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Las llamas comenzaban a expandirse por el castillo de Harrenhal

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Las llamas comenzaban a expandirse por el castillo de Harrenhal. Harwin era consumido por el miedo, se preguntaba muchas cosas, y se temía otras. Las puertas estaban selladas y no podía salir. Estaba asustado, estaba aterrado.

El fuego se extendió por su habitación, parecía tener vida propia, donde el hombre tratara de huir el aridiende fuego lo perseguía. ¿Qué pasaría? No lo sabía, lo que sí sabía era que no quería morir.

Trató de romper la puerta pero era inútil.

-¡¡Padre!!- esperaba que al llamarlo el vendría a su rescate como en los viejos tiempos

-¡¡Padre me quemo!!- golpeaba con fuerza la puerta. No quería morir, quería volver con Rahenyra, quería volver con sus hijos, quería volver con la pequeña princesa que lo perseguía desde que había aprendido a caminar.

-¡¡Harwin!!- escuchó a su padre.

-¡¡Padre me estoy quemando!!

Ya no había escapatoria.

-Ayuda...

Él fuego había llegado a él, y lo estaba volviendo cenizas.

Alguna vez escuchó que antes de morir se ve la vida pasar por sus ojos y podía confirmar que era verdad.

Empezó a recordar su pasado hasta el presente. Los recuerdos más hermosos era con sus niños, hasta Aema que no era suya era como su hija.

-Mis pequeños....

Los dioses le habían dado hermosos niños, fuertes, valientes, pero ninguno con su apellido. Siempre Velaryon, núnca Strong. Eso lo mataba por dentro, más de lo que estaba muriendo por fuera. Moriría sin reconocer a sus hijos como suyos, moriría sin volver a ver a Rahenyra, moriría sin ver a Aema volar por primera vez sobre Anyxs, moriría sin tomar el mando de su casa. Moriría sin verlos crecer... ¿por qué los dioses lo castigaban de esa manera? ¿Era por traer al mundo a niños bastardos? No lo sabía, pero ya había llegado su fin.

Poco a poco el hombre dejó de sentir, dejó de doler las quemaduras de su piel, dejó de ver, y dejó de respirar. Ese día había muerte Sir Harwin Strong, un caballero, un guerrero, un hombre, un hijo, un padre, un instructor, un amigo, y un amante...

Por otro lado, Aema y su familia recién llegaban a Dragonston, creyendo que ahora su vida sería mejor, creyendo que las catástrofes por fin finalizaban. La mayor de los hijos de Rahenyra sentía una opresión inexplicable en el pecho, sentía que algo andaba mal. ¿Qué andaba mal? Tampoco lo sabía. Pero sentía su pecho estrujarse tanto que dolía. Corrió a su nueva habitación buscando un lugar para esconderse, un lugar para respirar, buscaba unos brazos en los que llorar, buscaba a alguien que le ayudara a dejar de sentirse así.

Sus manos comenzaban a temblar, su cabeza comenzó a doler, se estaba ahogando por no respirar bien.

-Aema respira, respira. -Benjen la trataba de calmar, pero la menor no sabía como actuar.

Fuego Y HieloWhere stories live. Discover now