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Penelope había tenido que fingir que su madre la llamaba desde lejos para alejarse de Colin. Esa había sido su única forma de evitar soltar toda la verdad.

Y es que su intento por contar la historia no fue el mejor y claro que Colin se lo había tragado todo. Ni siquiera se cuestionó así mismo. Lo más irónico de aquello era que estaba genuinamente molesto ante la idea de que otra amistad hiriera a Penelope sin imaginarse que el causante fue él mismo.

Ella estuvo a dos segundos de estrangularlo así que antes de llegar a tales extremos se le ocurrió aquella mentira inocente y logró convencer a su madre de irse temprano de aquel horrible baile. Colin no puso muchas objeciones y agradeció eso.

Simplemente no estaba segura de cuanto odio y rencor podía guardar hasta aquel momento. Colin de verdad no tenía ni idea y ella estaba ahogándose en su propio odio.

Si tan solo hubiera tenido el valor de soltarle todo ahí mismo, si tan solo le hubiera echado en cara su hipocresía. Lo odiaba, eso era.

Bien decían aquella frase «del odio al amor solo hay un paso»

Penelope se encontró esperando a su madre afuera de la casa Riddlestone en lo que terminaba de buscar a sus hermanas para despedirse. Ya no tenían la necesidad de volver todas juntas porque todas ella ya tenían esposo.

Y Penelope, bueno, Penelope solo seguía siendo Penelope.

Se sentía extremadamente ridícula con aquel vestido amarillo qué la hacía ver como un cítrico no demasiado maduro, sino a punto de convertirse en una cáscara podrida. Miró con desprecio una de las flores del jardín del mismo tono y la arrancó de su tallo con furia.

—Estúpida flor, estúpido color vomitivo —la lanzó lejos suspirando.

¿Por qué su madre se tardaba tanto?

No creía que Prudence ni Philipa estuvieran muy interesadas en que su madre siguiera tratándolas como niñas cuando ya era mujeres casadas.

La flor cayó en el césped, Penelope se acercó e intentó pisarla.

—Y estúpido Colin Bridgerton, ¿por qué tenías que ser un traicionero? ¡Eres traicionero, mentiroso y un hipócrita!

Al menos podía desahogarse en aquel bonito jardín. Peores días ya había tenido.

Volvió a suspirar con pesadez.

Entonces escuchó detrás el sonido de una rama romperse y una risa masculina. Penelope se giró asustada. ¿Colin la había seguido hasta allí?

Dudaba que así fuera, no se arriesgaría tanto. Pero su sorpresa fue encontrarse con otro Bridgerton: Benedict.

Había llegado a la entrada del jardín y parecía mirarla con mucho interés. Una sonrisa irónica colgaba de sus labios, como si supiera algo que ella no. Penelope sintió que el piso se movía.

¿Había escuchado todo lo que dijo de su hermano?

Benedict inclinó su cabeza.

—¿Qué ha pasado señorita Featherington? ¿Interrumpo su sesión para destrozar jardines ajenos?

Ella abrió la boca.

—Señor Bridgerton, que sorpresa. No sabía que estaba aquí.

—No creo que lo sea tanto la verdad. Continue con su verborrea, hasta el momento estaba muy interesante, en especial la parte en la que llamabas estúpido a mi hermano menor.

Entonces soltó una risa.

¿Qué clase de hermano era Benedict Bridgerton para que se riera a costas de Colin?

Sin duda esa familia estaba llena de locos.

—Yo, eh... —no estaba segura de cómo proceder ante tal declaración, tampoco serviría mentir —. Lo cierto es que tengo mis razones, mis disculpas si ofendí a su hermano pero es que si que es un idiota.

Benedict volvió a reírse.

—Vaya, esa honestidad. No sabía que usted era tan honesta, señorita Featherington.

Nadie sabía nada nunca. Penelope hizo una mueca. Esa debía ser la primera vez que mantenía una conversación con otro Bridgerton aparte de Eloise y Colin. Y era una conversación muy extraña.

—Pues ahora lo sabe —asintió.

—Me temo que nunca me detuve a prestarle atención. Mis disculpas por eso, supongo que mi hermano menor hizo algo que no le cayó en gracia.

Penelope juntó sus labios. Era demasiado vergonzoso todo eso. No necesitaba contar esa historia.

—Colin...no es quien yo pensé.

Benedict asintió.

—Mi hermano todavía es joven, sé que no es justificación. Pero si algo he notado es que le tiene cariño a usted.

Ella lo miró sorprendida.

—¿De verdad cree eso?

—Pues claro, siempre que regresa de sus viajes menciona sus cartas. Aunque esta última vez no lo hizo. Ahora entiendo porqué.

—Él no lo sabe. No sabe lo enojada que estoy con él.

—¿Y por qué no?

—Simplemente no quiero, es humillante.

Eso debió causar curiosidad en Benedict, que dio unos pasos hacia ella. Penelope se sintió extraña. Era el segundo hermano mayor, después de Anthony y era tan atractivo como todos ellos. La diferencia era que Benedict no tenía esos ojos verdes musgo qué caracterizaba a Colin. Los suyos eran de un azul oscuro. Además era alto, mucho más alto que Colin y sus demás hermanos.

Entonces recordó que estaban completamente solos, sin chaperones y su mamá regresaría pronto.

—Yo... Tengo que irme. Fue agradable... Hablar con usted señor Bridgerton.

Él la miró con ceño fruncido, pero no dijo nada.

Y ahí acabó aquel extraño día para Penelope Featherington.

Por más de un Bridgerton | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora