Acepto

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¿Alguna vez han sentido al despertar que será el mejor día de sus vidas pero luego pasa algo que te deja llorando y te escondes en algún lugar?

Lando lo había experimentado muchas veces.

•cuando se casó y después de su boda su propia suegra le dijo que nunca sería de la familia.
•cuando Max le regalaba regalos lujosos, aquello solo significaba que su esposo había hecho algo muy malo.
•después de tener a su hijo y ver cómo todos decían que se vería adorable si tuviera "sus pecas"
•el tener que vivir bajo la sombra de un hombre que parecía insignificante.

Los momentos en los que su corazón rebosaba de alegría, nunca terminaban bien.
Siempre había algo mucho mayor que lo arruinaba todo.

Volvió a leer la carta sobre la mesa.
No decía mucho, pero estaba claro que Max iría de vuelta por Checo.
Miro la inmensa casa, ahora no parecía tan bella como la primera vez que entro.

Se sentía sola y oscura.
Abrazo a su hijo más cerca de él.

Desde que se habían vuelto a ver, el rubio estaba extraño.
Más perdido en sus pensamientos, varias noches lo encontró dormido en su escritorio con una botella a medio tomar de vodka y las estupidas fotos que el creía había tirado.
La primera vez que lo encontró, las rompió con desprecio.

Llorando amargamente por que el hombre con el que se había casado y estaba a su lado, le pertenecía a alguien más.

Se limpió las lágrimas y tomó a su hijo.
Pondría en su lugar a quien tenga que poner en su lugar.
El era Lando Verstappen, el señor de esa casa.
Llevaba el anillo de casado en su dedo y podía hacerlo.
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-escuche que no sufrieron- dijo el policía a su compañero.

-fue un accidente en limpio, una lástima si me preguntas, pero los designios de Dios no están en nuestras manos- el contrario asiento.
Tomando nota de las placas de los carros involucrados.

-¿creen que se necesaria nuestra presencia?- pregunto Sergio sin saber muy bien que estaban esperando.
Mientras escuchaba sin cesar la charla sobre la nueva película en estreno.

El oficial observó con cuidado al chico.
Su acento le indicaba que no era de por ahí.
Además llevaba un bonito traje de bodas bajo aquel velo de figuras pequeñas y precisas.

-¿el auto no es de ustedes?- pregunto al ver al otro chico detrás tan nervioso, incluso más que el mismo Sergio.

-no, estaba en el paquete que contrate para mi boda- dijo con pesar.
Ya les habían dado todo la información, sus credencial y cualquier cosas que estos pidieran.

Max estaba en una ambulancia con una bolsa de hielo sobre su labio partido.
No había mayor accidente.

No había heridos y solo se necesitaba el seguro de ambos autos para poder salir.
Sergio había movido sus hilos para que aquello no fuera tan largo.

Habían pasado cerca de veinticinco minutos.
No llevaba un teléfono encima y parecía que no era tan fiable por que nadie quería prestárselo.

-¿podrías por favor dejarnos ir?- pidió esta vez Mick con súplica.
Había estado ajustando algunas perlas que se zafaron del traje para que este luciera tan espectacular como el principio.

Sergio frunció sus labios en forma de puchero.
Quería llorar, pero de frustración.

-mi prometió, estará pensando lo peor de mi... debería de ser el día más especial de mi vida y miren- se señaló a sí mismo los dos oficiales parecían entonteces compadecerse.

Me dejaste ir Where stories live. Discover now