2. Huéspedes (disparador mystery)

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—Ahí está —señaló Milo—

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—Ahí está —señaló Milo—. La última vez que vine estaba completamente vacía. Es seguro.

La oscuridad envolvía una tétrica casa abandonada que se alzaba ante Dina, Uxío y Milo, los tres paladines de la logia de Alejandría.

—Pues yo creo que da bastante mal rollo —murmuró Dina mirando el lugar con sospecha, su voz era apenas un susurro en la penumbra—. Tal vez deberíamos salir cagando leches de este lugar y volver a la academia, Milo tu estás desangrándote, no quiero cargarte hasta los quad.

—Nada que no me haya pasado antes —dijo Milo riéndose mientras apretaba su herida con una venda.

—Sang, eres una cagada —rió Uxío.

Al escuchar eso Dina le fulminó con la mirada, buscó en su mochila. Sacó su linterna y un caramelo de fresa que se metió en la boca.

—Tengo un nombre, úsalo. —sonrió irónica—. Te seguimos, Milo.

Con cautela entraron a la casa. Intentando hacer el menor ruido posible para verificar que era un lugar seguro. Milo buscó en un cajón del salón principal con su linterna, había velas gastadas, suficientes para dar algo de luz a esa estancia.

—Justo donde recordaba. Corred las cortinas, vamos a iluminar un poco esto —ordenó Milo con suavidad

Dina y Uxío le obedecieron puesto que tenía razón, pero ambos odiaban ser ordenados por otro paladín. Los tres al fin descansaron y comenzaron a curar sus propias heridas gracias a sus botiquines.

—¿Créeis que querían matarnos a nosotros, o protegían el mineral? —preguntó Dina mientras colocaba una tirita de infantil en su cuello, una bala le había rozado y dejado una quemadura leve.

—¿No está claro? —preguntó Uxío con obviedad.

—No mucho, la verdad —contestó Milo haciendo un sonido dolorido al volver a apretar su venda. Sin duda su herida era la más profunda.

Dina se había levantado y daba vueltas por el deprimente y abandonado salón, comenzó a abrir cajones y armarios, nunca se sabía cuando podía haber algo útil por ahí. Decidió dar una vuelta por el salón contiguo, iluminando con discreción el lugar. Las paredes estaban llenas de cuadros antiguos, personas que seguramente ya estuvieran muertas y olvidadas. En la repisa de una chimenea, algo le llamó la atención. Era sin duda...

—Eh chicos, lo he encontrado, venid aquí. —llamó Dina con satisfacción

Milo y Uxío se aproximaron. Y lo vieron, la repisa estaba completamente repleta de piedras de mineral absenta.

—Nada mal, Sang. Al fin eres útil para algo —sonrió sarcástico.

Dina negó con hastío.

—Ojalá hubiera dejado que Milo y Teo te hubieran dado una paliza —murmuró para sí.

Dina Sang ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora