17.

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Intercambié mi mano morada por la naranja, apuntando a las penumbras que tenía delante. No me gustaba la idea de andar por la oscuridad desarmada, y más con Catnap rondando cerca. Con los nervios haciendo cosquillear mi piel, avancé con extremo cuidado. Si mi corazón latiera más fuerte, probablemente acabaría explotando. El rótulo por encima del hueco que se hacía pasar por puerta rezaba "Casa de Juegos". Lo gracioso era el enorme cartel colgando justo al lado cuyas letras mayúsculas prohibían el paso.

Así que entré.

De inmediato, vi un par de ojitos brillantes en un hueco teñido de naranja; disparé de inmediato, y a la luz de la bengala, una pequeña criaturita huyó de su escondite. El fuego resultante de mi disparo seguía ardiendo cuando me giré hacia el recortable a mi derecha; el personaje pintado en él era un osito rojizo. Al darle al botón, me sorprendí al oír una voz dulce y femenina.

¡Hola! ¡Soy Bobby Bearhug!¡Te quiero de aquí a la Luna! ―exclamó con alegría―. ¡Estoy loca por ti! Sin ti estoy perdida... ―Ah, ahí estaba. El tono silencioso que indicaba que algo iría mal―. Estuve perdida por mucho tiempo... ¡Por favor, llévame contigo esta vez! ―Su voz estaba llena de desesperación―. No me abandonarás, ¿verdad? 

Vaya. Esa era la última frase; al darle otra vez, se repitió la primera. Sinceramente, este cartón era curioso en varios sentidos. Uno: no acababa en un grito de agonía distorsionado. Dos: su mensaje era sorprendentemente directo. Tres: de nuevo, una mención a la Luna, aunque en este caso seguro que era una expresión, más que una metáfora. En todo caso, no había mucho que analizar. Quien había sido alguna vez Bobby fue, con toda seguridad, una persona cariñosa y optimista. En cuanto a lo que le había pasado, no estaba muy segura. Podría haber sido abandonada, o haber sido olvidada tras haberse perdido. 

Me imaginé una niña, joven y amable, perdida en los oscuros territorios de la fábrica. Quizá había intentado huir. O quizá simplemente se había perdido. Después, vagaría por ahí; o bien ocultándose de los trabajadores o bien incapaz de encontrar alguno, dados sus entornos. Y entonces... cuando acabó siendo encontrada... Fue desechada. Abandonada. Si fue aposta o sin querer, no lo sabía; me faltaba información. Se me rompió un poco más el corazón al salir de la escena que había creado en mi mente. No creía equivocarme al respecto. Mi teoría tendría huecos, pero en general... Me temía que había acertado en cuanto a los sucesos.

Apartándome del cartón, me fijé en un reproductor de VHS. Comencé a buscar su cinta correspondiente, y no tardé en darme cuenta de que no se encontraba en el muy reducido espacio en el que estaba. Avancé por salas cuyas paredes estaban acolchadas, confiriéndole un parecido chocante a... no sabría decir a qué, exactamente. ¿Un hinchable de esos en los que saltaban los niños en las fiestas? ¿Una habitación hecha de patchwork inflado? No tenía ni idea. 

Por suerte para mí, la iluminación de las bengalas que iba disparando de cuando en cuando hizo visible el interior negro de un cartel doblado en forma de tipi en miniatura; en él reposaba la cinta, que no tardó en acabar en mi mano. Y tampoco tardó en introducirse en la rendija del reproductor, llenando la televisión antes gris y llena de estática de una única imagen.

Contuve un grito al ver la cara hundida y sonriente de Catnap. Sus ojos, apenas dos círculos blanquecinos en un pozo de oscuridad cada uno, eran menos inquietantes que su enorme sonrisa, que ocupaba más de la mitad de su cara y estaba llena de negrura pura. Sonó una voz masculina y algo distorsionada por la estática y la (probable) mala calidad del micrófono. Había una inquietud casi palpable en su tono.

Vale... este es... Catnap ―dijo lentamente, con cuidado; como si cada palabra pudiera costarle la vida. (Podría ser el caso, quién sabe...)―. Eh... experimento #1188... ―recitó. Le imaginé comprobando un documento con rapidez para asegurarse de que lo decía bien―. ¿Cuál era su nombre real? ¡Ah! Sí ―se apresuró a decir. Carraspeó con fuerza―. ¡Hola, Theo! ¿Cómo te va, campeón? Normalmente es el doctor Sawyer quien se encarga de estas cosas, pero... digamos... que no está. Así que, aquí me tienes para reemplazarle ―explicó, dirigiéndose a quien comprendí, con un escalofrío, que era Catnap. No había estado simplemente leyendo de una hoja; había estado conversando primero consigo mismo y luego con él―. En primer lugar: ¡Bien hecho! Oficialmente ya van cuatro años en tu nuevo cuerpo. Y en serio, has progresado mucho, pequeño. Me comentaron que cuando tú y los demás Smiling Critters (es decir, Dogday, Pickypiggy, y bla, bla, bla) ―enumeró sin demasiado interés―, os incorporasteis a Playcare, tú no te llevabas tan bien con ellos como el resto. ¡Pero mírate ahora! Los niños te adoran, y ese humo rojo- digo... Es fantástico, ¿no crees?

Esa pausa en sus palabras fue, como mínimo, sospechosa. Igual que todo lo demás, en realidad. En resumidas cuentas, este señor desconocido estaba hablando con una versión ya transformada de Catnap, y, si sus palabras tenían veracidad, llevaba cuatro años siendo un juguete. Asesino no, todavía. Y no se había llevado bien con el resto de animalitos al principio, aunque luego eso cambiara. ¿Por qué? Asumí que habría tenido tendencias a trabajar solo, o a lo mejor se creía superior a los otros. O una mezcla de las dos.

Eh, tu voz... ¿sigue sonando así? 

El Prototipo nos va a salvar ―afirmó de repente una voz rasposa y entrecortada. Catnap. 

Theo... nadie te va a salvar ―subrayó el hombre con firmeza―. Perteneces a esta prisión. Te dejaremos salir de vez en cuando a Playcare, pero tú vives aquí. Y "el Prototipo", él está en los laboratorios. Esta es tu vida ahora. Acostúmbrate. 

La pantalla se oscureció por completo. Tardé un segundo en procesar lo último que había oído, a pesar de que no había sido mucho. La voz de Theo había cambiado, lo que debía ser una anormalidad. ¿Fue por accidente, o se la cambiaron a propósito? A juzgar por la cautela y la aparente falta de conocimiento con la que preguntaba el hombre, probablemente fue lo primero. Luego estaba la voz de Catnap- no, Theo- no, ahora Catnap. Era la primera vez que la oía, y su mención al Prototipo me puso la piel de gallina. ¿Qué más? Ah, sí. Por lo que había deducido y averiguado, al principio Catnap había vivido en Playcare, pero, por algún motivo dejó de ser así. Me pregunté ese misterioso motivo. ¿Había tenido que ver con el Prototipo? Sin embargo, el hombre había afirmado que estaba en los laboratorios, seguramente atrapado y contenido. Aunque, claro, en algún momento logró escapar aprovechándose de su ingenio, si no recordaba mal.

Y ahora andaba libre por ahí, observándome.

Me llevé las manos a los brazos, frotándomelos para espantar el frío que de repente sentía en la piel. Además, caí en la cuenta de algo de repente. La criatura que había espantado al principio. No era muy creíble que fuera la única, y tenía que proseguir. El pensamiento de miles de ojos clavados en mí desde las sombras, listos para lanzarse a por mí, me inquietó profundamente. 

Lógicamente, me adentré en el túnel oscuro que tenía delante. 

Poppy Playtime Chapter 3: Deep SleepWo Geschichten leben. Entdecke jetzt