Capítulo 1. Escapa

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El sonido de un florero rompiéndose alertó a Nikita del posible autor del delito. Caminó hacia la sala y observó a Bazhen lamiendo su pata sobre la mesa esquinera, lejos de la escena del crimen.

—¿Culpable o inocente? —lo miró mal y el gato maulló.

—Fuiste tú, estoy más que segura —se fue de nuevo a la cocina, cogió una escoba y un recogedor. Al regresar observó al felino y negó con la cabeza, Bazhen estiró su pata y empezó a lamerla de arriba hacia abajo.

—¡Oleg! Tu gato rompió mi tercer florero en esta semana—alzó su voz con indignación, pero ya nada podía hacer, el felino le daba la gran lección de que lo material no era indispensable y que se podía reemplazar.

—¿¡Qué!? —gritó desde su cuarto el omega—. Cuando hace travesuras es mi gato, pero cuando se porta como un ángel, es tuyo ¿No?

—Pues es el ejemplo que tú le das ¿Qué esperabas acaso? —recogió los pedazos del florero y los colocó en una bolsa, volteó su rostro y observó el retrato de su hija fallecida junto a su esposo y un pequeño Oleg de cinco años sosteniendo una bola de nieve.

—¡Yo no rompo nada! —vociferó el omega a todo pulmón mientras bajaba las escaleras y sus ojos violeta relucieron ante la mirada sorprendida de Nikita quien lo golpeó con el palo de escoba en su cabellera rizada.

—¡La semana pasada me rompiste el jarrón jugando con una pelota dentro de la casa! —acusó mientras elevó una de sus cejas y pellizcó el brazo de su nieto al escuchar su risa burlona.

—No me acuerdo de nada —desvió su mirada y Nikita suspiró, dejó la escoba a un lado y desordenó los rizos del omega, agarró sus dos mejillas y depositó un dulce beso en su frente.

—El desayuno está listo —murmuró resignada y observó que el felino se acercó a su nieto y le pidió que lo cargara con sus patitas.

—Me arreglo y bajo en un minuto —caminó hacia Nikita y le dio un corto beso en su mejilla—. Gracias. Te amo mucho —un sentimiento cálido creció en su interior al verla, sus palabras quedaban cortas ante el amor maternal que tenía y en la última sonrisa, le dió la espalda y subió a su dormitorio.

La omega sintió el corazón a estallar con la dulzura que transmitía su Kot, como cada acción de ese pequeño llegaba a convertirse en un torbellino para su corta vida y con la felicidad a más no poder, caminó hacia donde estaba su foto favorita y la acarició lentamente con la yema de su pulgar.

—Evie —pronunció en voz alta el nombre de su hija—. Nunca había sentido tanto miedo como tú en aquel día. Presiento que la daga se acerca más, pero tengo mi fe en él, en ese alpha...

En la habitación, Oleg tiró al gato en la cama y se acostó junto al felino por varios segundos, observó el techo y sonrió al ver el paisaje nocturno que había pintado semanas atrás y del cual se sentía orgulloso, pero la pregunta siempre rondaba en su mente, le encantaba hacer pinturas de paisajes realistas, no obstante, solo en aquella pintura que había dibujado en el techo, apareció un hombre parado en medio de un camino, rodeado de mariposas que volaban a su alrededor.

Bajó su mirada y se sentó intrigado, observó sus otras pinturas y respiró profundamente, tal vez se dejó llevar de más sin darse cuenta de que su destino estaba más que sellado.

Sin darle más vueltas al asunto, ingresó al baño y al mirarse en el espejo se dio de cuenta de que sus ojos violeta estaban de un tono más fuerte, parpadeó varias veces y detalló que veía un poco borroso, sin embargo, no le prestó atención y enseguida se lavó la cara y al terminar, se quitó su ropa y sus rosados pezones se pusieron erectos, su abdomen tonificado que poseía varias cicatrices empezó a erizarse, toda su piel sintió el frío del ambiente natural y era por el simple hecho de que se le olvidó encender la calefacción.

Omega Pandillero © [18]Where stories live. Discover now