CAPÍTULO 27. TRAGEDIA.

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Mientras Amalia rescataba a su familia. Enza Aurora y Alma, estaban expuestas a la tiranía de Rudolf.
Aurora estaba sentada en una mecedora cuando sintió las primeras contracciones.
—¡Aaah! ¡Abuela! Abuela por favor ven. —gritó aurora cuando sintió que se rompió la fuente.
—Hija, mi niña, ya la pequeña está por nacer, ven vamos al hospital. Llama un taxi Alma.
La pequeña Almais marcó tan pronto el número de emergencia y quince minutos después estaban trasladando a Aurora al centro de salud más cercano.
—¡Duele mucho abuela!—se quejaba.
—Respira mi niña, y tranquila, que todo saldrá bien.
Pasaron a Aurora a la sala de partos y justo en ese momento llega Frank.
—Al fin llegas joven Frank, ve pronto por favor mi niña te necesita.
Frank pasó sin pérdida de tiempo y fue a la sala de desinfección.
—¡Aaasgh! —los gritos de Aurora se escuchaban en la sala de partos mientras apretaba las barandas de la  camilla.

Frank vistió las batas y cubrió su rostro, entró a la sala donde estaba Aurora y tomó la mano de ella y la sostuvo.
—Tranquila cariño, nuestro hijo nacerá pronto.
—¿¡Frank!? Viniste, estás aquí.
—Jamás me perdería el nacimiento de nuestro hijo.
Aurora apretó tan fuerte la mano de Frank cuando sintió nuevamente una fuerte contracción.
—Cuando te diga puja, hazlo con fuerza Laura, ayuda a tu hijo a llegar pronto.—pidió el galeno.
Aurora asintió con ligereza y nuevamente sintió otra fuerte contracción.
—Ahora Laura, puja fuerte.
Aurora pujó tan fuerte y su grito se mezcló con el llanto de la bebé.
Su respiración era muy agitada y su frente estaba llena de sudor, sentía agotamiento. Pero sentía la felicidad tan grande al ver a su hija en brazos de su padre.
—Es hermosa Laura, mi hija es bellísima. Gracias por darme esta felicidad. —habló mirándola a los ojos, se acercó y dejó un beso en la frente y luego dejó a la pequeña sobre su pecho.
Lágrimas de felicidad rodaron por sus mejillas.
—Hola mi amor, por fin puedo conocerte, ver tus ojitos, sentirte, ya no estaré sola mi vida, seremos las dos contra el mundo.—dijo mientras Frank la escuchaba sintiendo su corazón doler.
"No me ama, solo fue el momento" —pensó Frank mirándola con tristeza
Tomó a la bebé y la entregó al pediatra para su evaluación médica.
—Por favor me envías todo el reporte de ellas.—dijo y salió sin mirar a Aurora mientras ella estaba con los ojos cerrados aún.
Aurora lo vio salir también sintiendo doler su corazón.
"Solo está aquí por la bebé, el nunca me amará. —dijo Aurora, y poco a poco fue quedando dormida.
Frank salió de la habitación cuando se acercó Enza.
—Joven Frank, Amalia no está con nosotros, por favor no dejes a Laura sola, ellas son  muy vulnerables y son un punto débil para Amalia.
—¿Qué pasa Enza? ¿Qué  me quiere decir? Sea clara por favor .
Enza no estaba segura de lo que sucedía, solo presentía el peligro que correrían Aurora y la pequeña.
—Un hombre se llevó a Amalia, ella no lo dijo, pero sentí su angustia el día que se marchó.
—Hay que decirle a Jean, el tiene que saber lo que pasa con ella y sus hijos.
—No, no sabemos que mismo es pero debemos mantener los ojos abiertos.
Enza estaba en el hospital con Aurora.
Alma quedó en la casa al momento de que Enza llevara a Aurora el hospital.
Alma, estaba muy preocupada, eran muchas cosas para su edad. De pronto escuchó los golpes de la puerta.
—¿Eres tú, abuela? —preguntó cuando escuchó abrirse la puerta y caminar hasta la cocina donde estaba ella
No pudo ver quién era,  por que su visión se volvió oscura al sentir el  extraño olor en sus fosas nasales.
—Lleven La, al auto y destruyan todo.
Ordenó Rudolf, llevándose a Alma con él.
Los hombres obedecieron la orden de Rudolf haciendo lo más terrible para Enza. Quemar la casa.
—Listo señor todo quedó reducido a escombros y cenizas. —informó uno de los hombre.
—Rudolf volvió a la fortaleza mientras Alma será llevada a un refugio de seguridad.
—Vamos a ver qué tan importante es para ti esa pequeña mi querida Amalia.—se dijo a si mismo mirando a Alma y sonriendo maliciosamente.
Mientras Rudolf se llevó a Alma, Selene estaba con Jean en un mal momento, justo en que uno de los hombres de Rudolf la veía.
—Jean, pediré a Charlie un chófer y serás tú quien lo sea así podrás entrar a la fortaleza conmigo.
—Será una buena oportunidad, cambiaré mi apariencia, así Rudolf no me reconoce a lo lejos.
—Y tiene que ser pronto, para poder contratarte y terminar de una ves con esto, por qué ya esta situación me pone muy nerviosa, esa gente es peligrosa, Jean y siento temor de que en cualquier momento nos descubran.
Jean y Selene estaban en el auto en el parqueadero del edificio donde vivían  cuando fueron  interceptados por hombres armados.
—¿Qué pasa? Jean. —preguntó una asustada Selene.
—Tranquila Selene no pongas resistencia
—El jefe estará contento de tenerlos como huéspedes. —Habló con burla uno de ellos y enviando mensajes a su jefe.
"Señor, puede ver las imágenes que le envié"—envió el mensaje uno de sus hombre de seguridad.
Rudolf miró y respondió enseguida.
—¿Dónde están?
—Aquí en Roma señor.—respondió.
—Ve por ellos y llevarla a un lugar seguro que no escapen
—Ya los tenemos señor.
—Perfecto. —respondió Rudolf y sonrió al ver a Selene en compañía de Jean.
—Dos pájaros de un solo tiro.—habló muy sarcástico Rudolf.
Los hombres agarraron a Jean y lo subieron al auto al igual que a Selene.
—¿Pero que hacen? ¿Por qué lo agarran a él? Suelten lo, él solo me acompañó a esperarlos.
—Son órdenes de jefe.—respondió uno de ellos y los subieron al auto marchándose del lugar.
Con los ojos vendados Y en completo silencio, Jean deseaba estar ahí dentro y poder tener oportunidad de rescatar a su mujer e hijos. El trayecto fue un poco más largo que de costumbres para Selene.
Llegaron a la fortaleza y los sacaron del auto y los guiaron, ellos imaginando caminar por pasillos.
Escucharon llaves abriendo puertas y fueron lanzados por separados en sus celdas encapuchados y las manos atadas a sus espaldas.
—¡Me lastimas, idiota! —se quejó Selene.
—Señora Selene, su hermano ordenó traerla con él
—No, no por favor, no me quiero encontrar con él.—habló casi suplicando.
Los hombre se fueron dejándolo atados y vendados.
Un día tenían ahí amarrados de manos y pies esperando por su suerte. Escucharon pasos acercándose y una voz gélida y muy reconocida por ellos se escuchó.
—Jean, Jean. Te crees más inteligente que yo, ¿Cierto? Pues fue tu elección, sentencias te la vida de tus hijos y de tu amada Amalia.
Selene dio un salto del susto al escuchar la voz conocida del hombre.
Jean no podía pronunciar palabras, la mordaza no se lo permitía.
Rudolf reía y agradeció al hombre al que Jean le había pagado.
—Muy buen trabajo Paolo. —habló Rudolf y continuó.
—¿Quién  diría que los tendría a los dos aquí.? Y juntos, me facilitaste las cosas hermanita. —dijo Rudolf riendo feliz de tener nuevamente con que chantajear a Amalia y quitarle todo.
—Yo jamás lo iba a traicionar señor, dejé que el creyera que me compró.
—Me uniera enterado de tu trato con el, Paolo, sabes el precio de la traición.
Selene lo interrumpió.
—Rufolf soy tu hermana, no me hagas daño, por favor. —habló sintiendo el  miedo recorrer su cuerpo.
—Claro que no te haré daño hermanita, me puedes servir de mucho aún. Y tú Jean, veremos qué tan importante eres para quien se hace llamar jefe.
Rudolf salió de los calabozos y fue a la oficina donde estaba Amalia y Charlie.
—Charlie, encárgate tu de todos los movimientos de la organización, mi padre confía en ti, yo no quiero cometer errores y que todo se vuelva un caos.
—Tranquila señora, ya estoy encargado de eso, aquí está el informe  de lo que se está por enviar, solo tiene que firmar por qué ya lo revisó el señor Emilio.
Las puertas se abrieron abruptamente y Rudolf entró con una gran sonrisa en sus labios.
—Quería esposa, debería ser yo quien te asesore, no creo que sepas ni tengas idea de lo que significa estar ahí sentada en ese lugar.
Amalia lo miró fijamente y con una sutil sonrisa respondió.
—Claro que no lo sé, y mira aquí estoy, y tú, lo sabes y no puedes estar aquí sentado.
Rudolf miró fijamente a Amalia, sentía repulsión por ella. Soltó una sonora carcajada y habló.
—Disfruta los cinco minutos de creerte jefa. Por cierto,  ¿aún no te llegan las imágenes? ¡Ay no! Se me olvidó enviártelas.—respondió con sarcasmo.
Rudolf envío las imágenes de Jean en los calabozos, las fotos de la casa de Enza en escombros.
Amalia miró horrorizada las imágenes y miró a  Rudolf.
—Desgraciado ¿Qué hiciste? ¿Cómo pudiste? Ellas no tenían nada que ver con tu ambición. Desgraciado.
Amalia dio golpes en el pecho de Rudolf mientras este reía a carcajadas.
Salió de la oficina cuando Charlie intentó seguirla y lo detuvo.
—¿Sabías que tu querida Dulce es mi hermana, infiltrada por Jean. No eres muy seguro como, jefe de seguridad, pues  unas faldas te embelesan.
Charlie no mostró la sorpresa de la noticia y siguió a Amalia quien salió de la fortaleza para ir al lugar de la casa en ruinas.
—Más rápido por favor, necesito saber de mí abuela y de Laura. ¡Por dios que estén bien! ¡Por favor!.
Amalia sentía los nervios a flor de piel, no quería imaginar lo peor.
Llegó a su antigua residencia y solo encontró escombros reducidos, bajó corriendo, llegó muy cerda de la entrada y cayó de rodillas al suelo, sus lágrimas bañaban su rostro y sus sollozos eran muy audibles.
—¡Noo! No por favor, abuela Laura Alma.
Sintió doler su corazón imaginando lo peor.

¿Quién es el padre de mi hijo Onde histórias criam vida. Descubra agora