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Parte 2

Les despertaron sobre las ocho de la mañana, por lo que corrieron a vestirse con prendas ligeras para la lección del día. Sin embargo, en medio de todo ese desorden, las puertas fueron abiertas bruscamente y Lisa con Rosé gritaron, pues estaban a medio vestir.

—¡Sumo Sacerdote! —barbotearon, atónitas por la interrupción violenta.

—Lamento aparecer así —dijo el hombre, aunque en su rostro y voz no se veía ninguna expresión amable—, pero les solicito que se apresuren y salgan del cuarto.

—¿Ha pasado algo, Sumo Sacerdote? —preguntó Jisoo, con su tono temblando. Pareció notar que algo malo estaba ocurriendo.

—Sí, los guardias han de revisar sus pertenencias —contestó Park, y Nunew notó en ese momento el enojo en su mirada—. Hemos recibido información acerca de un robo. Ahora, salgan.

Las chicas y el muchacho se observaron con expresiones de sorpresa, luciendo atónitos por las palabras del sacerdote. ¿Un robo? ¿Robo de qué?

Sin embargo, no hicieron preguntas y sólo salieron al pasillo, vistiendo nada más que el camisón que usaban como pijamas. Al ser de mañana, el lugar se encontraba helado, y Rosé tembló.

—Sumo Sacerdote —habló Jennie, llamando la atención de su padre mientras los guardias entraban—, ¿nos puede explicar algo más? Esto es...

—Ha desaparecido una joya de la Princesa Malai —gruñó el hombre, enfurecido—. La Princesa tenía una importante lección de idiomas ahora en la mañana, y cuando las sirvientas la ayudaron a vestirse, se ha dado cuenta de que su joya más preciada no está.

Nunew sintió su estómago caer ante lo que estaba escuchando, con una horrible sensación asentándose en todo su cuerpo. ¿Su joya más preciada? ¿Era acaso...? No, pero no. Si se refería al collar, Nunew lo guardó en su lugar. En el lugar que la princesa le señaló.

Eso no podía estar ocurriendo, era imposible. El collar no pudo haber desaparecido, ¿cómo se lo iban a robar? El cuarto de la princesa estaba vigilado día y noche, y siempre estaba rodeada de guardias.

Ni siquiera pudo decir algo, con su garganta repentinamente seca, y tiritó, pero no por el frío.

—Pero... —titubeó Lisa— ¿la han buscado...?

—¿Cree que estaríamos aquí si no la hubiéramos buscado incansablemente en el cuarto de la Princesa, Cortesana Manobal? —le interrumpió el Sumo Sacerdote—. Se ha interrogado no sólo a sus sirvientas y sus ayas, sino que también a los guardias personales de la Princesa. La joya no está.

Los ojos de Park se movieron hacia Nunew, y el chico sintió terror por lo que vio allí. La acusación y el desprecio eran evidentes en esa oscura mirada, como si fuera un pozo al que iba a caer pronto.

No, pero no había forma alguna de que lo incriminara. Nunew guardó el collar y se marchó. Además, él jamás se habría atrevido a eso. Él no era un ladrón.

—Pero es irrisorio —susurró Jennie, aturdida—, ninguno de nosotros podría...

—Sumo Sacerdote —habló un guardia, apareciendo— venga.

El hombre se volteó, entrando al cuarto. A través de las puertas entreabiertas, Nunew vio el desorden: las colchas dadas vueltas, las almohadas en el suelo junto a las frazadas, la ropa esparcida por todas partes.

—Nunew —murmuró Jisoo— ¿crees que era el collar de su madre?

Una joya cualquiera no habría provocado tal escándalo. La Princesa tenía miles de joyas, tantos aretes, collares y brazaletes, pues siempre se les perdían por lo desordenada que era. Se le caían o rompían o desaparecían. Sin embargo, el collar de su madre estaba guardado en un cajón aparte, en una bonita cajita de abedul con un cuidado cojín rojo donde reposaba el regalo cada vez que se lo quitaba. Era la única joya en ese cajoncito, y Nunew lo sabía bien, porque lo guardó allí la noche anterior.

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