III. cloud

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Ya entiendo porque a mi gente no le gusta tenderle la mano a los forasteros

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Ya entiendo porque a mi gente no le gusta tenderle la mano a los forasteros. Llevamos cinco minutos de camino y Amris no ha sido capaz de dejar de hacer pregunta tras pregunta, como si yo fuese su maldito guía turístico o algo por el estilo.

—Se llama así porque los rayos del sol no tocan su tierra —respondo a su última pregunta, en la que quiso saber el motivo por el cual el lugar al que nos dirigimos se llama Darkland.

—Ah... —asiente a mi lado, esquivando un arbusto.

Miro de reojo a Amris y me fijo en como su cabello blanco rebota cuando él salta para evitar tropezar con las rocas del camino. Su cabello me recuerda a las nubes esponjosas del cielo.

—Oye —me llama de repente, sacándome de mi breve desvarío. Suspiro con pesar, pues sé que va a hacerme otra pregunta—, ¿por qué tu cabello es azul?

Por poco me detengo para mirarle con incredulidad, pero me limito a rodar los ojos y suspirar con cansancio sin dejar de caminar.

—¿Cómo voy a saber? —pregunto con agresividad—. ¿Tú por qué lo tienes blanco? Pareces un anciano.

Amris suelta una risita divertida mientras sigue caminando. Se ríe con frecuencia cuando le hablo. Es raro, pero me agrada.

—Lo siento, es una pregunta tonta —se disculpa rápidamente con sonrisa inocente.

—Tú eres tonto —respondo y él vuelve a reír, esta vez con más fuerza.

No entiendo que le hace tanta gracia, sinceramente.

Aparto unas enredaderas del camino y hago con leviten con un chasquido de dedos para que Amris pueda pasar sin hacer esfuerzo alguno.

Me adelanto un poco, levanto la mirada del camino y me alegro cuando veo que hemos llegado al limite de la montaña del bosque mágico. Dirijo mi vista un poco más allá y logro divisar al pie de la montaña las antorchas titilantes que iluminan las oscuras callejuelas de Darkland.

—Hogar dulce hogar —canturreo mientras me giro para darle la bienvenida a Amris.

Para mi sorpresa, Amris no me ha seguido en esta oportunidad, sino que se ha quedado junto a las enredaderas flotantes, contemplándolas con rostro embobado.

—¡Eh, Amris! —lo llamo un poco más alto para llamar su atención.

El chico de mirada azul me mira con los mismos ojos brillantes que mostró hace unos minutos en el lago.

—¡¿Cómo haces eso?! —interroga con voz chillona y retrocedo instintivamente, un poco asustado por su arranque de energía.

Miro a mis espaldas, como si allí estuviera la respuesta, fijo de nuevo mi mirada en Amris, pero no consigo pillar a qué se refiere.

—¿De qué estás hablando ahora, niño loco?

—¡Pues de esto! —señala al montón de enredaderas que flotan en medio del camino—. Ya quisiera yo poder hacer volar objetos. ¡Enséñame!

Corte Celestial [PGP2024]Where stories live. Discover now