7. Sed de sangre (disparador wattpadacciones)

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Dina tomó el puñal en su mano y lo observó con delicia, embelesada por cada detalle de esa pequeña obra de arte hecha arma; empuñadura criselefantina y hoja resplandeciente de doble filo

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Dina tomó el puñal en su mano y lo observó con delicia, embelesada por cada detalle de esa pequeña obra de arte hecha arma; empuñadura criselefantina y hoja resplandeciente de doble filo. Deslizó con delicadeza su dedo por la delgada hoja y un sutil corte abrió su piel mostrando una reluciente gota carmesí. El puñal estaba sediento de sangre.

Piro emitió una sonrisa socarrona que sacó a Dina de su ensimismamiento.

—Oh, vaya... Se me olvidaba... Detrás de esa puerta hay dos puertas —señaló él con ironía, parecía muy divertido con toda esa situación—. Espero que elijas la correcta. No te recomiendo equivocarte... Para salir, de cualquiera de las dos situaciones que te toquen deberás buscar el porticón verde, atravesarlo y el cuchillo será tuyo. Para siempre.

Dina le asestó una mirada gélida. Le iba a salir bastante caro ese precioso cuchillo centenario.

—Piro... Esto no me gusta —comentó Uxío muy preocupado.

—He aceptado el trato y lo haré —sentenció Dina mirando a Uxío con calma, luego desvió su mirada  a Piro con severidad—. ¿Cómo sabré qué puerta es la correcta? 

—Oh... Lo sabrás. Créeme —contestó Piro.

Dina bajo la preocupada mirada de Uxío y la actitud jolgoriosa de Piro se dirigió hacia la puerta. Una suerte de panel de metal oxidado que no prometía nada mágico detrás.

—Eh, Sang...  Si no vuelves te mato —amenazño Uxío. 

Dina se giró.

—¿Cómo lo harás si muero? —preguntó ella con ironía y diversión intentando sacarle hierro a toda esa situación. Le sonrió.

Uxío se rió  y negó con la cabeza.

 —Mira en tu bolsillo, Dina. Te dará suerte —finalizó Uxío.

Dina esbozó una sutil sonrisa y tomó el caramelo de fresa que Uxío había escondido con habilidad en su bolsillo. Se lo llevó a la boca, disfrutando de ese momento de calma antes de la incierta tormenta que tal vez le esperaba.

—Nos vemos en un rato, Uxío Foz —dijo ella con tranquilidad mientras desaparecía detrás de la puerta, no sin antes añadir algo más —Mira en tu bolsillo...

Uxío se dio cuenta de que Dina también le había dejado un caramelo de fresa, no sabía ni como ni cuando. Sonrió con nerviosismo al verla desaparecer. 

Se encontró en un pequeño cuchitril, nada podía hacer pensar que esas dos puertas estaban programadas con ciencia mágica

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Se encontró en un pequeño cuchitril, nada podía hacer pensar que esas dos puertas estaban programadas con ciencia mágica.

Cerró los ojos intentando guiarse por la intuición, en la que no creía, así que no dio demasiado resultado. Con el puñal en la mano pensó en dejar su destino al causante de esa situación.

Con un giro de muñeca hizo girar el cuchillo en el suelo como ese juego de la botella al que jugaban sus compañeros de la Academia Alejandría cuando los profesores no miraban. Pero ella no tendría que darle un beso a nadie después del veredicto de ese giro.

El puñal señaló la puerta de la izquierda. Dejadme decir que tal vez Dina no fue muy aguda con esa decisión. Como os había contado; el puñal estaba sediento, tal vez el destino, o la casualidad harían que ese pequeño de doble filo eligiera una puerta, pero no la correcta sino la que más saciase su sed de sangre.

Atravesó la puerta, la oscuridad la sumió en un ambiente con olor a sangre, sudor y orín. 

Los empujones y los gritos feroces se mezclaban con tambores y cornetas. Su cuerpo chocaba con el de otros. Se escuchaban rezos y cantares, lloros y respiraciones profundas. Estaba en una fila con varios hombres y mujeres; antes de poder entender nada fue empujada hacia una luz cegadora y polvorienta que quemaba.

Lo reconocía perfectamente, era un coliseo, pero no era romano, era distinto; el marfil y la iridiscencia del lugar estaba corrompida por una arena llena de manchas de sangre. Las bestias que dominaban el lugar ya hacían gala de sus destrezas, arrancando cabezas de pobres guerreros y guerreras desposeídos de sus vidas.

Dina no quiso entrar en pánico, pero entró en pánico. Hubiera sido idiota de no hacerlo. Agarró el puñal como si su vida dependiera de ello puesto que lo hacía. 

Buscó el porticón verde. Y fue fácil encontrarlo con la mirada, estaba al otro extremo de la arena. 

Lo difícil sería atravesarlo. Pero tenía que intentarlo. Era rápida, escurridiza y estaba jodidamente desesperada.

Dina mordío las sobras de caramelo de fresa y respiró una gran bocanada de aire, las bestias corpulentas de pieles ambarinas y ojos de fuego ya se habían fijado en ella. 

Corrió, corrió con toda la energía de su pequeño cuerpo de paladina. Notaba impactar las piedrecitas y el polvo que levantaba. Esquivó una gran maza de pinchos que una bestia estuvo a punto de asestarle en plena rodilla, y rasgando toda su piel fluyó por debajo de las grandes y musculosas piernas de otra. 

Una bestia la agarró por el cabello, dejándola sujeta en el aire a punto de ser devorada por su boca eterna. Colocó una de sus piernas en la frente de la bestia intentando impulsarse. Y con el puñal intentó cortar su cabello del agarre de la bestia. Uno de los ponzoñosos dientes rasgó su piel y ella emitió un grito agudo.

No se había dado cuenta pero había un César. Obviamente había un César, éste rió a pleno pulmón cuando ella gritó. El público imitó al César con temor y falsedad.

Dina no podía parar de cortar su cabello, en breves su cabello sería un recuerdo lejano en manos de una bestia y ella comida fresca. Solo faltaba un último mechón.

Tenía que olvidarse del dolor y saltar. Saltó con todas las energías y clavó su puñal en la espalda de la bestia que emitió un doloroso gemido. 

Dina arrancó el puñal y la sangre violeta y caliente de la bestia comenzó a brotar. 

Era su oportunidad. Corrió como una gacela herida a punto de ser cazada, gritó del dolor intentando sacarlo de su cuerpo, gritó hasta que le dolió la cabeza viendo cada vez más cerca el porticón verde.

Lo había conseguido.

Había caído redonda en el cuchitril de Piro y por fin se desmayó, no sin antes escuchar una voz.

—Sang, si te mueres te mato...

—Sang, si te mueres te mato

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998 palabras según wattpad

disparador: WattpadAccionES

Abriste la puerta equivocada. Gritos de emoción y una horda de gladiadores te reciben al otro lado. Has viajado a un mundo desconocido donde el Gran Emperador anhela el entretenimiento de los recién llegados. Tu única salida es a través del coliseo, luchando contra tus oponentes para llegar a la puerta de escape.

Dina Sang ✓Where stories live. Discover now