Viernes parte 2

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Chiara estaba extasiada, de verdad. No había otra palabra que definiera mejor la felicidad, la emoción o el orgullo que sentía en ese momento, rodeada de sus amigos y de su familia, recibiendo un montón de elogios y felicitaciones por su buen trabajo en la obra y en la canción. Entre palmadas en el hombro, abrazos y cumplidos pasó cerca de media hora siendo la estrella de la noche (como corresponde, le susurró a Violeta en cuanto la mayor bromeó sobre su popularidad), hasta que finalmente fue hora de partir. Así, tras despedirse de su leal séquito de admiradores uno por uno con una enorme sonrisa y un agradecimiento por ir a verla, salió de la escuela en compañía de su familia y Violeta, rumbo a la avenida en la que tomarían un autobús para volver a casa, y Joan un taxi hacia el aeropuerto.

—Me daba rabia cada vez que hablabas —decía la abuela, acunando el rostro de Chiara con las manos una vez que se detuvieron en el paradero—. Parecías tan malvada que quería tirarte de las orejas para que te comportaras.

—Sólo un buen tirón de orejas de la abuela podría haberme detenido —bromeó ella, sonriendo ampliamente mientras sostenía las manos de la mujer sobre sus mejillas—. ¿Te ha gustado?

—Siempre me gusta todo lo que haces.

—Pensaba que te habías vuelto mala de verdad —agregó su hermano, tironeándole del pantalón para llamar su atención—, pero Violeta me ha explicado que era de mentirita.

Cuando Chiara se giró para mirar a la recién nombrada, aparentemente ya muy en confianza con su hermano pequeño, esta le guiñó el ojo mientras le dedicaba esa sonrisa coqueta tan bonita suya, haciéndola estremecer. Y aunque acababa de interpretar a la perfección a Roxie Hart sin pestañear, se vio en problemas a la hora de disimular enfrente de su familia que estaba derritiéndose por dentro. Tonta Violeta con su tonta sonrisa encantadora...

Para su suerte, su falta de respuesta y su cara de boba enamorada pasaron desaparecidas para los demás debido a que llegaba el autobús y comenzaron a despedirse de Joan. Tras prometerse que se verían pronto y que estudiarían juntos para su examen de Selectividad, el mayor se despidió de todos y ellos subieron al autobús, dejándolo atrás. Chiara se sentiría triste en un día normal, pero en ese momento exacto Violeta estaba tomando asiento a su lado, y eso realmente le impedía sentir algo diferente a la pura alegría que había experimentado durante la última hora.

—¿Cuánto tiempo de distancia hay hasta tu casa? —cuestionó la chica en cuanto el vehículo arrancó.

—Como veinte minutos por las paradas, más o menos —respondió ella, girándose un momento para observar a su familia varios asientos atrás, e inmediatamente apoyó la cabeza sobre el hombro de Violeta—. No te molesta si voy así, ¿cierto?

—Por supuesto que no.

—¿Y si me duermo un poquito? —aventuró, acurrucándose lo más cerca posible de la mayor—. Estoy muy cansada.

—Es verdad, que anoche no dormiste por los nervios —recordó Violeta, soltando una risita sutil—. Duerme tranquila, cariño...

—Vivi —llamó, levantando apenas la cabeza para mirarla, y esperó a que ella se girase a mirarla también—. Una cosita más.

Antes de que Violeta le preguntara qué era lo que quería decirle, Chiara no dudó y con movimiento rápido y mucho valor dejó un beso fugaz en los labios de la chico, para luego volver a acomodarse y rápidamente cerrar los ojos para no ver la reacción de Violeta porque se moría de vergüenza. Cuando medio segundo más tarde la mayor le besó la cabeza, sonrió y hasta soltó una risita tímida a pesar del intenso sonrojo que se apoderó de sus mejillas. Después de eso, no tardó mucho en dormirse.

Número equivocado! (KIVI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora