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Si esa noche no hubiera sido una total tortura, ahora lo era.

No solo su plan para desenmascarar a Lady Wistledown parecía ir sin muchas pistas más allá del odio de la escritora por Cressida Cowper, sino que también tuvo que ver a Penelope del otro lado del salón bailar con Benedict. Otra vez.

¿Desde cuándo esos dos eran tan amigos?

Había dejado a Cressida en su mesa para ir a solicitar un baile con ella. Pero ni siquiera le vio ya que estaba enfrascada en una conversación muy intensa con su hermano. ¿Qué tanto podían tener en común? A Benedict le gustaba el arte y a Penelope la literatura. Él era extrovertido y ella lo contrario.

No fue hasta después de media hora que Penelope se desocupó y Colin ya estaba detrás de ella. Solo hasta ese momento se percató de que llevaba el vestido manchado de vino.

—¿Qué ha pasado?

Penelope lo miró dudosa, solo le negó en silencio.

—Nada, se me caído una copa encima, eso es todo.

Por alguna razón, sintió que no estaba siendo honesta. Pero no quería discutir, no cuando últimamente era lo más que hacían. Le ofreció su mano y ella miró extrañada.

—Vamos.

—¿A dónde? —preguntó mirando con nerviosismo a los lados.

—Te ayudaré a quitar esa mancha de tu vestido.

Ella no tomó su mano, de hecho parecía evitar tocarlo por completo.

—Colin, ya sabes que no podemos andar solos por allí...

—Pen, ya sabes que no importa lo que piensen ellos.

—Te importaría si nos quisieran obligar a casarnos por una tontería.

Eso debió asustar a Colin, teniendo en cuenta que no hace mucho estaba huyendo del matrimonio y de la obsesión de su madre por casarlo. Sin embargo, la mención del matrimonio por parte de Penelope daba otra perspectiva.

Sí, podían obligarlo a casarse con ella, pero ese no era un destino horrible. Al contrario, si alguien podía ser la esposa perfecta para él sería ella. Penelope lo comprendía en muchos sentidos y eran amigos desde hace años.

No era una desconocida para él. La miró de nuevo, la miró de verdad. Siempre había sido linda, pero nunca prestó suficiente atención. Casarse con ella no sonaba a una tortura en lo absoluto, al contrario.

Por un segundo, ver directo a sus ojos tan azules lo dejó absorto. ¿Qué estaba sucediendo en ese momento? No podía estar pensando de verdad en casarse con Penelope Featherington su amiga de toda la vida, ¿o sí?

—¿Colin?

La voz de ella lo trajo a la realidad.

—¿Si?

Había olvidado por completo la conversación. Tosió con nerviosismo y antes de que ella retomara el tema decidió sacarlos de ahí a los dos. Tomar su mano esta vez quemó más que antes, en especial con toda esa idea de matrimonio.

Dioses. Estaba perdiendo la cabeza. Todo ese rollo de Lady Wistledown le estaba comiendo el cerebro.

Llevó a Penelope a una sala alterna y fue en busca de agua y una mezcla que conocía para quitar las manchas. Ella se sentó en una silla, demasiado quieta con sus manos en el regazo. Su cabello ondulado brillaba bastante a la luz de las velas y Colin admiró un poco de más su silueta.

Tuvo que obligarse a concentrarse y fue con ella. Se inclinó cerca de su silla y tomó el trapo para remojar en la mezcla.

—Mi madre me ha salvado muchas camisas con esta mezcla, seguro quitará la mancha de tu bonito vestido.

Por más de un Bridgerton | CompletaWhere stories live. Discover now