uno al otro con una sonrisa en sus rostros y la promesa de un mañana mejor, se despidieron de esta parte de su historia, listos para comenzar el siguiente capítulo juntos.

¿Qué esperar cuando no estabas esperando nada?.

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