Capítulo 5. Grietas

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«⸻ ▽ ⸻»


A la mañana siguiente.


En la comodidad de su habitación, Oleg no dejaba de pensar en lo sucedido de anoche, su sonrisa traviesa, al igual que la de un ángel caído, hizo que no parara de reír cuando recordó que se había hecho el dormido al lado del alpha con la intención de saber que haría, y para su gran sorpresa, Lukyan solo lo cargó en sus brazos y lo llevó directamente a la cama, depositó un cálido beso en su frente y cerró la puerta en completo silencio.

No le debería de asombrar, pero en este mundo no se esperaba que un alpha fuera amable o respetuoso. La mayoría de omegas terminaban siendo víctimas de personas sin escrúpulos que solo se justificaban por ser la casta mayor en la jerarquía.

Al estirar sus extremidades, tomó la almohada y la apresó entre sus muslos, luego hundió su rostro y echó un bostezo al sentir el frío de la tela, pero poco le duró cuando después de varios minutos decidió levantarse para ir al baño y no procrastinar.

Lo primero que hizo fue observarse en el espejo y al notar algunas lagañas en su rostro, de inmediato se lavó la cara con agua y al terminar, tomó una pequeña toalla y secó su piel. Sus ojos se desviaron hacia el sofá y se fijó en otra muda de ropa junto con unas zapatillas muy bonitas de color blanco.

Se acercó y al tomar una, detalló la etiqueta del precio, y casi le da un infarto, eran casi 750 mil rublos, era decir, aproximadamente diez mil dólares.

Oleg hizo cálculos y se preguntó cuántas cajas de pizza se podría comprar con todo ese dinero.

—¿Y si las vendo?

No era una muy mala idea, además de que apostaría que el alpha le daría las zapatillas que él quisiera, porque con lo poco que ha visto, Lukyan tenía la billetera gorda y no solo eso.

De inmediato se quitó la ropa e ingresó a la ducha, los chorros de agua tibia se deslizaron por su piel y la sensación de relajación se coló en su ser y su mente quedó en blanco por algunos segundos.

A veces le encantaba bañarse y otras donde pasaban los días y le daba pereza hacerlo, porque se quedaba en su casa y nadie lo notaba, ni su abuela, aunque a veces lo regañaba.

Hoy no tomaría un baño largo, puesto que quería irse temprano para ir a desayunar con su abuela, porque por nada del mundo se perdería los manjares exquisitos que preparaba de comida, así que, con el dolor de su alma, terminó su relajante baño y agarró una toalla.

Mientras secaba su cabellera rizada, a su mente se le vino la palabra "instituto" se había olvidado de sus clases, los trabajos y la suspensión que le dio el director, pero no podía hacer nada y tendría que recurrir con su abuela para que le hiciera alguna excusa de que estaba enfermo.

Tomó sus preciosas zapatillas y al colocarlas, se acordó de su celular, su pequeño bebé no lo dejaba ni para ir al baño, y no se creyó el hecho de que no sabía en dónde estaba ¿Y si lo había perdido? O de pronto lo dejó en alguna parte y para empeorar la situación, en silencio.

Salió del baño de inmediato y, en la mesita que estaba junto a la cama, encontró su amado celular. Lo tomó y lo llevó a su pecho, respiró aliviado y luego lo encendió con mayor tranquilidad.

Tenía tantas cosas guardadas y otras que podrían traumar, pero estaba feliz de saber que no lo había perdido.

Al revisar las notificaciones, solo había mensajes de Pavel y Kliment, pero en lo último, observó un mensaje de su abuela, que al abrirlo, quedó pasmado.

Omega Pandillero © [18]Where stories live. Discover now