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CATHERINE


— ¿Por qué te golpeas?— preguntó al verme golpearme repetidas veces.

Debía ser un sueño, porque no podía creer que lo que tenía de lindo lo tenía de psicópata.

— Tú no eres real y esto es un sueño... — susurré cerrando mis ojos, aun sentada en mi cama.

No sé porque lo hacía, muy en fondo sabía que todo aquello no era un sueño, que él estaba allí; también sabía que no podía abrirlos, no tenía en claro si era por miedo o sólo por no querer caer en sus hechizantes ojos.

Créeme, esto es real — pegué un pequeño salto en mi sitio al sentir su mentolado aliento a centímetros de mi rostro. Sus frías manos tomaron mi mentón elevando mi rostro, tomé valor y abrí mis ojos encontrando esos hermosos ojos cafés.

Si esto no es un sueño... — dije para mí misma, mirando su perfecto rostro —. ¿Qué mierda haces tú aquí? — pregunté, molesta.

Esa boca — deslizó su pulgar por mi labio inferior —. Respecto a tu pregunta... ¿Por qué no podría estar aquí?

Oh espera no lo había pensado...— hice una pausa —. No lo sé, tal vez porque ésta es mi casa y no te conozco, sólo sé que eres un idiota que intentó besarme en el estacionamiento y ahora parece estar obsesionado conmigo.

— No le veo lo malo, te dije que me pertenecías.

— Ni que fuese tu puto animal.

— En la cama puedes ser lo que quieras — dijo de manera seductora mientras yo me paraba de la cama tratando de alejarme lo más posible de él —. Y te he dicho que no uses ese lenguaje — sus ojos se habían oscurecido, como si fuese un depredador iba dando pasos a la vez que yo me alejaba lo más posible.

— Puedo hablar como se me plazca, idiota — crucé mis brazos como una niña y coloqué mis ojos en blanco.

A eso ya lo veremos.

Miré sus ojos y luego sus labios repitiendo esta acción un par de veces, mientras él sólo se dedicaba a mirar mis labios.

— Inténtalo — sabía que no debía retarlo, pero lo mío era llevarle siempre la contraria a todos.

No pasó más allá de un minuto cuando sentí sus carnosos y fríos labios sobre los míos moviéndolos con lujuria y pasión, dándome a entender que él tenía el control. Debía admitir que era uno de los mejores besos que me habían dado en mi corta existencia, por esa razón me dejé llevar por unos segundos.

— ¿Pero qué mierda te pasa? — pregunté alterada por la cantidad de sanciones que había experimentado.

¡Agh, eres imposible! — pasó su mano por su oscuro cabello, desordenándolo, frustrado.

Eternos I: Suya por la eternidad. (+18) |EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora