👑 JEWEL 🤴

9

Parte 2

El juicio fue llevado a cabo en uno de los salones menores del Palacio Imperial, en los que solían hacerse reuniones más privadas entre el Emperador y sus consejeros.

Para fortuna de Nunew, no había mucha gente presente, aunque ya todo el palacio debía estar al tanto de lo ocurrido. Un escándalo como ese no sería fácil de ocultar, pero no dejaría que eso lo amedrentara.

Él fue sentado en el centro del salón, con Zee ubicado en el fondo, en la silla que le correspondía al Emperador. Por los costados, en unas graderías de una fila, se encontraba el público: en la izquierda estaban las cortesanas: Jennie, Lisa, Jisoo y Rosé. En la derecha, estaban las princesas Lawan y Malai, con la aya encargada del cuidado de la princesa menor, junto a los dos guardias que custodiaron su habitación esa noche, y el Emperador.

A Nunew le sorprendió verlo sentado allí, pero no hizo pregunta alguna.

—Quiero que seamos rápidos y expeditos con esto —habló Zee, con esa grave voz que provocaba escalofríos en Nunew—, sin dar lugar a exabruptos y gritos. Sumo Sacerdote, tiene la palabra.

Nunew no se volteó a verlo, pero sabía que ese horrible hombre estaba detrás de él. No lo había visto desde lo ocurrido hacía días, sin embargo, el sólo hecho de tenerlo así de cerca, le provocaba náuseas. No quería estar nunca más en la misma habitación con él, por muy imposible que fuera.

—Mi Príncipe —saludó el hombre—, mi Emperador y mis Princesas. Lo que pasó hace una semana es un hecho más que grave. La Princesa Malai fue atendida por sus sirvientas, cuando su educadora, la aya Min, se percató de que uno de sus collares no se encontraba en el lugar correspondiente. Este collar es el que su madre le regaló, por lo que posee un gran valor sentimental para la Princesa. Se buscó en todos los rincones de su habitación, cuando la aya recurrió a mí al no tener éxito en su búsqueda. Ella me mencionó que el día anterior, la Princesa compartió con un Cortesano del Príncipe Heredero, así que se acudió a los aposentos de las Cortesanas, y fue cuando se encontró el mencionado collar oculto bajo el colchón de su cama —el hombre dio unos pasos hacia Zee, decidido—. Por eso mismo, se le aplicó el castigo correspondiente. Un robo a la familia imperial debería ser castigado con la muerte, pero decidí ser clemente con el muchacho.

Clemente. Sí, como no. Nunew apretó sus labios, recordando cada azote entregado con total saña y rabia. Cómo el látigo se enterraba en su piel y abría su carne, con la sangre corriendo por si espalda.

—Bien —habló Zee, antes de mirar hacia Nunew—. Cortesano Chawarin, ¿qué dices ante esto?

—Declaro mi inocencia —habló Nunew, con la vista baja y voz tranquila—, jamás me atrevería a robar nada, y mucho menos de la familia imperial. Estoy muy agradecido del lugar que el Príncipe Heredero me ha dado dentro del palacio, así como lo estoy de todo el cariño que sus hermanas me han dado. No niego que estuve ese día con la Princesa Malai, a la que ayudé a coser un durumagi, pues ella me lo pidió. Cuando se acercó su hora de dormir, la aya Nin apareció, pero yo me ofrecí a atender a la Princesa. La ayudé a desvestirse, quitándole sus joyas, y el collar mencionado lo guardé en el lugar correspondiente. La Princesa puede dar fe de ello. Después de eso, la arropé y me marché a mis aposentos, conversando brevemente con las Cortesanas antes de irnos a dormir. El collar no lo robé yo, y no tengo idea de cómo pudo llegar a ese lugar, pero se lo juro, mi Príncipe, jamás robaría nada. Ni siquiera, cuando vivía con mis padres en la miseria, lo hice.

A sus palabras le siguió un pesado silencio en el lugar. Nunew no se atrevió a levantar la vista.

Durante los siguientes minutos, Zee interrogó a la aya y los guardias, escuchando sus versiones. Cada uno dijo lo mismo: la aya mencionó que Nunew se ofreció a atender a la niña, por lo que ella se marchó, y los guardias comentaron que lo vieron partir, sin llevar nada en las manos. Las cortesanas también hablaron, diciendo que Nunew llegó, se desvistió y se fueron a dormir.