Lentes

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—Sí. —respondió Bosco poniendo atención en los rasgos de Dallas, había algo en el delicado joven que le parecía familiar— ¿Para qué son las gotas? —preguntó viendo cómo se las echaba a los ojos.

—Para la resequedad. —le contó con los ojos cerrados antes de parpadear un par de veces y sonreírle— Vamos. —dijo guardando el gotero en su mochila para luego ponerla en su hombro.

—Sí,

Caminaron uno a lado del otro hasta salir de la biblioteca como siempre todo estaba lleno de alumnos que iban y venían por todos lados inmersos en sus propios asuntos, Dallas se perdió en la marcada mandíbula de Bosco, tenía una barba de un par de días, su piel era dorada como si hubiera estado expuesto al sol un par de semanas, su mirada bajó por su cuello mirando el lunar justo en mitad del camino hacia donde el cuello se unía con el hombro, él tenía el mismo, recordó a su mamá quien cuando era pequeño le contaba una historia sobre los lunares, según ella las personas tenían los lunares en el lugar favorita de su alma gemela para besar, era tonto pensar en eso, solo una fantasía, pero le gustaba la idea de que Bosco fuera su otra mitad.

—Cuidado. —dijo Bosco tomándolo del brazo atrayéndolo hacia él para que no cayera— Te gusta pasar en el suelo ¿Verdad? —cuestionó mirándolo a los ojos.

—Lo siento, no mire. —dijo sintiendo el cuerpo firme del mayor contra el suyo, la diferencia de estatura entre ellos era demasiada, tal vez si se ponía en puntas podría alcanzar apenas sus labios, pensó.

—Pues debes ponerte lentes. —declaró.

—No me gusta. —respondió en un murmullo haciendo un puchero inconsciente con los labios, el moreno pensó que sus labios eran preciosos, podría pasar horas besándolos.

—¿Por qué no? —cuestionó soltando al ser consciente de sus pensamientos.

—No me veo bien con lentes. —dijo recomponiéndose.

—Eso es una tontería, si necesitas lentes para ver debes usarlo, no importa si te quedan bien o no. —contradijo con tono serio reanudando su camino.

—Lo siento. —musitó caminando a su lado.

—¿Por qué? —inquirió frunciendo el ceño al verlo.

—Pareces molesto, no quise hacerlo.

—No estoy molesto. —aclaró deteniéndose, girando su cuerpo levemente para mirarlo sin suavizar la frente.

—Esto dice lo contrario. —habló llevando su mano hasta la frente del mayor, donde acarició su ceño con su dedo índice, antes de darse cuenta lo que estaba haciendo y bajando rápidamente la mano.

 —Solo que no entiendo que dejen de usar algo que es médicamente necesario solo porque crees que no se ven bien. —dijo antes de mirar al frente y seguir su camino.

—Lo sé, pero prefiero los lentes de contacto… ¡jilal ou jl! (mierda/maldita sea) —exclamó deteniéndose.

—¿Qué fue eso? —preguntó deteniéndose también.

—Olvide que tengo que ir por mis lentes de contacto. —le contó mirando la hora en el reloj que llevaba en la muñeca de la mano izquierda— Debería tomar un taxi antes de que la óptica cierre. —comentó avanzando lo más rápido que sus piernas cortas le permitían.

—Eso quiere decir que tampoco traes lentes de contacto en este momento ¿verdad? —inquirió a su lado.

—No, porque los olvidé en corea, tuve que mandarlos hacer aquí, pero como es una graduación especial tardan más de lo habitual.

—Pero tienes lentes. —comentó volviéndolo a tomar del brazo cuando estuvo a punto de tropezar con un tome— De verdad, estás ciego. —señaló haciendo que su ceño se notara más, mirando como las mejillas del bonito hombre se teñían de un sonrojo— Vas a terminar haciéndote daño.

SIEMPRE TÚ Where stories live. Discover now