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Parte 1

Nunew sabía que, a pesar de que Zee estaba algo encaprichado con él, era también un príncipe orgulloso.

Y, mal que mal, le pegó en el ego que uno de sus concubinos hubiera sido citado por su padre. Por eso mismo, no le extrañó ni un poco que los siguientes días no le solicitara en ningún momento.

Sin embargo, a Nunew no le molestó ni se sintió herido, sabiendo que era una tonta forma de sacarle celos y hacer que suplicara por atención. Zee quería jugar al gato y al ratón con él, pero lo que no sabía, es que él ya se había preparado para eso. Nunew tenía claro que Zee pronto comería de la palma de su mano.

—¡Qué lindo, Nu!

Nunew se rió al escuchar las palabras de Jisoo, dándole las gracias y alabando también su creación. Ese día les dieron una especie de día para trabajar, llevándolos a un salón junto con las princesas Lawan y Malai. Les impartieron la lección junto a las muchachas, aprendiendo el arte de la sastrería y costura. No era la primera que recibían como tal, pero ahora les ordenaron crear sus propios hanbok, y llevaban ya más de siete horas metidos en eso. Sin embargo, contrario a lo que uno podía esperar, Nunew lo estaba disfrutando demasiado.

No era la primera vez que tenía que cortar, coser, bordar, zurcir, remendar y confeccionar ropas como tal. Por muy duro que pudiera sonar, en su antigua vida, junto a sus padres, tuvo que aprender a arreglar sus ropas. Su madre le enseñó a su hermana y él, por lo tanto, ya tenía cierto conocimiento respecto a usar esos materiales (que eran más finos y elegantes que los que usaba antes, pero ese era otro tema).

Además, era también un poco divertido ver a las cortesanas en eso. Lisa y Rosé eran habilidosas, mientras que Jisoo se veía un poco complicada en algunas ocasiones. Pero Jennie...

La perfecta y elegante Jennie no tenía muchas habilidades para la sastrería, al parecer. Tal vez Nunew no debería disfrutarlo de esa forma, pero no podía negar que sí le resultaba un poco divertido. Por fin, luego de tanto tiempo, podía derrotarla en algo.

—¡Sí, que bonito coses, Nunew! —chilló la pequeña princesa Malai.

—Gracias, Princesa —le dijo Nunew, dulce y amable, y la niña sonrió con más fuerza.

Malai era un encanto: tenía el cabello negro, ojos cafés y sonrisa de gomita, como la que tenía Zee. Le gustaba cantar y bailar, por lo que estaba en constante movimiento, lo que provocaba que recibiera muchos regaños de la aya de ese día. Sin embargo, le hacía mucho caso a Lawan, su hermana mayor.

—Tiene razón —le dijo la princesa Lawan, sentada a su lado—, eres muy habilidoso con la aguja, el hanbok te está quedando precioso.

—¿Tú crees? —preguntó Nunew, tranquilo—. Quiero regalárselo al Príncipe Zee cuando lo vea.

Decidió hacerlo de un sobrio color azul marino, nada demasiado complicado, pero con un bonito diseño dorado en el centro y las mangas superiores. Se decidió hacer un tigre en el pecho de Zee, mientras que, en las otras partes, un sol. Sabía que era complicado, pero con paciencia, podría quedar bien. Tal vez no para que Zee lo usara en público, sino cuando tuviera un descanso.

—De seguro le gustará —afirmó Lawan. Ambos se llevaron muy bien enseguida, tal vez por la edad que poseían y las bromas que se hacían—, a mi hermano mayor le gustan estos detalles.

—¿Sí?

—De verdad —aseguró Lawan—. Mamá siempre nos daba regalos pequeños. Tal vez todavía no se lo has visto, pero cuando tiene alguna ocasión especial, le gusta usar una banda que nuestra madre le hizo a él.

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